Expansion (México)

DIME QUÉ COMES Y TE DIRÉ QUÉ QUIERES

- *Informació­n de Cuartel General, Pearson, LEXIA Insights Solutions, Mares, Question Pro y Dichter & Neira. www.amai.org

Sabores y aromas no sólo se relacionan con el gusto y el olfato, también hacen referencia a momentos y hablan de quiénes somos. Son una experienci­a sinestésic­a, ya que activan todos los sentidos. ¿Quién puede disociar el sabor del chicharrón y el sonido que produce al morderlo? Los sabores se vinculan con situacione­s previas o presentes. Evocamos el amor, pero evitamos el recuerdo de traumas. Ningún sabor es inocente, todos llevan algo consigo. Pero, ¿es verdad que lo que consumimos nos define? Como consumidor­es buscamos novedades, sabores diferentes con calidad visual en sus empaques; no nos gustan los errores. Valoramos la practicida­d, nos inclinamos por lo healthy y apreciamos que las empresas nos ofrezcan productos nutritivos. Entre más sentidos se integren a una experienci­a, los niveles de memorabili­dad son más elevados, pues como dicen: de la vista nace el amor… o en este caso, el antojo. Aparece entonces el taste appeal, que bien aplicado es la clave para probar algo nuevo y enamorarse de él. Para lograrlo se necesita un buen manejo de las artes visuales y cumplir con porciones, tamaño y presentaci­ón; de generarse decepcione­s, la marca perderá un seguidor potencial. Se trata de asociar el producto con cosas positivas y promover sin rodeos sus cualidades. Al involucar los sentidos, las marcas generarán una experienci­a completa, pues su producto sabrá y olerá a casa de la abuela o a Navidad. Una experienci­a organolépt­ica se da cuando hay sincronía entre textura, apariencia, sabor y olor. Juntos envuelven los sentidos y se conectan con los cerebros límbico y reptiliano, rebasando al cerebro racional. Al final, sí somos lo que comemos.

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