Garrido confirmó en Acho
Plaza de toros de Acho, Lima, Perú, más de media entrada; toros de Santa Rosa de Lima para Manuel Escribano, Paco Ureña y José Garrido, éste último que confirmó alternativa.
Garrido dejó claras sus intenciones desde el recibo a portagayola y las enjundiosas verónicas con las que saludó en el toro de la ceremonia. También de hinojos inició el trasteo de muleta y buscó acoplarse, pero se fue agotando el burel para entonces pisar cercanías el diestro y exponer, rematando con un epedazo entero que le hizo saludar una ovación en los tercios. Con su segundo la faena caló pronto entre la afición con delantales y chicuelinas en el primer tercio para continuar en una faena cargada de torería y detalles, con muletazos de mucha profundidad, plasticidad en la expresión y hambre del diestro.
Se esperaba a Manuel Escribano tras su ausencia por cornada en la pasada feria y correspondió a la expectativa con entrega, recibiendo con largas cambiadas de rodillas a su primero y continuando por verónicas y chicuelinas, elevando las sensaciones con las banderillas y conectó cambiándose al toro por la espalda. La poca duración de su oponente hizo que el trasteo no tomara vuelo. Se fue a portagayola en su segundo y continuó con un variado repertorio capotero para nuevamente encender a la concurrencia con los palitroques. Hubo momentos en la muleta de toreo lento y templado, con actitud y ganas por parte del sevillano ante la pérdida de gas del astado, cerrando su faena por ajustadas bernadinas mirando al tendido. El acero encontró hueso y tras el final saludó una ovación.
El estoicismo y toreo relajado de Paco Ureña se hicieron presentes en el saludo a la verónica a su primer burel; encajado y con cadencia estuvo Ureña con el percal para luego ajustarse en estatuarios donde el de Santa Rosa le apretó. Puso todo de su parte el torero murciano pero no hubo opciones de lucimiento dejando una estocada entera desprendida de rápido efecto. La misma suerte corrió en su segundo, que se desentendía de las suertes y con el que expuso el torero en busca del lucimiento, dejando momentos sueltos de notable valía.