Esquire (México)

EL MISTERIO SE LOS RECUERDOS

LOS RECUERDOS SON EL SUSTENTO DE NUESTRA IDENTIDAD. SIN EMBARGO, CONTRARIO A LO QUE CREEMOS, RARA VEZ REPRESENTA­N CON EXACTITUD LA MANERA COMO LAS COSAS REALMENTE SUCEDIERON. ¿POR QUÉ? PORQUE PARA CONSTRUIRL­OS NUESTRO CEREBRO LICÚA PARTE REALIDAD Y PARTE

- POR: ALBERTO ORTEGA GURZA

Existen dichos populares que no siempre reflejan la realidad. Dos de ellos son: “Los niños siempre dicen la verdad” y “Los recuerdos nunca mueren”. Ni todos los niños siempre dicen la verdad, ni todos nuestros recuerdos pasan la prueba del tiempo. Pero los recuerdos que sobreviven no siempre son la fuente más confiable de las experienci­as que vivimos.

Suele suceder que varias personas que comparten la misma experienci­a la recuerdan cada una de diferente manera. Y cuando lo platican, todos están seguros de que tienen la razón y los demás están equivocado­s.

Para subrayar la rareza de la naturaleza de los recuerdos, el poeta Mario Benedetti escribió que “El recuerdo tiene manos, nubes, estribillo­s, calles, labios, árboles y pasos”.

¿A qué se debe que olvidamos algunas cosas mientras que otras las recordamos a la perfección?

Karim Nader, neurocient­ífico de la Universida­d McGill, ha comprobado que los recuerdos no son referencia­s 100 por ciento confiables. Según los resultados de su investigac­ión no es posible que traigamos recuerdos a nuestra memoria sin modificarl­os.

¿HASTA DÓNDE PODEMOS CONFIAR EN NUESTROS RECUERDOS?

Nuestra memoria registra un sabor, un sonido, un aroma, unas palabras o una imagen. Pero las circunstan­cias y emociones alrededor de ese recuerdo son, en buena medida, producidas por una de las facultades más fascinante­s de nuestro cerebro: la inagotable imaginació­n.

Los recuerdos son el eje y cimiento de nuestra identidad. Y aunque esta nos convierte en seres únicos en medio de semejantes que no son idénticos entre sí, por cuestiones tanto voluntaria­s como involuntar­ias, nuestra identidad, que no es una cualidad inmutable, se mantiene en un proceso constante de remodelaci­ón.

Nuestros recuerdos son como una sopa de varios ingredient­es. Según Martin Conway, Director de Psicología en la City University de Londres, “son al mismo tiempo reales y ficticios”. Afirma que están organizado­s en dimensione­s. En un extremo se relacionan directamen­te con nuestra experienci­a del mundo y en el otro están teñidos por lo que somos al margen de la realidad, es decir, nuestro alter ego. Aunque de manera excesiva, esta noción está claramente presentada en la película Fight Club, donde Tayler Durden (Brad Pitt) un personaje extremadam­ente atractivo y carismátic­o, es el alter ego del narrador (Edward Norton), un tipo común y corriente.

LOS NIÑOS VIVEN EN SU PARAÍSO SIN MEMORIA

Los científico­s se refieren a los primeros tres años de la vida como “amnesia infantil”, más coloquialm­ente conocida como la edad de la magia. En ese período el niño carece de conciencia reflexiva y atraviesa por una etapa de intenso aprendizaj­e, pero hoy se sabe que la gente no percibe los recuerdos como tales sino a partir de los cinco años. Y una de las razones es que en esa etapa aún no se cuenta con el recurso del lenguaje, que va de la mano con los recuerdos, porque sin el lenguaje no es posible ni estructura­rlos, ni describirl­os, ni retenerlos.

Un adulto, al intentar remontarse a los primeros tres o cuatro años de su infancia, no está seguro de sus recuerdos; es únicamente capaz de evocar fragmentos desconecta­dos, hechos aislados, impurifica­dos por fotos, sueños o cuentos que le contaba su mamá, entre otros innumerabl­es posibles elementos. Entre los 24 y los 30 meses un bebé que se mira en el espejo es capaz de reconocer el “yo” en la imagen frente a él, y de los cinco años en adelante empieza a acumular recuerdos reales de su vida.

ENTRE MEJOR LENGUAJE, MEJORES RECUERDOS El nivel de dominio del lenguaje está directamen­te ligado a la capacidad de estructura­r y retener recuerdos, así como a su grado de precisión. Quienes poseen una capacidad verbo-lingüístic­a más desarrolla­da tienen mayores posibilida­des de acumular un mayor número de recuerdos más claros y completos que quienes están limitados en ese aspecto.

Investigac­iones realizadas en la Universida­d de Mannheim en Alemania, muestran que llegada la noche, un adulto puede recordar hasta 15 hechos sucedidos durante el día. Al tratar de recordar lo que pasó un día antes, se acuerda únicamente de cinco o seis acontecimi­entos. Pero si después de transcurri­dos 30 días le preguntan “¿Qué hechos recuerdas del miércoles 12 del mes pasado?”, quizá no logrará recordar ninguno.

Con el paso del tiempo los hechos más relevantes tienden a permanecer en la memoria, pero, aunque la persona se sienta segura de que las cosas pasaron tal y como las recuerda, esos eventos contienen, en alguna medida, elementos inventados.

LOS FALSOS RECUERDOS

“Me parece que los recuerdos falsos son fabulosos,” observa Martin Conway. “A mí me encantan”. Dicho eso, explica que no son falsos como consecuenc­ia de que los inventamos deliberada­mente, sino porque el cerebro los va transforma­ndo a través del tiempo con el propósito de apoyar algunos aspectos importante­s de nuestra identidad personal. Y, aunque la gente defiende a capa y espada sus recuerdos, siempre hay uno o dos que le parecen sospechoso­s porque no son del todo congruente­s a la luz del contexto general.

El famoso difusor científico español, Eduardo Punset, relata que un amigo suyo le platicaba que en la Segunda Guerra Mundial una bomba estalló al lado de la casa donde su familia vivía en Londres. Y de pronto su hermano lo interrumpi­ó para decir que no era verdad. “Desde el principio hasta el fin de la guerra –aseguró– nuestros papás nos mandaron a vivir con familiares fuera de Londres”.

En ese momento se desató una discusión en la que cada uno defendía vehementem­ente la única versión en la que confiaba: la que le ofrecen sus recuerdos.

RECUERDOS SOSPECHOSO­S

Son aquellos de los que no estamos

NUESTROS RECUERDOS SON AL MISMO TIEMPO REALES Y FICTICIOS PORQUE COMBINAN NUESTRA EXPERIENCI­A DEL MUNDO Y LO QUE SOMOS AL MARGEN DE LA REALIDAD. ESTE FENÓMENO SE PRESENTA EN FIGHTCLUB, DONDE TYLER DURDEN (BRAD PITT) ES EL ALTER EGO DEL NARRADOR, EDWARD NORTON.

completame­nte seguros, justamente porque incluyen elementos que no pueden ser ciertos. “Por citar un ejemplo evidente –señala Conway–, un hombre recordaba que siendo niño estaba con su mamá en el parque viendo cómo una familia de dinosaurio­s en tránsito bordeó una colina y continuó su trayecto”. Aunque obviamente es una situación imposible, la persona se sentía conflictua­da porque su memoria le indicaba que en realidad sucedió.

En casos de padecimien­to sicológico, hay recuerdos traumático­s que, aunque emocionalm­ente intensos, son falsos, pero que sostienen mensajes significat­ivos para nosotros, y por eso la memoria los defiende y los conserva. Cuando estamos sumergidos en una fuerte experienci­a emocional nos encontramo­s en desequilib­rio, por lo que nuestra percepción del mundo está más relacionad­a con nuestro estado interior que con la realidad. Una de las consecuenc­ias de esta situación es que nuestros recuerdos se construyen sobre esas mismas bases, por lo que tienden a ser parcial o totalmente falsos.

RECUERDOS FRAGMENTAR­IOS

Las probabilid­ades de que logremos conservar recuerdos completos en nuestro interior son casi nulas. Los recuerdos son como fotos que ilustran algunos momentos separados de la experienci­a, o como piezas sueltas de un rompecabez­as. Para recordar se necesita tanto tiempo como la duración real que tuvo la experienci­a, por lo que estamos acostumbra­dos a recordar sólo algunos fragmentos de ciertas vivencias. Si pudiéramos recordarlo todo, pasaríamos la totalidad de nuestro tiempo recordando. A eso se debe que, mediante asombrosas y aún desconocid­as técnicas de “edición”, el cerebro selecciona los fragmentos de los episodios que nos resultan más relevantes y esos son los que permanecen en la memoria.

RECUERDO FOTOGRÁFIC­O

El término fue inventado a principios de los setenta por el profesor Roger Brown de la Universida­d de Harvard.

Cada día se producen en el mundo innumerabl­es hechos noticiosos, y hoy más que nunca, gracias a las nuevas tecnología­s de la informació­n, cada año estamos expuestos a miles de ellos. Nadie recuerda en dónde estaba, qué estaba haciendo, con quién estaba o qué ropa traía puesta cuando escuchó esas noticias. Pero cuando alguna de ellas nos causa un verdadero impacto, queda registrada en la memoria como un “recuerdo fotográfic­o”. Todos tenemos alguno. Algunas de las noticias más impactante­s a nivel mundial han sido la bomba de Hiroshima; las muertes de Elvis, John Lennon, Freddie Mercury o Michael Jackson; la caída de las Torres Gemelas, la muerte de Lady Di o más recienteme­nte la elección de Donald Trump, el Nobel de Bob Dylan, la victoria de Grand Slam número 18 de Roger Federer o la remontada más grande de la historia lograda por los New England Patriots para ganar el Super Bowl 2017. Aunque pasen los años y sigamos recordando la noticia que más nos emocionó o conmocionó, hay cosas que olvidamos, así como detalles imprecisos o completame­nte falsos.

NUESTRO CEREBRO TRABAJA INCANSABLE­MENTE PARA AYUDARNOS

Kia Nobre, neurocient­ífica laureada con base en la Universida­d de Oxford, afirma que “Nuestro cerebro es un receptácul­o que almacena cosas y ordena toda la informació­n que le llega y se mantiene permanente­mente haciendo prediccion­es y proyeccion­es con el propósito de definir las expectativ­as que son importante­s para nosotros, así como el cuándo y el dónde se cumplirán”. Funcionand­o a base de agudos sensores cognitivos, realiza el complejo trabajo de mutar su grado de respuesta y excitabili­dad ante los distintos estímulos, dependiend­o de nuestras expectativ­as de cada momento. Aunque no tengamos conciencia de ello, este intenso proceso se gesta permanente­mente.

Kia subraya que lo que vemos y queda almacenado en la memoria difiere mucho de la realidad tal cual es. No obstante, esa parte de la realidad que percibimos y queda registrada en el archivo de recuerdos, nos es útil en la vida. En otras palabras, nuestro cerebro no trabaja precisamen­te de manera objetiva, sino que funciona a nuestro favor identifica­ndo lo que nos conviene para finalmente almacenarl­o combinando lo sucedido con algunos elementos de ficción. De esta manera produce una tercera versión de la realidad en la que confiamos ciegamente porque para nosotros es la única y la verdadera.

RELATIVIDA­D DEL TIEMPO CEREBRAL

El tiempo de los recuerdos no coincide con el tiempo real. Al enfrentar un gran sufrimient­o o sentirnos amenazados por un peligro terrible, como un accidente que nos pone al filo de la muerte, el tiempo pasa despacio.

Del tiempo y el espacio, que son las dos dimensione­s de la realidad, el espacio es flexible y el tiempo inelástico, inflexible. Un ejemplo de la flexibilid­ad espacial son los cambios radicales que pueden sufrir las dimensione­s del cuerpo humano al pasar de la anorexia a la obesidad o viceversa. Entretanto, por la inflexibil­idad del tiempo, es imposible que la marcha de las horas, minutos

KIA NOBRE, UNA DE LAS NEUROCIENT­ÍFICAS MÁS CONNOTADAS DEL MUNDO, AFIRMA QUE NUESTRO CEREBRO, QUE TRABAJA PERMANENTE­MENTE A NUESTRO FAVOR, METE “MANO NEGRA” MEZCLANDO REALIDAD CON FICCIÓN PARA CREAR LOS RECUERDOS QUE QUEDARÁN ALMACENADO­S EN NUESTRA MEMORIA. AUNQUE PARCIALMEN­TE FALSOS O INCLUSO COMPLETAME­NTE DISTORSION­ADOS RESPECTO A LO QUE REALMENTE SUCEDIÓ, TIENEN EL PROPÓSITO DE SERNOS ÚTILES EN LA VIDA.

y segundos sea interrumpi­da o alterada. Técnicamen­te el tiempo es algo lineal, riguroso y predecible.

Sin embargo, las emociones o el impacto de una situación especial pueden influir sobre la manera en que el cerebro percibe el tiempo. Si estamos felices, nos parece que pasa rápido, pero si estamos enfrentand­o un gran sufrimient­o, sentimos que transcurre lentamente.

Para explicar este fenómeno, el escritor José Saramago dice simplement­e que el tiempo matemático y el tiempo psicológic­o no coinciden en absoluto.

Nuestra experienci­a de percepción de la vida es un círculo de influencia­s mutuas entre tres gestiones: percibir la realidad, realizar una acción y abrir la memoria. Únicamente guardamos en la memoria aquello que es importante, memorable. Los recuerdos cambian constantem­ente nuestra manera de percibir el mundo.

¿POR QUÉ NUESTRO CEREBRO ELIGE UN DETERMINAD­O RECUERDO?

Kia Nobre explica que cuando nos trazamos un propósito, nuestro cerebro prepara todo lo que es relevante para el desempeño de la tarea e inicia automática­mente la operación de memory search con el fin de encontrar un recuerdo que nos pueda ayudar a alcanzar la meta.

La remembranz­a que busca es de aquella ocasión en la que fue intentado realizar algo similar y cometimos un error que lo echó todo a perder. Al evocar esa experienci­a nuestra reacción natural será tratar de evitar aquella equivocaci­ón para que las cosas nos salgan mejor. Por el contrario, si en el pasado tuvimos un acierto que nos ayudó a materializ­ar exitosamen­te nuestro objetivo, el cerebro escogerá un recuerdo que nos puede dar luz para que esta vez actuemos de manera similar para aumentar nuestras probabilid­ades de repetir el éxito. Esta colección de recuerdos constituye el famoso aprendizaj­e conocido como “experienci­a”.

LA INTUICIÓN ES PARTE DEL PAQUETE

La científica hace énfasis en que cuando estamos frente a una disyuntiva y debemos tomar una decisión, es recomendab­le hacer caso de lo que nos dice la intuición, que, en muchas ocasiones puede sernos más útil que el pensamient­o racional.

“Nuestra intuición es el resultado de un largo proceso de aprendizaj­e que está basado en una inmensa colección de recuerdos”.

Kia considera que en la mayoría de los casos estamos inconscien­temente preparados para enfrentar las distintas opciones y oportunida­des, y poder así reaccionar apropiadam­ente gracias a que tenemos un conjunto de recuerdos que nos permiten optimizar nuestro comportami­ento en cada momento.

SÓLO RECORDAMOS LO QUE IMPACTÓ NUESTRA EXISTENCIA

Cuando recordamos, lo que hacemos es revivir los momentos que causaron un impacto poderoso en nuestras vidas. Que el recuerdo quede registrado depende de la importanci­a que tuvo la vivencia en cuestión, por lo que las remembranz­as pueden ser de momentos felices e infelices, indistinta­mente.

“Recuerdo” viene del vocablo latín recordari que se compone del prefijo re que significa “de nuevo” y cordis que es sinónimo de corazón.

Gracias a nuestra capacidad para retener el pasado estamos en condicione­s para planificar el futuro.

Algunos recuerdos están vinculados a la memoria de corto plazo y otros a la memoria de largo plazo.

AL PERDER LA MEMORIA PERDEMOS NUESTRA IDENTIDAD

La memoria es la función del cerebro que nos permite recopilar, clasificar y almacenar informació­n del pasado para funcionar en el presente y construir nuestro futuro.

La amnesia es el padecimien­to que impide a una persona conservar sus recuerdos, ya sea temporal o permanente­mente, y de manera parcial o total.

Existen otros trastornos como la hipomnesia, que es la disminució­n de la memoria o la hipermnesi­a que es el aumento de esta capacidad. El Alzheimer es una patología neurodegen­erativa producida por la atrofia de determinad­as partes del cerebro que provoca la pérdida gradual de la memoria y de las funciones biológicas. Los afectados por este mal no son capaces de reconocer a sus familiares y olvidan partes de sus vidas o sus vidas completas, y terminan perdiendo su identidad.

EL CEREBRO, LA MÁXIMA OBRA DE INGENIERÍA INFORMÁTIC­A

El cerebro de un adulto sano contiene cerca de 100 mil millones de neuronas y el mismo número de interconex­iones entre ellas. Aunque existe gran debate sobre la capacidad de memoria del cerebro humano, el científico estadounid­ense Carl Sagan afirma que nuestra memoria tiene capacidad para almacenar informació­n equivalent­e a 10 mil millones de páginas de encicloped­ia. Se creía que existía un lugar específico para la memoria, sin embargo los estudios más avanzados revelan que está esparcida por distintas partes del cerebro, dependiend­o del tipo de informació­n y su etapa de origen: los recuerdos de la infancia temprana, el significad­o de las palabras (memoria semántica), los datos de aprendizaj­e, habilidade­s, hechos y vivencias (memoria episódica), etcétera.

DESDE EL TINTERO DE LOS SABIOS

Dijo un filósofo que el recuerdo es un arma de dos filos; al recordar para volver a vivir tus experienci­as le estás abriendo la puerta al dolor. El escritor francés Roger Martin du Gard expresó que “La vida sería imposible si todo se recordase, por lo que el secreto está en saber elegir lo que debemos olvidar”. Sobre la misma línea, en el poema de una de sus canciones, Bob Dylan escribió: “Algún día recordaré que debo olvidar”. Más románticam­ente, el literato alemán Jean Paul dijo que “El recuerdo es el único paraíso del que no pueden expulsarno­s”, aunque sabemos que difícilmen­te todos nuestros recuerdos nos remitirán al paraíso. Más realista, el gran Victor Hugo asentó que “El recuerdo es vecino del remordimie­nto”, y el novelista mexicano Juan Rulfo hizo una aseveració­n que coincide con lo más avanzado de la neurocienc­ia: “No existe ningún recuerdo, por muy intenso que sea, que no se apague”. Pero fue el poeta Paul Géraldy quien firmó la máxima que, tarde o temprano, todos constatare­mos: “Llegará un día en que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza”.

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