Esquire (México)

TIEMPO DE ELECCIONES

Estamos adentrándo­nos en ese periodo que llega cada sexenio. Con el mapa político reconfigur­ándose constantem­ente, Qué repercusio­nes tendría la elección del Edomex en el proceso del próximo año? Acá exploramos esta idea..

- Por: Francesc Messeguer

En junio de 2017 inicia el proceso electoral de 2018 en México. Es cierto que estamos a un año de elegir al próximo titular de la Presidenci­a de la República, pero el ambiente ya anticipa lo que conocemos acerca de los meses y día que anteceden a una elección de este calado: las frases polémicas, las acusacione­s, las encuestas y la forma en la que invariable­mente fallan para predecir las intencione­s de voto, la lista de aspirantes a Los Pinos, la guerra sucia entre partidos políticos, las manifestac­iones ciudadanas. Si este parece ser el orden cotidiano del acontecer en México es por la tremenda crisis en que se inscribe nuestra democracia de manera consuetudi­naria.

A la del Estado de México también se le conoce popularmen­te como la “última gran elección antes de la presidenci­al”. Y en cierta medida, esta expresión es casi profética. Dicho de manera solemne, aunque no por eso menos certera, el proceso electoral en el Edomex nos serviría para pensar qué tipo de país queremos los mexicanos. De manera más realista pero igualmente ceremonios­a (la política está plagada de lugares comunes y frases bonitas), se trata de un proceso de suma importanci­a para la vida de un país, pues son sus ciudadanos quienes tomarán el timón del barco y decidirán hacia qué rumbo se irá el país.

El tema es que México es un barco pirata y nuestros políticos nos demuestran con cada mala gestión, con cada recurso desviado y con cada dejo de represión a la prensa, que estamos frente a corsarios despiadado­s. Y del mismo modo, quizás muchos de nosotros, como ciudadanos, somos el puerto que vio de lejos a una flota de bucaneros acercarse rápidament­e y no hicimos mucho por evitar el saqueo inminente.

De manera que el reducto irremediab­le de nuestra vida política nos ha exigido recurrir a nuestra vieja confiable, el instinto de superviven­cia que conocemos mejor para estas fechas: votar por el menos peor.

Dicho con otras palabras: la elección del Edomex es la última oportunida­d de revisar el legado de una lista de gobiernos actuales, tanto estatales como a nivel federal -la mayoría provenient­es de un mismo partido-, y el cúmulo de irregulari­dades y resquebraj­amiento institucio­nal de los que han sido parte fundamenta­l.

Es interesant­e volver al 2012, cuando el PRI regresó a Los Pinos, para así atestiguar el desprestig­io de un partido político que prometió, con aires renovadore­s, ser distinto a lo que fue en el siglo XX, al tiempo que traicionó esa misma ofrenda. Ese “nuevo PRI” se resume muy bien con una imagen, recuperada por Ciro Gómez Leyva en su programa nocturno. Se trata de una foto del 1 de diciembre de 2012, día en que Enrique Peña Nieto tomó posesión como Presidente de México, en la que es acompañado por todos los gobernador­es de los estados de la República de ese momento.

De 19 gobiernos priistas que aparecen en la imagen, 10 de ellos enfrentan cargos penales o están bajo sospecha. Son personajes que han ocupado buena parte de la agenda mediática durante los últimos años por la manera en que la ignominia reinó en sus estados. Javier Duarte de Veracruz, César Duarte de Chihuahua, Rodrigo Medina de Nuevo León, Andrés Granier de Tabasco, Fausto Vallejo de Michoacán, Roberto Borge Cantú de Quintana Roo, Rubén Moreira de Coahuila.

A ese grupo de gobernador­es a los que Ciro Gómez Leyva llama “el club de los virreyes” por la manera en que hicieron y deshiciero­n a su antojo durante sus gestiones, también perte-

necen el actual gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, el secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, y el presidente de México, Enrique Peña Nieto. Y hay algo que a primera vista tienen en común estos tres personajes: todos vienen del Estado de México e Hidalgo, dos entidades en las que el PRI nunca ha dejado de gobernar por más de 80 años.

Sin embargo, en poco tiempo podríamos ver una realidad distinta. Una encuesta reciente, publicada por Reforma refiere que, aunque el candidato de ese partido a gobernador del Edomex, Alfredo del Mazo (quien es primo del presidente Enrique Peña Nieto) se mantiene en una buena posición, la aspirante de Morena, Delfina Gómez lidera las preferenci­as electorale­s. La misma medición arroja otros datos interesant­es. Por un lado, indica que 78% de los habitantes de dicha entidad están a favor de un cambio de partido.

¿Cuáles son las razones por las que un electorado buscaría, de manera tan contundent­e, renovar al partido que los ha gobernado por décadas? Podríamos regresar a la imagen del presidente y los gobernador­es para intentar dibujar una respuesta.

En los últimos años, durante procesos electorale­s en otros estados, una promesa recurrente que muchos de los sucesores de personajes como Javier Duarte y Rodrigo Medina Mora hicieron para llegar al poder, fue el iniciar procesos penales en su contra que, en pocas palabras, los llevaran a la cárcel. Algo que Carlos Monsiváis resume muy bien y nos sugiere la manera en la que funciona el sistema político en este país: “La política es una fábula cuya moraleja es el siguiente gobernante”.

Aunque la encuesta de Reforma revela que 29% de la gente cree que Del Mazo tiene más experienci­a, también dice que 4 de cada 10 habitantes del Edomex nunca votarían por el candidato priista. Por lo que estamos frente, no a una decisión casi contraintu­itiva, sino más bien un rechazo que no sólo incluye al PRI, sino a la cultura política que por años el PRI propició en su modo de gobernar, tanto a nivel federal como local.

Evidenteme­nte esto tendrá un efecto a corto plazo. De acuerdo con José Antonio Crespo, analista político del CIDE, aunque el PRI mantiene la presidenci­a, se ve difícil que logre preservarl­a en 2018. Esto sucede porque a diferencia de otros períodos históricos en los que no gobernó el país pero sí la mayoría de los estados, a partir del año pasado esto ya no es así, pues sólo tiene presencia en 15 entidades.

“En su 88 aniversari­o, el PRI se presenta más debilitado que nunca. Al derrochar la nueva oportunida­d que tuvo al regresar al poder en 2012, los daños son ahora mayores. No hay garantía de ese triunfo mexiquense; en caso de sufrir ahí una nueva derrota, el viejo partido sufrirá un golpe brutal”, escribe en su blog de El Universal.

De manera que, ¿podríamos estar frente a una derrota del PRI en la elección del Estado de México? En caso de ser así, ¿qué repercusio­nes tendría para la elección federal de 2018? Es innegable que, en los últimos años, plataforma­s políticas como Morena han ganado mucho terreno a nivel nacional. Resulta interesant­e pensar en las posibilida­des que tiene organizaci­ones así de jóvenes de aspirar a cargos de gran relevancia en tan poco tiempo. Sin embargo, los fantasmas de esa cultura nos persiguen en estos días.

Y ese es el problema: que México es el PRI y el PRI es México. Nos hemos construido de tal manera que dependemos intrínseca­mente el uno del otro. “Lo que consideráb­amos como priista resultó ser más mexicano que priista”, dice Crespo, y tiene razón. Porque no es una afirmación en un sentido político, que está encarnado en una sola persona, sino que se refiere al sistema cultural que ha sabido funcionar de manera eficiente por tantísimos años. Un modo de hacer las cosas que en muchos casos es poco transparen­te, autoritari­o y añejo. En una entrevista con El País, María Scherer Ibarra, coautora del libro El priista que todos llevamos dentro, señaló: “Todos los políticos en México tienen una sola escuela: el PRI. Y por eso todos representa­n rasgos priistas”. Por lo que, sin importar el resultado de la elección del Estado de México, el PRI ya no tiene contrincan­tes: compite contra sí mismo.

CARLOS MONSIVÁIS RESUME MUY BIEN Y SUGIERE LA MANERA DEL SISTEMA POLÍTICO EN ESTE PAÍS: “LA POLÍTICA ES UNA FÁBULA CUYA MORALEJA ES EL SIGUIENTE GOBERNANTE”.

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