LAS REGLAS Y LOS REGLAZOS
Por Eduardo Brizio
ebrizio@hotmail.com
SIN PATEAR EL PESEBRE
Desafortunadamente para el futbol, los analistas arbitrales hemos invadido los espacios en los medios de comunicación, para restar, en vez de sumar; confundir; en lugar de clarificar; ponderar premisas personales, antes de verdades universales; anteponiendo el ego, olvidando nuestras raíces.
Son tantas cosas que escapan a mi entendimiento, que la verdad sea dicha, no sé por dónde empezar.
El gran problema que atañe a los ex silbantes que nos desempeñamos como “expertos” en reglas de juego, no es que queramos que los actuales jueces dirijan un partido como lo solíamos hacer nosotros, el gran error estriba en pretender “que arbitren como nosotros soñamos hacerlo alguna vez”, lo que lo convierte, en automático, en una ilusoria utopía. Sin mencionar las amarguras, revanchismos y complejos que nos inducen, a veces, a decir, olvidando la responsabilidad y la ética con la que nos deberíamos de conducir (por ejemplo): “No la quiso ver”, ¿Acaso cuando nosotros pitábamos, no “quisimos” ver una jugada?
En un juego protagonizado por el error, al único que se le exige la perfección, es al árbitro ¡La suerte está echada!; sin embargo me parece que una buena parte de nuestro quehacer debería de estar dirigido a que la familia del futbol comprendiera las circunstancias en las que se toman las decisiones.
Es más fácil “crucificar” al nazareno, luego de varias repeticiones televisivas, desde múltiples ángulos y a diferentes velocidades, “olvidando” que el otrora hombre de negro, no cuenta con tantos elementos de juicio y su marcación depende de la distancia entre él y el incidente, el ángulo de visión, la velocidad de la jugada y por qué no decirlo, “el entorno del partido”.
Eso del “entorno del partido”, no
es un alucinado invento de mi persona, es un concepto plasmado en la regla de juego.
Otra situación que desconocen los aficionados y han olvidado los implacables críticos, es que hay dos situaciones muy importantes para juzgar las decisiones que haya tomado un silbante: 1) La dificultad del partido: hay comentaristas que alaban el trabajo de un juez en un duelo en que no existieron jugadas polémicas, los goles fueron claros, no hubo necesidad de mostrar tarjetas y los futbolistas se dedicaron a lo suyo. Mientras que quieren guisar en chilpachole, una parte de la virilidad de otro árbitro que dirigió un partido “saca la pistola”, de altísimo grado de dificultad, plagado de faltas, jugadas polémicas, trampas, clavados, reclamos y otras linduras que ocurren en nuestro
querido deporte.
Y, 2) entender que, por diversas circunstancias, el error cometido en una jugada en particular, que incide directamente en la conducción o en el resultado del encuentro, era comprensible, debido al alto grado de dificultad que implicaba ¡Los juicios suelen ser sumarios!
Opino que si se les juzgara y se les exigiera por igual a jugadores, técnicos y directivos, otro gallo cantaría; pero con otros personajes que no sean los árbitros, suelen ser más indulgentes.
En un deporte protagonizado por el error y la trampa, somos quienes más deberíamos orientar la opinión pública, sin olvidar que alguna vez estuvimos en la cancha con un silbato en la boca; pero sobre todo… sin patear el pesebre.