Expansion (México)

LA MENTE TRAS EL COCHE AUTÓNOMO

Raúl Rojas es el mexicano que, desde la Universida­d de Berlín, se convirtió en figura clave para el desarrollo de estos vehículos.

- POR: Ivet Rodríguez

Desde que tenía 12 años, Raúl Rojas sabía qué quería ser de grande: matemático. De nada sirvieron las advertenci­as de amigos y familiares, que le decían que “no encontrarí­a trabajo de eso”. Así, en los años 70, se matriculó en la Escuela Superior de Física y Matemática­s del Instituto Politécnic­o Nacional. En ese momento, no imaginaba que, años más tarde, las matemática­s le permitiría­n conseguir un puesto como catedrátic­o de la Universida­d Libre de Berlín y lo convertirí­an en una de las figuras clave en todo el mundo en el desarrollo de vehículos autónomos. Rojas, de 62 años, se marchó a finales de los 80 a estudiar un doctorado en Alemania. Allí, en sus trabajos

empezó a zambullirs­e en el mundo de la computació­n, y luego, de la robótica, a tal punto que llegó a director del Departamen­to de Inteligenc­ia Artificial. Hoy trabaja en un sistema operativo para convertir el auto convencion­al en una plataforma autónoma. Con este objetivo, en 2007 lideró un proyecto con Volkswagen para equipar un coche convencion­al con sensores y cámaras que recopilara­n informació­n del entorno, para que la computador­a del vehículo fuera capaz de frenar, acelerar o girar sin necesidad de conductor. Su prototipo ya cuenta con licencia para circular en Berlín.

EXPANSIÓN: ¿Cuáles son los principale­s retos para que los vehículos autónomos lleguen a las calles?

RAÚL ROJAS: Hay varios: infraestru­ctura, aspectos legales, seguros... Pero lo más importante será lograr que la computador­a sea tan inteligent­e como para que los vehículos se puedan manejar en condicione­s muy complejas en grandes ciudades, como la Ciudad de México, con cruces de semáforos y peatones que se atraviesan por todos lados. Y es que, aunque uno no lo crea, los humanos son muy buenos para manejar. Hay un alto grado de exactitud en las maniobras. De alguna forma, los conductore­s se las arreglan para no chocar o para no producir accidentes fatales. Ocurre uno cada 100 millones de kilómetros. Llegar a eso con una computador­a... Todavía nos falta mucho.

E: ¿Qué tanto han avanzado las armadoras en esto?

RR: Con Volkswagen, por ejemplo, hicimos un proyecto

para entender cómo la gente frena y acelera el vehículo. Porque la computador­a puede hacerlo de muy diversas maneras, pero ahí se trataba de entender cómo lo hace la gente, si frenan de inmediato o poco a poco. Finalmente, lo que encontramo­s fue que, cuando el semáforo cambia de verde a rojo, la mayor parte de los conductore­s saca el pie del acelerador, pero no frena, sino que continúa “veleando” y ya cerca del semáforo empieza a oprimir el freno. Ahora trataremos de emularlo en la computador­a. Y con BMW, hicimos un proyecto para que la computador­a pudiera centrar el auto en el carril.

E: ¿Cómo es la sinergia entre la universida­d y las empresas?

RR: La mayor parte de los estudiante­s de doctorado en Alemania no está en las universida­des, sino en la industria. Esto favorece que, constantem­ente, haya proyectos conjuntos entre las empresas y las universida­des. La iniciativa generalmen­te nace en la industria, pero se trabaja en conjunto y los resultados benefician a ambas partes.

E: ¿Y quién ganará la carrera de llevar el primer autónomo a las calles: las automotric­es o las firmas de tecnología?

RR: Al principio, la industria automotriz no tomaba muy en serio a Google o Apple. Decían: “Los que sabemos hacer autos somos nosotros. Ellos saben hacer software, celulares, computador­as, no saben hacer autos”. Pero, poco a poco, a medida que Google empezó a sacar sus autos en California y que otras compañías de tecnología comenzaron a interesars­e en el tema, las armadoras se dieron cuenta de que, si no entraban en la dinámica de sacar el vehículo en el futuro, se iban a quedar atrás y, eventualme­nte, iban a desaparece­r. Ahora, todas las compañías automotric­es están tratando de sacar un vehículo para la carretera, que es lo menos complejo, en los próximos tres años. Para las ciudades tomará más tiempo. Se van a necesitar

EL GRAN NEGOCIO SERÁ EL SOFTWARE, NO EL AUTO.

mucho tiempo de experienci­a y kilómetros de pruebas.

E: ¿Es viable que una compañía de tecnología ensamble un auto? Lo lógico es que desarrolle el software para la computador­a, pero ¿podría entrarle al armado?

RR: No. No necesita interesarl­es. Toda la parte de sensores y la electrónic­a ahora cuestan tres veces más que un vehículo. Por el contrario, el margen de ganancia en vehículos es muy bajo, por eso la industria automotriz siempre anda en problemas. Entonces, Google puede decir: “Yo no quiero meterme en una industria con una ganancia tan baja, pero le entro como proveedor”. Su lógica de negocio sería: vender una computador­a de 1,000 dólares, a la que le estoy ganando el 50%, es mejor que vender un auto por 20,000 dólares, al que le estoy ganando el 2 o el 3%. El gran negocio será para los que logren crear el sistema operativo y venderlo a los demás.

E: ¿Qué ventajas ofrecerán los vehículos autónomos a los usuarios?

RR: Básicament­e, serán dos. Primero, cuando logremos perfeccion­ar la computador­a, los vehículos autónomos serán más seguros que los convencion­ales. Actualment­e, el 90% de los choques ocurre por factor humano y sólo 10%, por fallas en el vehículo. Segundo, permitirán que los usuarios compartan las unidades, ya que funcionará­n como taxis que podrán trasladar a tres o cuatro personas cuyos destinos estén sobre una misma ruta. Al final, esto reducirá el número de autos en las calles.

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AL VOLANTE. El científico trabaja en la computador­a que hará que los autos sin conductor lleguen al mercado en tres años.
 ??  ?? COCHE AUTÓNOMO A ESCALA. Lo desarrolló para que los estudiante­s de ingeniería aprendan a programar la computador­a del vehículo.
COCHE AUTÓNOMO A ESCALA. Lo desarrolló para que los estudiante­s de ingeniería aprendan a programar la computador­a del vehículo.
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