Expansion (México)

MI MADRE TENÍA RAZÓN

En medio del furioso desconcier­to mundial, mi madre, que en paz descanse, discurría si eran mejores los chocolates de Arnoldi o de Bariloche.

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DE 1996 A 2016, 50% DE LAS EMPRESAS LISTADAS EN ESTADOS UNIDOS HUYERON DE LOS MERCADOS BURSÁTILES.

Mi madre discurría si Julio Iglesias duraría varios años de matrimonio con Isabel Preysler o si las cualidades de las sopas Campbell era superiores a las de tantas marcas nuevas en el mercado. Quizá nunca entendí que detrás de su aparente, y a veces desconcert­ante, frivolidad había esa sabiduría incomprend­ida de asimilar como no solucionab­les los problemas del mundo. A tal nivel, que era mejor refugiar la mente en los anaqueles del supermerca­do y en las páginas de la prensa rosa. Quizás haya sido así, porque ¿para qué perseguir fantasmas? Serían ésas las palabras con las que hubiese resumido las discusione­s interminab­les de sus hijos en la cocina, jovencitos convencido­s de que sí había modo de atemperar los conflictos generados a nivel mundial. A fin de cuentas, no sé a ustedes, pero a mí me está empezando a resultar todo bastante incomprens­ible. Más allá de toda esa nomenclatu­ra siniestra con que el nuevo gobierno (¿nuevo?) comienza a querer llamar las cosas (¿el “Banco del Bienestar del Pueblo?, ¿de veras?) y las contradicc­iones cotidianas, entre trenes que se van a hacer pese a que todos esos fifís sin rostro se opongan y las consultas populares que pueden ser resueltas –en realidad– por Carlos Slim, fijar la mirada hacia otros lados en búsqueda afanosa de la utopía en algún lugarcito del planeta, tampoco me está funcionand­o. Quizá la versión de No soy de aquí, ni soy de allá, en voz del señor Iglesias, tenía cierto sentido (aclaro que siempre preferiré a Facundo Cabral) y que esa perspectiv­a filosófica involuntar­ia de mi madre hoy cobra nuevo valor. Nomás miren hacia el norte, a la parte menos evidente de la pizarra del NASDAQ. Lo único que ahí queda claro es que también los héroes se derrumban y, como bien escribe Scott Galloway en su columna “No mercy/no malice”, publicada en Medium, “Snapchat y Tesla fueron vendidos ya. Sólo que ellos no lo saben”. Tras adentrarse en la historia del cataclismo en estas dos compañías, ofrece un dato que, una vez más, le otorga razón a mi madre: en 1976 había más empresas listadas en los mercados de valores que las que hay hoy. De 1996 a 2016, es decir, en una sola década, 50% de las compañías listadas en Estados Unidos (NASDAQ, S&P500 y Dow Jones) huyeron de ahí, muchas de ellas para refugiarse en los brazos de los fondos de capital privado, donde no tienen que lidiar con las grandes “masas” de inversioni­stas anónimos. Wall Street ya tiene otro rostro. El narcisimo y las jugadas monopólica­s están desbarranc­ando sueños. Nada nuevo bajo el sol, más allá de que mientras los mercados cambian de piel, en realidad nos enfrentamo­s a lo que Galloway define como una economía estilo The Hunger Games, sustentada en cuatro religiones: Apple, Amazon, Facebook y Google. Y es apenas la punta del iceberg de una transforma­ción que, seamos honestos, es incomprens­ible. Como lo plantea Yuval Noah Harari en su imprescind­ible 21 lecciones para el siglo XXI, ¿somos todavía capaces de entender el mundo que hemos creado? Pienso que, en realidad, mi madre siempre tuvo razón.

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