Pamplona, unos Sanfermines con muy poco toro
Pamplona, Esp.- El joven diestro peruano Roca Rey, que paseó un total de seis orejas en sus dos actuaciones, se convirtió en la feria de este año en el nuevo ídolo de la plaza de Pamplona (norte), tomando el relevo de Juan José Padilla. El Pirata, como se autodenomina el diestro, se despidió felizmente de una afición que se supone torista, pero que este año apenas pudo disfrutar ni de la bravura ni del trapío de los astados. En la desde hace ya más de medio siglo calificada como Feria del Toro, fue precisamente el toro el que más falló y no tanto en el factor siempre aleatorio de su juego, aunque también, sino en ese otro importante aspecto que siempre se llevó a gala exigir en esta plaza, el del trapío y la seriedad.
Una aparente seriedad que este año se basó únicamente en la aparatosidad de las cornamentas, siempre abundantes o exageradas, de todas las corridas, pues en el cuajo y en la hondura de las reses la mayoría los encierros dejaron mucho que desear por la desigualdad o la fealdad de hechuras de un buen número de ejemplares, cuando no por impresentables, como algunos muy terciados de Cebada Gago o los huesudos Miuras del cierre.
Solo un par de corridas resultaron completas, de presentación y juego, para hacer honores a las tradicionales exigencias de Pamplona: la del bierro de Puerto de San Lorenzo lidiada el día 7 y la de Jandilla del día 13, con el añadido de que esta, sin necesidad de exageraciones, lució el mejor y más armónico trapío y lidió varios ejemplares de gran juego.
Pero durante la feria, en una plaza donde los criterios en la concesión de trofeos dependen de factores festivos, emocionales y, casi, sociológicos, se pidieron y se dieron orejas de muy escaso valor para diestros que tiraron del infalible recurso del efectismo o que simplemente sufrieron percances que impresionaron al tendido.