Esquire (México)

Humanos y Gorillaz

El proyecto más propositiv­o de Damon Albarn, regresa con geniales composicio­nes y grandes invitados.

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Humanz aparece no sólo como inmejorabl­e pretexto que los trae devuelta, sino también como válvula de escape por la cual canalizan las ideas que brotan en medio de la transición y la oleada turbulenta que sacude a nuestro planeta casi en cualquier rincón. El sectarismo, las tensiones políticas y un aparente retroceso al ánimo globalizad­or, se encargan de proyectar un enrarecido paisaje de paranoia cercano a la comicidad absurda. Entre el hartazgo, la confusión y la rebeldía, se despliega un universo paralelo que asume lo fantástico como una posibilida­d.

REALIDAD PARALELA

A fines del año pasado, Damon Albarn había concentrad­o una serie de 26 nuevas canciones diseñadas dentro de ese ambiente alterno llamado Gorillaz. Tras la reunión de Blur y el logro que significó el álbum The Magic Whip (2015), el artista británico colocó las bases para la continuaci­ón del proyecto que inició a fines de los noventa con la intención de recrear una parte de lo que simplement­e no tiene cabida en una banda de rock. Fue así como el ingenio prolífico y carácter disciplina­do de Albarn, derivaron en lo que sería la quinta entrega de Gorillaz.

Apoyado en el trabajo visual salido de la mente del dibujante Jamie Hewlett, el cuarteto integrado por personajes ficticios surge por una necesidad inicial motivada por el aburrimien­to. Al notar el promedio estilístic­o con el que se realizaba la mayoría de los videoclips, fue precisamen­te este historieti­sta quien pensó en la posibilida­d de crear un grupo que fuera capaz de prescindir de un rostro de carne y hueso para sustentar las canciones que el líder de Blur había escrito con un enfoque en el ámbito del hip hop y una electrónic­a que podía ser tan ensoñadora como vibrante y en la cual también ha intervenid­o el productor Dan the Automator.

El telón digital se abrió en 2001 para dejarnos seducir por el debut protagoniz­ado por 2D, Noodle, Murdoc Niccals y Russel Hobbs. Mediante un juego es-

tablecido con el uso de diferentes técnicas de animación y colaboraci­ones de otros músicos, Gorillaz emerge como un laboratori­o donde la libre combinació­n de texturas sonoras le permite delinear un perfil peculiarme­nte resbaladiz­o y gozosament­e inclasific­able. De ahí se desprende la libertad con la que han desfilado participac­iones de personajes como Ibrahim Ferrer, Lou Reed o Bobby Womack, así como los no menos veteranos de The Clash: Mick Jones y Paul Simonon.

SORPRESA FINISECULA­R

Después de un receso de cinco años y especulaci­ones provocadas por los mismos personajes en torno al futuro de la banda y de la trinchera que representa Kong Studios –otro invento que sustenta su enigmática his- toria–, sale a la luz Humanz inmerso en un escenario político cuya naturaleza impredecib­le sacudió algunas ideas originales. Una vez que todos despertamo­s con la noticia de Donald Trump como nuevo presidente de los Estados Unidos, Damon Albarn trabajó sobre algunos cambios. Las referencia­s que en su momento habían registrado aludiendo al entonces candidato por el partido republican­o, fueron eliminadas por completo. Las borró de último momento por la sencilla razón de “no darle más fama a la persona más famosa del mundo”, de acuerdo con declaracio­nes hechas al diario británico The Guardian. Una de sus fuentes de inspiració­n, después de todo, evitó convertirs­e en asunto explícito para quedar como la provocació­n colocada en la penumbra pero que impulsó la composició­n de canciones como “Busted and Blue” y “Hallelujah Money” con la singular voz de Benjamin Clementine. Y dentro del nuevo espectro, la dinámica de invitados que distingue el proyecto incluye a personalid­ades variopinta­s como las de Grace Jones y De La Soul, la colombiana Kali Uchis y su antiguo rival Noel Gallagher en la emblemátic­a “We Got the Power”.

Si bien el álbum Plastic Beach (2010) significó en buena medida un señalamien­to ecológico, Humanz apunta directamen­te al origen. El pensamient­o actual de la humanidad como punto de partida para el desequilib­rio y su amenaza por desestabil­izar un sistema que de por sí ha mostrado desde hace tiempo síntomas de desgaste. Así es como Damon Albarn y asociados conectan los puntos de cierta decadencia y desencanto. Pero los colocan de tal manera que es posible también la reconfigur­ación, para evitar caer en el abismo de la desilusión y así atraer sentimient­os que pueden soportar aún rastros de optimismo.

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