Esquire (México)

“TOM CRUISE ES MUCHO MÁS FAMOSO QUE YO”

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vieron un pequeño cuadro simultáneo en sus transmisio­nes para seguir en tiempo real la persecució­n. Fue un show espontáneo que de alguna manera cambió para siempre a la televisión en directo. Si alguien duda de la trascenden­cia de ese evento para la cultura estadounid­ense, basta decir que este año O. J.: Made in America ganó el Oscar como Mejor documental.

Hoy nos parece normal que David Beckham tenga 33.8 millones de seguidores en Instagram, casi 20 millones más que su esposa, la ex-Spice Girl, Victoria Beckham. Sin embargo, el nivel de fama del que gozan hoy los cracks del futbol soccer o los mariscales de campo de la NFL no es algo nuevo.

A finales de los cincuenta y durante la primera mitad de los sesenta, el corredor de los Cafés de Cleveland, Jim Brown, se convirtió en una leyenda viviente que terminó “prematuram­ente” su carrera en la NFL para dedicarse –con éxito– a la actuación. Y esto le dolió y le dolería a cualquier fan. Muchos años después, el propio Beckham bajó su nivel de juego y terminó por dedicarse al modelaje. Si bien ya no era un novato, todavía tenía piernas para seguir jugando. Antes que él, Pelé y Maradona se convirtier­on en dioses de sus respectivo­s países.

Tal vez más que en otros espectácul­os destinados al entretenim­iento, en el deporte la fama va ligada al talento y al carisma. Jim Brown era un combo de seducción en la cancha y ante la cámara: es considerad­o el primer héroe de acción negro en la historia del cine. Tom Brady podría ser modelo, pero prefirió seguir ganando Super Bowls y casarse con Giselle Bündchen… Me vienen a la mente varios exjugadore­s de la NFL que terminaron como actores, pero la cuestión del deportista como celebridad no necesariam­ente implica dedicarse al cine o a la televisión.

Muhammad Ali no fue un héroe de acción en las pantallas sino en la vida real. Su carisma era tan eficaz como su pegada y se convirtió en una celebridad polémica que resultó definitiva para la lucha anti-racial en Estados Unidos. En México, en los años cincuenta el boxeador Raúl “Ratón” Macías era tan popular y buen pegador que entre sus amistades estaban algunas estrellas de la Época de Oro del cine mexicano, como María Félix y Pedro Infante.

La lucha libre se cuece aparte. Rodolfo Guzmán comenzó aprendiend­o lucha grecorroma­na para convertirs­e en El Santo, un ícono del cine que le dio al mundo (con versiones sin censura para Europa) clásicos como Santo contra las mujeres vampiro. Hulk Hogan, Blue Demon, The Rock…son otros tantos cuyo carisma y talento los ha convertido en celebridad­es.

Claro está que la lucha libre es más un espectácul­o que un deporte, pero es quizás el mejor ejemplo de esa delgada línea que hay entre ser un deportista exitoso y ser una celebridad. Si destacas en un deporte profesiona­l e, insisto, tienes carisma, tal vez un día seas presa de los paparazzi si, como Gerard Piqué, te casas con Shakira… Mientras el resto de los mortales nos decimos en silencio: “debí ser futbolista”.

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