Comienza la nostalgia
Rusia 2018 está próxima a decir adiós. La final y el juego por el tercer lugar es lo único que resta para tomar las maletas y emprender el viaje de regreso a nuestro querido México.
La estancia de más de un mes por estas tierras nos sirve para valorar nuestro maravilloso país y su gente, ya que Rusia nuevamente significó un gran aprendizaje a la hora de adaptarse a los horarios, el lenguaje y la distancia.
Cierto que en muchas cosas Rusia quedó a deber, como en el caso de lenguaje, transportación, desplazamiento y las industrias hoteleras y restauranteras.
No obstante, se sacó un 10 en cordialidad y apoyo en busca de ser un buen anfitrión. Los rusos estaban preocupados por serlo, a todas horas y ciudades te cuestionaban qué pensábamos de ellos, cómo los veíamos y qué impresión se llevaban de Rusia.
Los rusos sí estaban comprometidos en ser un buen anfitrión, estaban ocupados y preocupados para dejar una grata imagen, y no como la de hace varias décadas en donde eran fríos y hasta “mal encarados” con el sistema soviético que los regía.
Ellos pusieron de su parte, le sacaron provecho a las campañas de concientización, fueron tolerantes hasta el último grado y hasta el ruso de Moscú fue totalmente amable. El ver su ayuda y su colaboración, junto a los hermosos atardeceres, las grandes obras arquitectónicas de palacios, museos, teatros, hoteles; la belleza de su metro; la pulcritud en calles y avenidas; la riqueza cultural e histórica de sus raíces con la URSS; los sabores de sus sopas calientes; el color fugaz de noche; la tranquilidad de sus ríos y las increíbles bellezas femeninas, hacen que el nudo a la garganta se aproxime, pues desde ya comienza la nostalgia de partir de una gran nación, un pueblo tan grande, pero tan grande en agradecimientos que siempre se guardarán y llevarán en el corazón.