LA NATURALEZA ENFURECIDA
El calentamiento global, que provoca desastres naturales más severos, replantea un cambio en la infraestructura urbana y el establecimiento de nuevas formas para diseñar las ciudades.
La naturaleza está enojada, dice James Lovelock, autor de la teoría Gaia, ¿enojada? Para quien no guste de las hipótesis metafísicas, va un dato duro: cada año se producen 200 desastres naturales, casi tres veces más de lo que ocurría a mediados del siglo pasado. Se trata de una nueva normalidad que implica variaciones extremas de las condiciones climatológicas, freaky weather times, le llaman en Estados Unidos: tiempos de climas enloquecidos. Los desastres naturales se incrementarán en los próximos años. Tres cosas sabemos de éstos: una, a nivel mundial cuestan 250,000 millones de dólares anuales; dos, la cifra para México asciende a 2,942 MDD cada año, y tres, está subiendo el número de desastres relacionados con el cambio climático, como las inundaciones y sequías, mientras que decrece el de los relacionados con desastres geológicos. Escribo esto mientras la Ciudad de México vive una temporada de inundaciones. Mi celular ha empezado a rechazar los memes que incluyen taxis chalupas; uber lanchas; policías y ladrones en trajes de buzo y muchas cosas que se convirtieron en spam. A 500 kilómetros de la capital, en Oaxaca, el gran tema es la sequía. Un tercio del territorio oaxaqueño está afectado por la falta de lluvias. Es culpa de El Niño, dice el director de la Conagua. Nunca en la historia se habían encadenado un Niño, una Niña y luego un Niño, explica el funcionario. Las inundaciones son mucho más costosas que las sequías. Son 870 millones de dólares anuales en promedio en México, a los que se suman 613 millones relacionados con los vientos fuertes de los ciclones, de acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres. En total, cerca de 1,500 MDD. En la década de los 80, los costos eran 10 veces menores… No, la culpa no es de la inflación. Las ciudades se han convertido en planchas de hormigón que no tienen espacio suficiente para que el suelo absorba el agua que cae de las lluvias. Se espera del drenaje que resuelva el problema, pero no se invierte suficiente en ellos. Además, no hay sistema de drenaje que, por sí mismo, pueda resolver todo lo que pasa en esos días en los que la lluvia que cae es equivalente a la precipitación que cae decenas o cientos de días. Vivimos en ciudades que fueron diseñadas y construidas para reflejar el clima del pasado, dice Gavin Smith, académico de la Universidad de Carolina del Norte y experto en resiliencia urbana. En el mejor de los casos, se tomó en cuenta la historia de las lluvias y las cuencas para fijar las reglas de construcción de edificios, carreteras, puentes y drenajes En los peores casos, como en el socavón de la vía Cuernavaca Exprés que hizo Aldesa, simplemente se pasó por alto eso de que el agua tiene memoria. Fueron dos muertes que se pudieron evitar. A la falta de información se sumó la incompetencia y, quizás, la corrupción para construir una tragedia. No es la única. Cada año en México ocurren entre 400 y 500 muertes asociadas a lluvias e inundaciones. Los que vivimos en ciudades debemos hacer un enorme esfuerzo para adaptarnos a estos tiempos de clima enloquecido, pero no podremos hacer mucho si la infraestructura no ayuda. Estamos hablando de nuevas normas para la construcción de infraestructura física, pero también de un cambio profundo en la soft infraestructure: marco mental, actitudes culturales y diseño institucional, entre otras cosas. Un montón de basura que tapa una boca de tormenta está hecha de muchas más cosas que los elementos que la constituyen. Refleja una forma de pensar y actuar indiferente y, quizá, autodestructiva. La naturaleza está enojada. Los hombres debemos encontrar el modo de contentarla o de convivir con ella... enfurecida.