Por: Julián Lede ( Titán, Silverio)
Desde chico, siempre he tenido la tendencia de acumular objetos. Hice colecciones de estampas, monedas, timbres, cartas intercambiables, casetes, acetatos de música disco, de Kiss, new wave, de The Beatles, rock progresivo y postpunk. También coleccionaba revistas como Mad, Conecte, Chiss, Simón Simonazo y Spirit por diversión y para estar informado.
En la era digital, muchas cosas han cambiado de manera radical, la información circula con mucha más facilidad y velocidad pero también se ha vuelto mucho más desechable y superficial en la forma en la que la consumimos, aprovechamos y coleccionamos, si es el caso. En lo personal, utilizo todo tipo de recursos a mi disposición para acceder a la información, tanto internet como los impresos, aunque para mí, el tener el material físico le confiere otro valor (como buen coleccionista). A este formato lo abordo con distinta intención y más dedicación, mi atención funciona de manera diferente a pesar de que el contenido sea el mismo que está en internet. Por otro lado, en lo que se refiere a lo digital, me encanta la idea de que las cosas sean desechables, no ocupen espacio, y sean de fácil acceso y organización, pero siempre está la sensación de que esa misma información y la manera de procesarla y consumir no es igual, es como cuando ves un documental en la televisión y aunque el contenido parezca interesante, en el momento en que apagas la tele, ya no te acuerdas de nada específico o particular, y esa es la experiencia que tengo de estos medios digitales. No quiero decir que antes las cosas eran mejores y menos aún teniendo en cuenta que cuando era niño o adolescente, el acceso a la información en México era muy difícil y uno tenía que escarbar mucho.
Cuando empecé a escribir este artículo, no sabía bien cómo abordar este tema de los impresos, hasta que me di cuenta que yo también soy un editor. En mi caso, un editor musical. He tenido dos disqueras independientes, Nuevos Ricos (www.nuevosricos.com) y ÉPICO (épico.mx), así como varios proyectos musicales, y la forma en la que lo hago, habla de mi postura al respecto: publico música a través de las plataformas digitales porque el alcance que tienen es único, llega a todo el mundo y a muy bajo costo. El CD para mí quedó en el estatus de basura o en el mejor de los casos, se usa como tarjeta de presentación. Aunque por otro lado, cada vez que quiero material, lo busco en CD pirata y cuando lo encuentro, me da singular alegría, pero lo que realmente me “calienta” es cuando veo y escucho un vinil debido a que, como formato, tiene cualidades únicas que todavía no se han superado, es un gran invento y funciona de maravilla en el cómo te relacionas con él y cómo organiza el material que contiene (con un lado A y B), el tamaño de la portada, y por supuesto, la calidad del sonido y su fidelidad. Aparte está el hecho de que este cúmulo de canciones que muchas veces están relacionadas, terminan organizándose como un discurso y, junto con la portada, nombre, créditos e información adicional, dan coherencia a todo el material. Yo no soy editor de revistas, pero imagino que hay ciertos paralelismos en la cuestión de elegir formatos, presentaciones y formas de consumo.
Otra diferencia entre lo impreso y lo digital, es que, contrario a la música, las colecciones de revistas digitales -que yo sepa- no existen. La razón es que no hay necesidad (ni gusto) de coleccionarlas, debido a que siempre están ahí, en la red. Y tal vez es ahí donde radica la importancia de los formatos físicos, ya que si no hay colecciones, no hay organización de información y toda queda en un mismo nivel, sin que destaque nada.
A los nueve años, era todo un reto ir cada mes al puesto de revistas y hacer frente al periodiquero, y con voz de chamaco prepúbico pedirle el último número de la revista Caballero, las cuales coleccioné, atesoré y di buen uso durante un buen tiempo además de consultarlas cada vez que quería. Me tomaba tiempo, dinero y esfuerzo encontrar números y ediciones atrasadas para ir llenando los huecos de mis colecciones hasta completarlas y ponerme al día. Actualmente, la única colección que sigo engordando desde que tengo seis años, es la de discos de vinil. Eso, junto con las revistas impresas y los blogs (que sí organizan la información), son los lugares donde sigo escarbando.