Por: Francesc Messeguer

En diciembre de 2016, México cumplió 10 años en guerra. Me refiero a la estrategia para combatir al crimen organizado que inició en el sexenio del expresidente, Felipe Calderón, y que se ha replicado en buena medida durante el gobierno actual. Los días en que los primeros mandos del ejército mexicano llegaron a las calles de diferentes estados de la República, como Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz. Cuando empezamos a escuchar las primeras historias de violencia, de desaparecidos y desplazados, como resultado de esta política. En “10 años de guerra: cómo hemos cambiado” -un trabajo elaborado por el equipo de Animal Político y que recientemente recibió una mención honorífica del prestigioso premio de periodismo Ortega y Gasset-, se exploran algunos de los saldos que ha dejado esta estrategia de seguridad. Por ejemplo, el aumento en el índice de homicidios. De acuerdo con la organización, Data Cívica, en una década han ocurrido más de 150 mil homicidios. Tan sólo el primer trimestre de este año es el más violento del que se tenga registro en México, con un aumento en la tasa de homicidios en 30%, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

“La sociedad no es la única que ha ido desgastándose a diario. Las fuerzas armadas también han tenido que involucrarse en una guerra ante la que no estaban preparadas”, advierte el reportaje de Animal Político. Incluso el secretario de la Defensa Nacional (Sedena), el general Salvador Cienfuegos, expresó a finales de 2016 que los militares quieren regresar a los cuarteles porque, dijo, “no estudiamos para perseguir delincuen-