TLCAN
En el momento más crítico, Trump quiso acabar, de un plumazo, con el tratado. Para cambiar esa postura por una más abierta a la negociación tuvieron que intervenir los empresarios mexicanos. Ésta es su historia.
tres meses de asumir el cargo, se disponía a romper, unilateralmente, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que su país mantiene con México y Canadá desde hace más de 20 años. Los empresarios mexicanos se enteraron de ello a través de sus contactos en los círculos de la Casa Blanca. Era un rumor que circulaba desde hacía días, y estaba a punto de hacerse realidad. A Moisés Kalach, directivo del grupo textil Kaltex y coordinador del sector empresarial de cara a las renegociaciones del TLCAN, la noticia lo alcanzó en Houston, donde hacía una breve escala camino de Washington. Llevaba meses viajando allí regularmente para reforzar las relaciones con empresarios y políticos estadounidenses, y ahora esa labor estaba en un punto crítico. Rápidamente se puso manos a la obra. “Lo tomamos muy práctico –cuenta–. Dijimos: ‘Hay que poner a trabajar a la estructura que ya tenemos y hacer nuestro mejor esfuerzo’. Empezamos a hacer llamadas como locos”. Uno de los primeros en ponerse al teléfono fue Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), el organismo que agrupa a las principales cámaras, asociaciones y confederaciones mexicanas. Decidieron movilizar a los empresarios y contactar a sus contrapartes estadounidenses y canadienses. Entre los asociados de la CCE, cada líder hizo su parte. Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), se puso en contacto con las instituciones de agricultores estadounidenses; Manuel Herrera, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), hizo lo mismo con sus homólogos en el país vecino, igual que Alejandro Ramírez, presidente de Cinépolis y del Consejo Mexicano de Negocios (CMN). El mensaje que mandaron era el mismo: México, Estados Unidos y Canadá dependen los unos de los otros y abandonar el TLCAN los perjudicaría a todos. Hoy, México es el tercer proveedor y el segundo cliente de Estados Unidos. También es el tercer proveedor y el quinto comprador de Canadá. Desde la entrada en vigor del acuerdo, en 1994, los intercambios comerciales en la región se triplicaron y alcanzaron un valor de hasta 100 millones de dólares por hora. Once de cada 100 dólares que Estados Unidos y Canadá gastan en el extranjero son para comprar productos hechos en México. Con datos como éstos en la mano, los empresarios mexicanos contactaron a los estadounidenses, que, a su vez, se pusieron en marcha para presionar a Trump. “Los agricultores norteamericanos, la industria manufacturera automotriz y los grandes inversionistas mandaron cartas a sus congresistas y al Ejecutivo. Ese día, más de 100 cartas llegaron al Congreso y a la Casa Blanca”, cuenta Castañón. El secretario de Agricultura, Sonny Perdue, fue quien más influyó en convencer al presidente, afirma De la Vega. “Toda la parte del medio oeste, todos esos estados republicanos, como Kansas y Wisconsin, son productores de pasta de soya, de maíz, de trigo. Sus agricultores viven de exportarle a México. Le dijeron: ‘Hemos crecido 4.3 veces en el TLCAN y queremos continuar’”. Al final, Trump dio marcha atrás. Esa noche, tras hablar por teléfono con los presidentes de México y Canadá, anunció que no se saldrá del tratado, aunque sí aceleraría el proceso para renegociarlo. Trump considera que el TLCAN perjudica a su país y es el causante de buena parte del déficit comercial de Estados Unidos, que fue uno de los grandes temas de su campaña electoral. (Las cifras muestran, sin embargo, que su principal déficit es con China.) Ahora, su retórica sobre el TLCAN se ha suavizado y lo que está sobre la mesa es una renegociación de la que incluso puede salir algo positivo, coinciden los entrevistados. Por eso, ellos prefieren hablar de “modernización” del tratado. Las primeras conversaciones, salvo cambios de última hora, inician este mes. En este cambio de actitud de la Casa Blanca, la coordinación de los empresarios mexicanos ha sido fundamental y ha permitido ponerse de acuerdo con las industrias de Estados Unidos para mandar un mensaje común a la clase política. “Finalmente, ese miércoles fue un día terrible, pero también muy bueno”, destaca Kalach. “Fue uno de esos días de crisis agridulce, de las que sales muy fortalecido”.
ORDEN EN EL CAOS
Cuando Trump ganó las elecciones, en noviembre, a los empresarios mexicanos les agarró desprevenidos. “A la mañana
LO LLAMAN “ELMIÉRCOLES NEGRO”. EL 26 DE ABR IL , EL PRES IDENTE DE ESTADOS UNIDOS , DONALD TRUMP, A SÓLO
siguiente le pedí una reunión de emergencia a Juan Pablo Castañón y le dije: ‘Se nos acaba de complicar el tema’”, cuenta Kalach. De inmediato, los representantes empresariales vieron lo que se venía encima con respecto al TLCAN, y decidieron reorganizarse para afrontar el proceso. Aprovecharon la estructura que ya tenían con motivo de las negociaciones del TPP (Tratado de Asociación Transpacífico), que se habían desarrollado entre 2012 y 2015. Así, bajo el paraguas del CCE, nació el Consejo Consultivo Estratégico de Negociaciones Internacionales, liderado por Moisés Kalach, quien ya había encabezado la Coalición Empresarial Mexicana para el TPP. El propósito, igual que en esa otra negociación, era coordinar las posturas empresariales para apoyar al gobierno en las conversaciones. El Consejo Consultivo del CCE formó una estructura para integrar a todas las industrias, compuesta de “cuartos”: el de Comunicación, el de Inteligencia –apoyado por la consultora IQOM Inteligencia Comercial, que asesoró al sector privado en las conversaciones del TPP y que está encabezada por Herminio Blanco y Jaime Zabludovsky, exsubjefe de las negociaciones del TLCAN– y el Cuarto de Junto. En este último, que ya existió en el proceso original del TLCAN, están las distintas asociaciones que representan a cientos de empresas de todos los sectores. “El Cuarto de Junto disminuye la posibilidad de equivocarnos. Es muy importante que el gobierno esté consciente de cuáles son los riesgos que se están corriendo, qué aspectos se pueden vulnerar o beneficiar. Es imposible que tenga el conocimiento de todo, y el éxito de las negociaciones comerciales de México ha sido el acompañamiento del sector privado”, dice Manuel Herrera, de la Concamin. Todos estos cuartos están supervisados por un Steering Committee (comité de gobierno), que desde enero se reúne todos los miércoles a las 8 de la mañana. En éste hay empresarios como Eugenio Madero, director general de la firma de autopartes Rassini –una de las industrias más sensibles a estas renegociaciones–, y Pablo González Guajardo, director general de Kimberly-clark México.
El primer paso que dio el Consejo Consultivo fue reunir información que ayudara a delinear una estrategia. El encargado de ello fue el Cuarto de Inteligencia, donde trabajan entre 40 y 50 expertos técnicos que se reúnen cada 15 días. Recopilaron todos los datos relevantes sobre los temas que podrían formar parte de la renegociación y sobre las relaciones comerciales que México tiene con Estados Unidos y Canadá. “Hemos hecho un gran trabajo de análisis”, comenta Kalach. “Ahora, por ejemplo, podemos llegar con cada gobernador de Estados Unidos y sabemos perfectamente qué les vendemos, qué les compramos, quién tiene inversiones en su estado, quiénes son las empresas que les compran”. De este modo el Consejo se preparó para el siguiente paso: ‘colarse’ en Estados Unidos.
RECUPERAR LA LLAMA
Entonces llegó “una segunda crisis”, afirma Kalach. Los empresarios se dieron cuenta de que las relaciones institucionales con los distintos actores del sistema estadounidense no marchaban bien. “Cuando estaba en un un viaje en Washington por el TPP, aparecía yo en el Congreso o con los lobbystas y me decían: ‘Ustedes no se han parado aquí en 20 años’”, dice Kalach. “Fuimos el galán joven que conquistó a la novia, se casó con nosotros y empezamos a tener familia y se nos olvidó un día”.
Por ello, decidieron crear una estructura en ese país, juntando a cada organismo con su contraparte: el CCE con la US Chamber of Commerce (USCC), el Consejo Mexicano de Negocios con el Business Round Table –ambos reúnen a las compañías con mayores ingresos–, el CNA con el Farm Bureau… Una vez tendidos esos puentes, el Consejo Consultivo abrió una oficina en Washington y contrató un despacho legal, Akim Group, para que le apoyara con la estrategia de cabildeo. “Nos tardamos tres viajes y entrevistamos a 20 despachos de consultores, de abogados, de analistas, diciéndoles: ‘Si tú fueras el sector privado mexicano, ¿qué harías?’”, cuenta Kalach. Dieron con una estrategia: definir un grupo de targets, de individuos capaces de influir en las decisiones de Trump, y reunirse con ellos para mostrarles la importancia que México tiene para Estados Unidos. Inicialmente, establecieron entre 40 y 50 objetivos, entre gobernadores, funcionarios de la administración, congresistas, senadores y directivos del sector privado. Así comenzó un plan de cabildeo en Estados Unidos, que Alejandro Ramírez prefiere llamar de advocacy (defensa, apoyo). Cada empresario mexicano con inversiones y negocios en Estados Unidos contactó a sus socios comerciales, proveedores y clientes para mostrarles la importancia del tratado. Cada representante empresarial hizo lo mismo con las cámaras, asociaciones, miembros del Congreso y representantes del Senado. En algunas actividades, México recibe la mitad de las exportaciones de Estados Unidos; y hasta el 40% de las exportaciones mexicanas se fabrican con materias primas estadounidenses, según el Departamento de Comercio de Estados Unidos. Cada una de esas exportaciones e importaciones tiene nombre y apellido. En Cinépolis, por ejemplo, Ramírez importa el maíz palomero de empresas de Kansas, Iowa y Missouri, y el queso para nachos, de una firma texana que lo elabora en Wisconsin. Por eso habló con sus proveedores para recordarles que su principal cliente es mexicano, y los empleos que eso representa, y pedirles que, a su vez, transmitieran esas cifras a sus congresistas. Esta movilización fue generalizada. “No hay un exportador agrícola en México que no tenga o socio capitalista o socio industrial o distribuidor en Estados Unidos”, dice Bosco de la Vega, del CNA, que además es productor de papa, trigo y maíz y proveedor de Pepsico. “Para muchas compañías, el primer mercado es Estados Unidos, pero el número dos o tres es México”, añade. Los empresarios también se reunieron con la clase política de Estados Unidos. El primero de esos encuentros fue en Texas, el 5 de abril, pues es uno de los estados con más negocios relacionados con México, junto a California, Michigan y Arizona. A la junta con el gobernador Greg Abbott acudieron 15 empresarios mexicanos con inversiones importantes en la región, como Antonio del Valle y su hijo Juan Pablo del Valle Perochena, dueños de Grupo Kaluz y la petroquímica Mexichem. Esta compañía acaba de inaugurar una planta de etileno en ese estado, con una inversión de 1,500 millones de dólares. “Hay muchos datos que no tenía muy claros –destaca Kalach–. Nos dejamos acompañar por empresarios texanos con inversiones en México, y ellos mismos le decían: ‘Mira, si hay un problema con el TLCAN, mi negocio quiebra, porque dependo 100% de México’”. Desde entonces, los mexicanos se han reunido con cerca de 20 gobernadores y decenas de senadores, funcionarios y representantes comerciales. Esta labor culminó con una invitación sin precedentes: por primera vez, un grupo de empresarios mexicanos acudió a la reunión de la National Governors Association (la Conago de Estados Unidos), que se celebró en Providence, Rhode Island, del 13 al 16 de julio. Pablo González Guajardo fue uno de los que acudió. Durante el evento, cuenta, se reunieron con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence –“se aventó 45 minutos hablando de la reforma del sistema de salud, y nos dimos cuenta de que el TLCAN no es su principal prioridad”–, con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau –“dijo que esto es demasiado importante para salir mal”– y con más de 15 gobernadores. Los empresarios fueron con la tarea hecha: habían leído la biografía de cada gobernador para conocer su trayectoria y sus gustos –así supieron, por ejemplo, que hablar de béisbol impulsaría la conversación con el de Arizona– y llevaban información, estado por estado, sobre qué firmas mexicanas tienen operaciones en cada uno y qué le compran o venden a las estadounidenses. “Nuestra preparación nos ganó credibilidad y quizá hasta algo de respeto”, dice González Guajardo. En algunas de las juntas se estableció una relación más cercana. Por ejemplo, con Bill Haslam, gobernador de Tennessee, González Guajardo habló de sus propios negocios. Su socio en Estados Unidos, Kimberly-clark Corporation, tiene una planta en Conway, Tennessee, que provee de materias intermedias a la empresa mexicana, que les agrega valor y luego las exporta de nuevo a Estados Unidos y a otros países. “Una vez que lo aterrizas a cosas así de concretas, y ven cómo esa integración
de las cadenas de valor agrega a las economías, cómo suma empleos, cómo ayuda a su estado, pues ya cambia la conversación”, destaca.
DOS MOTIVOS PARA EL OPTIMISMO
Juan Gallardo Thurlow, presidente del consejo de Cultiba –la embotelladora de Pepsico en México– ha sido la voz de la experiencia en este proceso. Fue el coordinador del sector empresarial a principios de los 90, durante la negociación inicial del TLCAN, y hoy es el “guía” de su sucesor en ese rol, Moisés Kalach. Según Gallardo Thurlow, ahora se ha repetido mucho de lo que se hizo entonces: organizar al sector empresarial, crear un Cuarto de Junto, forjar lazos con empresarios y representantes de Estados Unidos y Canadá... Sin embargo, destaca dos diferencias fundamentales: “Hoy estamos hablando de realidades, en aquella época estábamos hablando de expectativas. Ya hay una variedad de intereses construidos. Y entonces estábamos empezando con una hoja en blanco, hoy es una dinámica muy diferente. Es ver cómo se mejora, cómo se profundiza, cómo se hace más eficiente”. Valentín Diez Morodo, presidente del consejo de Grupo Financiero Banamex y del consejo consultivo de Grupo Modelo, es otra de las figuras que aportó experiencia a la preparación de las negociaciones. Desde su rol como presidente del Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE), también ha participado en los contactos con personalidades del país vecino –hace un par de meses estuvo en una reunión en Washington organizada por el sector financiero– y es optimista en cuanto al resultado. “Al principio estábamos todos muy desconcertados por la incertidumbre que creó la actual administración de Estados Unidos, pero ya lo vemos con un poco más de tranquilidad y posibilidades de buenos logros”, dice. “El empresariado mexicano ha trabajado para mostrar las bondades del TLCAN, y apoyamos completamente que se logre un ajuste, una modernización, pero nada más”.
Sin embargo, si ocurre lo peor, si las negociaciones fracasan y el tratado se rompe, los empresarios recuerdan que no será el fin del mundo. Para Manuel Herrera, de la Concamin, “de acuerdo con las reglas de la Organización Mundial del Comercio, 80% de los productos que el país exporta a Estados Unidos no tendría un arancel mayor a 5%. México seguiría siendo competitivo”.
DE LOS TUITS AL DIÁLOGO
En junio, el Consejo Mexicano de Negocios y el Business Round Table –que encabeza Jamie Dimon, presidente de JP Morgan– se reunieron en Washington. Acudieron ocho de los mayores empresarios mexicanos, todos con inversiones o negocios en Estados Unidos: Daniel Servitje (Bimbo), José Antonio Fernandez Carbajal (FEMSA), Claudio X. González (Kimberly-clark), Fernando Garza Sada (Grupo Alfa), Juan Ignacio Garza Herrera (Grupo Xignux), Juan Gallardo Thurlow (Cultiba), Antonio del Valle Perochena (Mexichem) y Alejandro Ramírez (Cinépolis). Allí tuvieron juntas con grandes firmas estadounidenses “para intercambiar impresiones, alinear estrategias de trabajo y compartir información”, dice Ramírez. Ese mismo mes tuvo lugar el Us-mexico CEO Dialogue, un evento privado que reúne cada seis meses a las mayores organizaciones empresariales de ambas naciones. Para Castañón, del CCE, esta última reunión fue un éxito. “Fue la más nutrida de directores generales de grandes empresas, y se incorporaron las canadienses. Teníamos 150 capitanes de empresa pensando en cómo podemos agilizar el comercio y convencer a nuestros gobiernos de que el tratado vale la pena”. Estos dos eventos muestran el cambio de tendencia que ha vivido el proceso, pasando de las amenazas en Twitter al diálogo. “Ahorita, el riesgo se ha minimizado”, comenta Kalach. “Pero existe, y nunca hay que bajar la guardia hasta que tengamos el trato firmado”. Los empresarios prevén siete rondas de diálogo celebradas cada tres semanas, entre el 16 de agosto y el 31 de enero. El plan es evitar que las elecciones de los dos países en 2018 –las presidenciales de México y las de medio término del Congreso y el Senado en Estados Unidos– agreguen ruido a las conversaciones. Según Kalach, será difícil pero no imposible. “Es un calendario apretado, y va a haber crisis, drama y posiciones muy complicadas. No hemos salvado el tema, pero ya pasamos la terapia de pareja y vamos más allá”.
EL CALENDARIO ESTÁ APRETADO: LOS NEGOCIADORES QUIEREN TERMINAR EN ENERO DE 2018.