HUMANIZAR LAS FINANZAS
Una nueva generación de financieros busca devolverle la confianza al sector mediante prácticas más inclusivas y éticas.
Aun joven financiero le dijeron en una reunión: “Qué difícil es tu puesto. Te toca decir mentiras y hacer malabares para tener contento al mercado”. A sus 32 años, Alfredo Nava es director de Financiamiento y Relación con Inversionistas de la desarrolladora inmobiliaria Vinte. Relata esta anécdota para ilustrar que hay dos lados desde donde mirar los negocios financieros. “Uno es la ambición por el dinero. El otro es saber que un buen plan de negocios, en una hoja de cálculo de Excel, puede cambiar la vida de la gente”, dice. Esta manera de entender las finanzas la comparten otros jóvenes ejecutivos y emprendedores que, según los especialistas, despegaron en su profesión durante los estragos económicos de la crisis de 2008, cuando la reputación del sector cayó tanto como los índices de las bolsas al revelarse algunas malas prácticas corporativas. “Había la percepción de que quienes trabajábamos en el sector financiero lo hacíamos motivados por lo económico”, afirma Javier Martínez Morodo, quien, a sus 32 años, se desempeña como director de Grupo Bursátil Mexicano (GBM) Digital. Ahora, el propósito es “humanizar las finanzas”, argumenta. Eso es entender que el sector tiene un impacto social y no sólo económico, que las inversiones son uno de los mejores medios para el desarrollo del país y que adoptar esta filosofía no significa renunciar a las ganancias.
ESPEJO OPTIMISTA
Para estos jóvenes financieros que nacieron a finales de la década de los 80, crecieron durante la recuperación económica de los 90, y su vida profesional despegó con el siglo XXI, la palabra “crisis” significa “oportunidad”. No padecieron, como sus padres, los desplomes constantes del peso y los saltos de la inflación. Tal vez por eso “tenemos un sentido positivo de que el mundo puede ser mejor”, considera Nava, economista egresado del Tecnológico de Monterrey. Para Gabriel Meizner, Investment Manager del fondo de inversión de impacto Adobe Capital, ese optimismo se refleja en que su generación no le tiene miedo al cambio. Egresado de Finanzas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Meizner dejó su trabajo en las inversiones inmobiliarias cuando una amiga le contó que trabajaba en un fondo de inversión de impacto, el cual financia empresas que resuelven problemas sociales o ambientales. “Dos semanas después, renuncié”, cuenta. Así descubrió el lado “bondadoso” del sector. “Cuando te das cuenta de que en una hoja de cálculo puede estar la solución
LA META DE ESTA GENERACIÓN: CONVERTIR LA PRÁCTICA FINANCIERA EN UN MOTOR DE CAMBIO.
financiera a problemas sociales y ambientales”. Ésa fue su motivación para saltar a Adobe Capital, que en 2012 lanzó su primer fondo por 20 millones de dólares y ha invertido en ocho emprendimientos que resuelven problemáticas de educación, salud, vivienda y energía. Generar impacto no es exclusivo de los fondos de inversión. En las compañías, esta generación también es identificada como factor de cambio que puede contribuir al bienestar social, afirma Martínez Morodo. ¿Cómo? Ampliando la capacidad de inclusión, proponiendo modelos financieros más versátiles y generando valor agregado a la empresa a través de buenas prácticas, transparencia y ética. GBM, por ejemplo, durante sus más de 30 años de experiencia como grupo bursátil se había concentrado en un nicho de mercado específico: “Financieros y gente sofisticada”, explica el directivo. Ahora, replanteó su misión para hacer más inclusiva su oferta, de la mano de la tecnología. En 2011 lanzó la plataforma de inversión en línea Gbmhomebroker y hoy es líder de operación en la Bolsa Mexicana de Valores.
MÁS ALLÁ DE LA FORMA
Estos cambios han traído nuevos aires al sector financiero, que atraviesa por un parteaguas, según José Antonio Quesada, director de la EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey. La transformación tiene como protagonistas a estos jóvenes financieros que arropan su profesión con transparencia y ética. De acuerdo con los expertos, estas palabras tomaron vuelo a partir de 2008. Pero la ética ya estaba allí desde antes, como un eje de formación en las escuelas, detalla Luis Felipe Martí, profesor del área de Factor Humano del IPADE. Sólo que ahora los jóvenes están más preocupados por trabajar en empresas que coincidan con sus valores, asegura Adriana Fraga, consultora de la firma de reclutamiento Hays. “Que algunos ya no usen corbata muestra un cambio en su patrón de comportamiento, que no sólo tiene que ver con la forma, sino con el fondo”, afirma Quesada. Actuar bajo esta filosofía no sólo enriquece a los financieros, también a las compañías. Martínez Morodo asegura que la ética y el compromiso social no son sinónimo de sacrificar ganancias, por el contrario, se genera valor agregado al negocio.