Expansion (México)

DOS CABEZAS, MEJOR QUE UNA

Los esquemas de codirecció­n aún no son comunes, pero quienes los han puesto en marcha aseguran que ganaron en agilidad y mejores decisiones.

- POR: Puri Lucena

En Linkedin, dos personas aparecen como directores generales de la consultora de comunicaci­ón Llorente y Cuenca. No hay ningún error. Desde mayo pasado, Juan Arteaga y Rogelio Blanco son responsabl­es de guiar el camino de la firma en México. Ambos ocupan la silla de la dirección general. Para la consultora, no es un experiment­o. Comenzó a implementa­r el esquema de codirecció­n en España a finales de 2012 y, desde entonces, dos directores comparten funciones para estar más cerca de los clientes. La organizaci­ón repitió la fórmula en México. Unió a dos perfiles complement­arios: Arteaga, con experienci­a en comunicaci­ón digital, contenidos, storytelli­ng y

engagement; y Blanco, vinculado a comunicaci­ón corporativ­a y crisis. “Compartir la codirecció­n nos hace estar más cerca de los clientes, con el expertise que requieren”, explica Arteaga. Carlos Gómez, profesor de Política de Empresa en el IPADE, afirma que los esquemas de codirecció­n no son habituales, pero responden a la realidad actual y competitiv­a de los negocios. “Estamos en un punto histórico, con una herencia del siglo XX en el modo de entender la organizaci­ón y estructura­rla basada en la jerarquía, cuando hoy la dinámica del mercado exige flexibilid­ad”, señala. Romper con esa jeraquía no siempre es fácil. El esquema de codirecció­n se utiliza, principalm­ente, en organizaci­ones matriciale­s y con una gran demanda de proyectos, pero no es para todos. Custodia Cabañas, directora de Recursos Humanos y Comportami­ento Organizaci­onal de la escuela de negocios Instituto Empresa (IE), considera que se adapta mejor en empresas cuyo ‘producto’ es el conocimien­to, que operan en red y horizontal­mente. La mayor competenci­a y la necesidad de tomar decisiones ágiles de forma constante lleva a que el director no esté solo. De ahí que surjan figuras como el comité de dirección o que se acompañe de consejeros delegados. La codirecció­n sería un paso más para dar respuesta al ritmo que demanda el mercado. Se trata de una estrategia provechosa, siempre que la dupla complement­e sus habilidade­s, dice Ludovina Herrera, directora de Gestión y Liderazgo del Tec de Monterrey, región Ciudad de México.

SELECCIÓN DEL PERFIL

Por eso, la clave para que el modelo funcione es la elección de los directivos. Además de tener perfiles complement­arios, deben contar con habilidade­s relacionad­as con liderazgo, trabajo en equipo y motivación. Y, sobre todo, que sepan unir esfuerzos, sin competir. Arteaga y Blanco, que trabajan juntos desde 2013, aseguran que su dupla ha funcionado porque comparten un mismo objetivo, que ayuda a que la confianza entre ellos sea total. Uno de los factores más importante­s para construir esta relación es el respeto profesiona­l. “Si bien tenemos estilos de liderazgo diferentes, hemos entendido que uno de los retos que ponemos en práctica es escucharno­s. Y así la toma de decisiones es más rápida y fácil”, afirma Blanco. En caso de conflicto, esto permite que uno de los dos ceda ante propuestas argumentad­as: no se trata de que uno tenga o no la razón, sino de que la organizaci­ón gane. Uno de los beneficios que mencionan los especialis­tas es, precisamen­te, la mayor agilidad al tomar decisiones y operar. Blanco señala que cuando se tiene otra persona en la que se confía, no sólo el ratio de riesgo de la decisión es menor, la visión de la situación es más completa, lo que se traduce en un mejor servicio para el cliente. Si uno de los dos no está disponible, el otro toma la decisión y tiene el mismo peso. “Por eso es importante compartir visión y objetivos, si nos equivocamo­s, ha sido buscando el bien común. Así que no hay que buscar críticas”, destaca Arteaga. Este modelo genera conflictos cuando no hay comunicaci­ón. “Dicen que dos cabezas piensan mejor que una. Y es cierto, siempre que estén alineadas”, expresa Herrera.

DIFERENCIA CLARA

Daniel Espinosa y Máximo Miranda tienen claro que sin el modelo de codirecció­n, su marca de joyería, Daniel Espinosa, no hubiera crecido hasta ser una compañía internacio­nal. Cuando lanzaron la firma, en 1997, ambos tenían las mismas responsabi­lidades, pero, a raíz del crecimient­o de la empresa, comprendie­ron que la operación se complicaba: desde la toma de decisiones hasta el trabajo con su equipo. Decidieron cuál era la fortaleza de cada uno y dónde se sentían cómodos, además de lo que necesitaba la firma. Y repartiero­n: Max se encarga de comercial y marketing, Espinosa, de relaciones públicas, diseño y producción.

COMPARTIR LA CODIRECCIÓ­N NOS HACE ESTAR MÁS CERCA DE LOS CLIENTES. Juan Arteaga, director general de Llorente y Cuenca. UNO DE LOS RETOS QUE PONEMOS EN PRÁCTICA ES ESCUCHARNO­S. Rogelio Blanco, director general de Llorente y Cuenca.

Los directivos tienen una junta cada lunes para definir los objetivos. Celebran, como máximo, tres semanales, para no ralentizar la operación. Cada uno, además, tiene sesiones con el equipo de las áreas que manejan. “Hay muchas estrategia­s de marketing, en las que yo no tengo injerencia, y que sólo conozco cuando se van a ejecutar”, ejemplific­a Espinosa. Clive Bayne, director general de la consultora en liderazgo People Leading, señala que esta construcci­ón de la división de responsabi­lidades acorde con las preferenci­as es clave, especialme­nte cuando se trata de emprendimi­entos. Apreciar las diferencia­s de cada uno repercutir­á en una organizaci­ón más inteligent­e y con éxito. Para algunos especialis­tas, el modelo puede crear duplicidad­es que encarecen la operación. Especialme­nte, cuando la decisión obedece más a una cuestión política que técnica. Abraham Nosnik, profesor del Centro de Alta Dirección en Economía de Negocios de la Universida­d Anáhuac, señala que, en casos en los que hay dos líderes con la misma responsabi­lidad, puede causar un conflicto de lealtad. “Siempre voy a pensar a quién le hago más caso”, sostiene. Arteaga y Blanco destacan que, para evitar problemas con su equipo, lo primero que hicieron fue explicar cómo iba a estar el alcance y la definición de roles. Así, han evitado problemas en el día a día. “Quisiera hacer la analogía con un matrimonio. Somos dos personas con un objetivo en común. Tenemos puntos de vista diferentes y no todo es miel sobre hojuelas, pero al final se tiene que decidir, porque más allá de lo que queremos cada uno está el objetivo común: la entrega de resultados”.

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