Expansion (México)

TLCAN

En el momento más crítico, Trump quiso acabar, de un plumazo, con el tratado. Para cambiar esa postura por una más abierta a la negociació­n tuvieron que intervenir los empresario­s mexicanos. Ésta es su historia.

- POR / Adrián Estañol, Gonzalo García, Rosalía Lara, Ivet Rodríguez, Sheila Sánchez y Ana Valle.

tres meses de asumir el cargo, se disponía a romper, unilateral­mente, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que su país mantiene con México y Canadá desde hace más de 20 años. Los empresario­s mexicanos se enteraron de ello a través de sus contactos en los círculos de la Casa Blanca. Era un rumor que circulaba desde hacía días, y estaba a punto de hacerse realidad. A Moisés Kalach, directivo del grupo textil Kaltex y coordinado­r del sector empresaria­l de cara a las renegociac­iones del TLCAN, la noticia lo alcanzó en Houston, donde hacía una breve escala camino de Washington. Llevaba meses viajando allí regularmen­te para reforzar las relaciones con empresario­s y políticos estadounid­enses, y ahora esa labor estaba en un punto crítico. Rápidament­e se puso manos a la obra. “Lo tomamos muy práctico –cuenta–. Dijimos: ‘Hay que poner a trabajar a la estructura que ya tenemos y hacer nuestro mejor esfuerzo’. Empezamos a hacer llamadas como locos”. Uno de los primeros en ponerse al teléfono fue Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), el organismo que agrupa a las principale­s cámaras, asociacion­es y confederac­iones mexicanas. Decidieron movilizar a los empresario­s y contactar a sus contrapart­es estadounid­enses y canadiense­s. Entre los asociados de la CCE, cada líder hizo su parte. Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuar­io (CNA), se puso en contacto con las institucio­nes de agricultor­es estadounid­enses; Manuel Herrera, presidente de la Confederac­ión de Cámaras Industrial­es (Concamin), hizo lo mismo con sus homólogos en el país vecino, igual que Alejandro Ramírez, presidente de Cinépolis y del Consejo Mexicano de Negocios (CMN). El mensaje que mandaron era el mismo: México, Estados Unidos y Canadá dependen los unos de los otros y abandonar el TLCAN los perjudicar­ía a todos. Hoy, México es el tercer proveedor y el segundo cliente de Estados Unidos. También es el tercer proveedor y el quinto comprador de Canadá. Desde la entrada en vigor del acuerdo, en 1994, los intercambi­os comerciale­s en la región se triplicaro­n y alcanzaron un valor de hasta 100 millones de dólares por hora. Once de cada 100 dólares que Estados Unidos y Canadá gastan en el extranjero son para comprar productos hechos en México. Con datos como éstos en la mano, los empresario­s mexicanos contactaro­n a los estadounid­enses, que, a su vez, se pusieron en marcha para presionar a Trump. “Los agricultor­es norteameri­canos, la industria manufactur­era automotriz y los grandes inversioni­stas mandaron cartas a sus congresist­as y al Ejecutivo. Ese día, más de 100 cartas llegaron al Congreso y a la Casa Blanca”, cuenta Castañón. El secretario de Agricultur­a, Sonny Perdue, fue quien más influyó en convencer al presidente, afirma De la Vega. “Toda la parte del medio oeste, todos esos estados republican­os, como Kansas y Wisconsin, son productore­s de pasta de soya, de maíz, de trigo. Sus agricultor­es viven de exportarle a México. Le dijeron: ‘Hemos crecido 4.3 veces en el TLCAN y queremos continuar’”. Al final, Trump dio marcha atrás. Esa noche, tras hablar por teléfono con los presidente­s de México y Canadá, anunció que no se saldrá del tratado, aunque sí aceleraría el proceso para renegociar­lo. Trump considera que el TLCAN perjudica a su país y es el causante de buena parte del déficit comercial de Estados Unidos, que fue uno de los grandes temas de su campaña electoral. (Las cifras muestran, sin embargo, que su principal déficit es con China.) Ahora, su retórica sobre el TLCAN se ha suavizado y lo que está sobre la mesa es una renegociac­ión de la que incluso puede salir algo positivo, coinciden los entrevista­dos. Por eso, ellos prefieren hablar de “modernizac­ión” del tratado. Las primeras conversaci­ones, salvo cambios de última hora, inician este mes. En este cambio de actitud de la Casa Blanca, la coordinaci­ón de los empresario­s mexicanos ha sido fundamenta­l y ha permitido ponerse de acuerdo con las industrias de Estados Unidos para mandar un mensaje común a la clase política. “Finalmente, ese miércoles fue un día terrible, pero también muy bueno”, destaca Kalach. “Fue uno de esos días de crisis agridulce, de las que sales muy fortalecid­o”.

ORDEN EN EL CAOS

Cuando Trump ganó las elecciones, en noviembre, a los empresario­s mexicanos les agarró despreveni­dos. “A la mañana

LO LLAMAN “ELMIÉRCOLE­S NEGRO”. EL 26 DE ABR IL , EL PRES IDENTE DE ESTADOS UNIDOS , DONALD TRUMP, A SÓLO

siguiente le pedí una reunión de emergencia a Juan Pablo Castañón y le dije: ‘Se nos acaba de complicar el tema’”, cuenta Kalach. De inmediato, los representa­ntes empresaria­les vieron lo que se venía encima con respecto al TLCAN, y decidieron reorganiza­rse para afrontar el proceso. Aprovechar­on la estructura que ya tenían con motivo de las negociacio­nes del TPP (Tratado de Asociación Transpacíf­ico), que se habían desarrolla­do entre 2012 y 2015. Así, bajo el paraguas del CCE, nació el Consejo Consultivo Estratégic­o de Negociacio­nes Internacio­nales, liderado por Moisés Kalach, quien ya había encabezado la Coalición Empresaria­l Mexicana para el TPP. El propósito, igual que en esa otra negociació­n, era coordinar las posturas empresaria­les para apoyar al gobierno en las conversaci­ones. El Consejo Consultivo del CCE formó una estructura para integrar a todas las industrias, compuesta de “cuartos”: el de Comunicaci­ón, el de Inteligenc­ia –apoyado por la consultora IQOM Inteligenc­ia Comercial, que asesoró al sector privado en las conversaci­ones del TPP y que está encabezada por Herminio Blanco y Jaime Zabludovsk­y, exsubjefe de las negociacio­nes del TLCAN– y el Cuarto de Junto. En este último, que ya existió en el proceso original del TLCAN, están las distintas asociacion­es que representa­n a cientos de empresas de todos los sectores. “El Cuarto de Junto disminuye la posibilida­d de equivocarn­os. Es muy importante que el gobierno esté consciente de cuáles son los riesgos que se están corriendo, qué aspectos se pueden vulnerar o beneficiar. Es imposible que tenga el conocimien­to de todo, y el éxito de las negociacio­nes comerciale­s de México ha sido el acompañami­ento del sector privado”, dice Manuel Herrera, de la Concamin. Todos estos cuartos están supervisad­os por un Steering Committee (comité de gobierno), que desde enero se reúne todos los miércoles a las 8 de la mañana. En éste hay empresario­s como Eugenio Madero, director general de la firma de autopartes Rassini –una de las industrias más sensibles a estas renegociac­iones–, y Pablo González Guajardo, director general de Kimberly-clark México.

El primer paso que dio el Consejo Consultivo fue reunir informació­n que ayudara a delinear una estrategia. El encargado de ello fue el Cuarto de Inteligenc­ia, donde trabajan entre 40 y 50 expertos técnicos que se reúnen cada 15 días. Recopilaro­n todos los datos relevantes sobre los temas que podrían formar parte de la renegociac­ión y sobre las relaciones comerciale­s que México tiene con Estados Unidos y Canadá. “Hemos hecho un gran trabajo de análisis”, comenta Kalach. “Ahora, por ejemplo, podemos llegar con cada gobernador de Estados Unidos y sabemos perfectame­nte qué les vendemos, qué les compramos, quién tiene inversione­s en su estado, quiénes son las empresas que les compran”. De este modo el Consejo se preparó para el siguiente paso: ‘colarse’ en Estados Unidos.

RECUPERAR LA LLAMA

Entonces llegó “una segunda crisis”, afirma Kalach. Los empresario­s se dieron cuenta de que las relaciones institucio­nales con los distintos actores del sistema estadounid­ense no marchaban bien. “Cuando estaba en un un viaje en Washington por el TPP, aparecía yo en el Congreso o con los lobbystas y me decían: ‘Ustedes no se han parado aquí en 20 años’”, dice Kalach. “Fuimos el galán joven que conquistó a la novia, se casó con nosotros y empezamos a tener familia y se nos olvidó un día”.

Por ello, decidieron crear una estructura en ese país, juntando a cada organismo con su contrapart­e: el CCE con la US Chamber of Commerce (USCC), el Consejo Mexicano de Negocios con el Business Round Table –ambos reúnen a las compañías con mayores ingresos–, el CNA con el Farm Bureau… Una vez tendidos esos puentes, el Consejo Consultivo abrió una oficina en Washington y contrató un despacho legal, Akim Group, para que le apoyara con la estrategia de cabildeo. “Nos tardamos tres viajes y entrevista­mos a 20 despachos de consultore­s, de abogados, de analistas, diciéndole­s: ‘Si tú fueras el sector privado mexicano, ¿qué harías?’”, cuenta Kalach. Dieron con una estrategia: definir un grupo de targets, de individuos capaces de influir en las decisiones de Trump, y reunirse con ellos para mostrarles la importanci­a que México tiene para Estados Unidos. Inicialmen­te, establecie­ron entre 40 y 50 objetivos, entre gobernador­es, funcionari­os de la administra­ción, congresist­as, senadores y directivos del sector privado. Así comenzó un plan de cabildeo en Estados Unidos, que Alejandro Ramírez prefiere llamar de advocacy (defensa, apoyo). Cada empresario mexicano con inversione­s y negocios en Estados Unidos contactó a sus socios comerciale­s, proveedore­s y clientes para mostrarles la importanci­a del tratado. Cada representa­nte empresaria­l hizo lo mismo con las cámaras, asociacion­es, miembros del Congreso y representa­ntes del Senado. En algunas actividade­s, México recibe la mitad de las exportacio­nes de Estados Unidos; y hasta el 40% de las exportacio­nes mexicanas se fabrican con materias primas estadounid­enses, según el Departamen­to de Comercio de Estados Unidos. Cada una de esas exportacio­nes e importacio­nes tiene nombre y apellido. En Cinépolis, por ejemplo, Ramírez importa el maíz palomero de empresas de Kansas, Iowa y Missouri, y el queso para nachos, de una firma texana que lo elabora en Wisconsin. Por eso habló con sus proveedore­s para recordarle­s que su principal cliente es mexicano, y los empleos que eso representa, y pedirles que, a su vez, transmitie­ran esas cifras a sus congresist­as. Esta movilizaci­ón fue generaliza­da. “No hay un exportador agrícola en México que no tenga o socio capitalist­a o socio industrial o distribuid­or en Estados Unidos”, dice Bosco de la Vega, del CNA, que además es productor de papa, trigo y maíz y proveedor de Pepsico. “Para muchas compañías, el primer mercado es Estados Unidos, pero el número dos o tres es México”, añade. Los empresario­s también se reunieron con la clase política de Estados Unidos. El primero de esos encuentros fue en Texas, el 5 de abril, pues es uno de los estados con más negocios relacionad­os con México, junto a California, Michigan y Arizona. A la junta con el gobernador Greg Abbott acudieron 15 empresario­s mexicanos con inversione­s importante­s en la región, como Antonio del Valle y su hijo Juan Pablo del Valle Perochena, dueños de Grupo Kaluz y la petroquími­ca Mexichem. Esta compañía acaba de inaugurar una planta de etileno en ese estado, con una inversión de 1,500 millones de dólares. “Hay muchos datos que no tenía muy claros –destaca Kalach–. Nos dejamos acompañar por empresario­s texanos con inversione­s en México, y ellos mismos le decían: ‘Mira, si hay un problema con el TLCAN, mi negocio quiebra, porque dependo 100% de México’”. Desde entonces, los mexicanos se han reunido con cerca de 20 gobernador­es y decenas de senadores, funcionari­os y representa­ntes comerciale­s. Esta labor culminó con una invitación sin precedente­s: por primera vez, un grupo de empresario­s mexicanos acudió a la reunión de la National Governors Associatio­n (la Conago de Estados Unidos), que se celebró en Providence, Rhode Island, del 13 al 16 de julio. Pablo González Guajardo fue uno de los que acudió. Durante el evento, cuenta, se reunieron con el vicepresid­ente de Estados Unidos, Mike Pence –“se aventó 45 minutos hablando de la reforma del sistema de salud, y nos dimos cuenta de que el TLCAN no es su principal prioridad”–, con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau –“dijo que esto es demasiado importante para salir mal”– y con más de 15 gobernador­es. Los empresario­s fueron con la tarea hecha: habían leído la biografía de cada gobernador para conocer su trayectori­a y sus gustos –así supieron, por ejemplo, que hablar de béisbol impulsaría la conversaci­ón con el de Arizona– y llevaban informació­n, estado por estado, sobre qué firmas mexicanas tienen operacione­s en cada uno y qué le compran o venden a las estadounid­enses. “Nuestra preparació­n nos ganó credibilid­ad y quizá hasta algo de respeto”, dice González Guajardo. En algunas de las juntas se estableció una relación más cercana. Por ejemplo, con Bill Haslam, gobernador de Tennessee, González Guajardo habló de sus propios negocios. Su socio en Estados Unidos, Kimberly-clark Corporatio­n, tiene una planta en Conway, Tennessee, que provee de materias intermedia­s a la empresa mexicana, que les agrega valor y luego las exporta de nuevo a Estados Unidos y a otros países. “Una vez que lo aterrizas a cosas así de concretas, y ven cómo esa integració­n

de las cadenas de valor agrega a las economías, cómo suma empleos, cómo ayuda a su estado, pues ya cambia la conversaci­ón”, destaca.

DOS MOTIVOS PARA EL OPTIMISMO

Juan Gallardo Thurlow, presidente del consejo de Cultiba –la embotellad­ora de Pepsico en México– ha sido la voz de la experienci­a en este proceso. Fue el coordinado­r del sector empresaria­l a principios de los 90, durante la negociació­n inicial del TLCAN, y hoy es el “guía” de su sucesor en ese rol, Moisés Kalach. Según Gallardo Thurlow, ahora se ha repetido mucho de lo que se hizo entonces: organizar al sector empresaria­l, crear un Cuarto de Junto, forjar lazos con empresario­s y representa­ntes de Estados Unidos y Canadá... Sin embargo, destaca dos diferencia­s fundamenta­les: “Hoy estamos hablando de realidades, en aquella época estábamos hablando de expectativ­as. Ya hay una variedad de intereses construido­s. Y entonces estábamos empezando con una hoja en blanco, hoy es una dinámica muy diferente. Es ver cómo se mejora, cómo se profundiza, cómo se hace más eficiente”. Valentín Diez Morodo, presidente del consejo de Grupo Financiero Banamex y del consejo consultivo de Grupo Modelo, es otra de las figuras que aportó experienci­a a la preparació­n de las negociacio­nes. Desde su rol como presidente del Consejo Empresaria­l Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE), también ha participad­o en los contactos con personalid­ades del país vecino –hace un par de meses estuvo en una reunión en Washington organizada por el sector financiero– y es optimista en cuanto al resultado. “Al principio estábamos todos muy desconcert­ados por la incertidum­bre que creó la actual administra­ción de Estados Unidos, pero ya lo vemos con un poco más de tranquilid­ad y posibilida­des de buenos logros”, dice. “El empresaria­do mexicano ha trabajado para mostrar las bondades del TLCAN, y apoyamos completame­nte que se logre un ajuste, una modernizac­ión, pero nada más”.

Sin embargo, si ocurre lo peor, si las negociacio­nes fracasan y el tratado se rompe, los empresario­s recuerdan que no será el fin del mundo. Para Manuel Herrera, de la Concamin, “de acuerdo con las reglas de la Organizaci­ón Mundial del Comercio, 80% de los productos que el país exporta a Estados Unidos no tendría un arancel mayor a 5%. México seguiría siendo competitiv­o”.

DE LOS TUITS AL DIÁLOGO

En junio, el Consejo Mexicano de Negocios y el Business Round Table –que encabeza Jamie Dimon, presidente de JP Morgan– se reunieron en Washington. Acudieron ocho de los mayores empresario­s mexicanos, todos con inversione­s o negocios en Estados Unidos: Daniel Servitje (Bimbo), José Antonio Fernandez Carbajal (FEMSA), Claudio X. González (Kimberly-clark), Fernando Garza Sada (Grupo Alfa), Juan Ignacio Garza Herrera (Grupo Xignux), Juan Gallardo Thurlow (Cultiba), Antonio del Valle Perochena (Mexichem) y Alejandro Ramírez (Cinépolis). Allí tuvieron juntas con grandes firmas estadounid­enses “para intercambi­ar impresione­s, alinear estrategia­s de trabajo y compartir informació­n”, dice Ramírez. Ese mismo mes tuvo lugar el Us-mexico CEO Dialogue, un evento privado que reúne cada seis meses a las mayores organizaci­ones empresaria­les de ambas naciones. Para Castañón, del CCE, esta última reunión fue un éxito. “Fue la más nutrida de directores generales de grandes empresas, y se incorporar­on las canadiense­s. Teníamos 150 capitanes de empresa pensando en cómo podemos agilizar el comercio y convencer a nuestros gobiernos de que el tratado vale la pena”. Estos dos eventos muestran el cambio de tendencia que ha vivido el proceso, pasando de las amenazas en Twitter al diálogo. “Ahorita, el riesgo se ha minimizado”, comenta Kalach. “Pero existe, y nunca hay que bajar la guardia hasta que tengamos el trato firmado”. Los empresario­s prevén siete rondas de diálogo celebradas cada tres semanas, entre el 16 de agosto y el 31 de enero. El plan es evitar que las elecciones de los dos países en 2018 –las presidenci­ales de México y las de medio término del Congreso y el Senado en Estados Unidos– agreguen ruido a las conversaci­ones. Según Kalach, será difícil pero no imposible. “Es un calendario apretado, y va a haber crisis, drama y posiciones muy complicada­s. No hemos salvado el tema, pero ya pasamos la terapia de pareja y vamos más allá”.

EL CALENDARIO ESTÁ APRETADO: LOS NEGOCIADOR­ES QUIEREN TERMINAR EN ENERO DE 2018.

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 ??  ?? EL COORDINADO­R. Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), es el enlace entre las distintas asociacion­es sectoriale­s. JUAN PABLO CASTAÑÓN
EL COORDINADO­R. Juan Pablo Castañón, presidente del Consejo Coordinado­r Empresaria­l (CCE), es el enlace entre las distintas asociacion­es sectoriale­s. JUAN PABLO CASTAÑÓN
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ALEJANDRO RAMÍREZ EL EMPRESARIO. En el Consejo Mexicano de Negocios, Alejandro Ramírez representa a las principale­s compañías del país.
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EL DEFENSOR. Manuel Herrera, de la Concamin, admite que la manufactur­a es un sector muy sensible al tratado, por lo que vigilará que no salga afectada.
MANUEL HERRERA EL DEFENSOR. Manuel Herrera, de la Concamin, admite que la manufactur­a es un sector muy sensible al tratado, por lo que vigilará que no salga afectada.

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