Don Lucas y el General
La Primera Guerra Mundial dejó una terrible hambruna en Europa, y la antigua Yugoslavia no fue la excepción; muchos emigraron a América en busca de mejores oportunidades.
Es así como la historia de Don Lucas Pavlovich Vucovich nos deja una huella muy especial: nacido en Petrovac na
Moru en la región de Montenegro, antigua Yugoslavia (hoy Montenegro), muy joven llegó a la ciudad de Nueva York, cargado de sueños y con hambre de triunfo. Por azares del destino se dirigió después a la ciudad de Hermosillo, Sonora y se aposentó en esta región inhóspita de clima -y tal vez, de muchos otros aspectos-.
Sin embargo, por muchas razones fue una tierra que amó profundamente, que trabajó y en la que formó su gran familia; durante este tiempo, también tuvo la distinción de ser cónsul de Yugoslavia.
Fue uno de los pioneros en la agricultura de principios del siglo XX, en especial del cultivo de la naranja, donde edificó junto a Felipe, su hermano, un próspero negocio que le permitió vivir épocas de bonanza, a pesar ser años muy difíciles por el efecto de la crisis bélica global.
TENDIENDO PUENTES
La historia de
Sonora se dibuja desde otros ángulos, esta vez, el de uno de los primeros productores de vino en forma comercial; estos documentos que se presentan atestiguan una grata y curiosa anécdota de una carta y su réplica.
Documentos que
provienen del archivo personal de la señora Maria Tapia de Obregón, siendo el doctor Joaquín Robles
Linares, historiador y expresidente de la Sociedad Sonorense de Historia, quien amablemente nos hace llegar este jirón del tiempo al compartirnos este tesoro documental. Aquí una carta que Don Lucas le escribió al General Álvaro Obregón en 1927, adjunta a un par de damajuanas (garrafas) de sus primeras versiones de vino blanco y tinto, así como la chispeante -cuanto sincera- respuesta que recibió sobre el prometedor proyecto. En aquellos tiempos, Don
Lucas Pavlovich y su hermano, Don Felipe, crearon una incipiente industria vitivinícola con sentido comercial. A pesar de estas áridas tierras, su visión, pasión y arduo trabajo supieron arrancarle lo mejor a nuestro adverso clima; sin duda, el vino es magia, es historia y construye puentes de amistad.