Expansion (México)

A pesar de las medidas económicas, el país no logra recuperars­e.

Los excesos cometidos en los últimos años por los gobiernos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri dejan a la nación sudamerica­na sumida en una crisis.

- POR: Gustavo Stok y Alejandro Rosas

“Existen cuatro clases de países: los desarrolla­dos, los que están en desarrollo, Japón y Argentina”. Esta frase, atribuida al Nobel de Economía de 1971, Simon Kuznets, refleja hasta qué punto la declinació­n económica del país sudamerica­no es un caso de estudio complejo para el mundo. Mientras hace un siglo, Argentina representa­ba cerca de 50% del PIB de América Latina, el año pasado cayó a 9%. Las expectativ­as para terminar con ese largo deterioro se renovaron a fines de 2015, cuando asumió el gobierno Mauricio Macri, quien introdujo reformas promercado. Sin embargo, 40 meses después, la historia de terror renació: la inflación supera el

50% anual desde febrero, el Banco Central mantiene su tasa de interés en cerca de 70% y el producto interno bruto (PIB) está en recesión. Macri fracasó en desactivar el explosivo que recibió de su antecesora Cristina Kirchner. Esa herencia incluía déficit fiscal primario –excluye el pago de los intereses de la deuda– equivalent­e al 5% del PIB, el tipo de cambio se contuvo gracias al férreo control gubernamen­tal en el mercado de divisas; las tarifas de la electricid­ad y del gas fueron subsidiada­s al punto que los usuarios sólo pagaban por el 20% de los costos de generación. Con una minoría parlamenta­ria y con el 30% de los argentinos –unos 12 millones– con ingresos por debajo de una canasta básica, Macri desistió de aplicar una estrategia de shock y apostó por corregir las distorsion­es de modo gradual. El nuevo presidente usó una de las pocas herramient­as que tenía disponible: la capacidad de tomar créditos en el exterior ante el bajo nivel de endeudamie­nto con privados –equivalent­e a 15% del PIB–. Así, entre enero de 2016 y septiembre de 2017, Argentina se transformó en el mayor emisor de bonos soberanos de todo el mundo al tomar deuda por casi 42,000 millones de dólares, según la agencia Bloomberg. Al cierre de 2018, la deuda con privados ya equivalía al 51% del PIB. El ingreso de divisas fortaleció la moneda local y estimuló el consumo interno de bienes con alto componente importado, además, favoreció los viajes de argentinos al exterior. El resultado fue un crecimient­o vertiginos­o del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Los desequilib­rios generados no fueron atendidos por el gobierno de Macri: la salida de fondos de los mercados emergentes a partir del segundo trimestre de 2018 dejó expuestas las debilidade­s de la economía argentina. Sin la posibilida­d de continuar financiand­o el déficit, el peso inició una vertiginos­a depreciaci­ón. Entre abril y septiembre del año pasado, el valor del dólar, que incide en forma directa en los precios de varios de los productos que componen la canasta básica en la nación sudamerica­na, se duplicó. El Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) salió al rescate y entregó un préstamo stand-by por 57,000 millones de dólares en junio del año pasado a cambio de medidas de austeridad. Macri abandonó, de forma definitiva, su estrategia gradualist­a y decidió una profundiza­ción del ajuste fiscal –el déficit primario pasará del 3.9% del PIB en 2017 a cerca de 0% este año–. Con ese anticipo, el gobierno argentino procura dar garantías a los inversioni­stas de que el país evitará caer en default al menos hasta el 10 de diciembre próximo, cuando concluirá el actual mandato presidenci­al. Las probabilid­ades de que Macri obtenga la reelección en las elecciones del 27 de octubre próximo se desvanecen. “Mi sueldo aumenta mucho menos que los precios y me vi obligada a reducir gastos: en el último año cambié las compras de artículos en el supermerca­do por marcas más económicas y abandoné el plan de medicina privada”, señala Delia González, una habitante de un barrio de clase media de Buenos Aires. Las restriccio­nes en el crédito y la pérdida de poder adquisitiv­o afectan a las empresas de consumo, entre las que se encuentran varias mexicanas. En el último trimestre de 2018, las ventas de Coca-cola FEMSA, medidas en cajas, se derrumbaro­n 27.1% anual, mientras que las de Embotellad­ora Arca cayeron 7.9%. En el caso de Alsea, las ventas consolidad­as sumadas a todas las operacione­s crecieron 6.6% el

“MI SUELDO AUMENTA MUCHO MENOS QUE LOS PRECIOS Y ME VI OBLIGADA A REDUCIR GASTOS”. Delia González, habitante de Buenos Aires.

año pasado, pero si se excluye Argentina, hubieran saltado 12.1%. La crisis continúa golpeando, pero no todo es un tango triste en Argentina. Sin la sequía del año pasado, la cosecha agropecuar­ia crecerá este año un 27%. “La notable recuperaci­ón de la cosecha es tal que incluso permitirá poner el PIB en terreno positivo ya en este segundo trimestre”, pronostica Ramiro Castiñeira, economista de la consultora Econométri­ca, en Buenos Aires. A eso se suma que la producción de petróleo y gas promete continuar en alza de la mano del crecimient­o exponencia­l de Vaca Muerta, el yacimiento que contiene las segundas mayores reservas mundiales de hidrocarbu­ros no convencion­ales. A su vez, la fuerte depreciaci­ón del peso viene impulsando el turismo receptivo, y allana el camino para exportacio­nes, como la de los vinos y las carnes. Argentina aún mantiene indicadore­s sociales, educativos y culturales por encima del promedio latinoamer­icano. De hecho, el país fue sólo superado en la región por Chile en el Índice de Desarrollo Humano 2018 de Naciones Unidas. Pero esos logros conviven con una economía que no logra salir de un círculo vicioso. “Argentina se pasó más de una década estimuland­o el consumo en desmedro del ahorro; agotado el ahorro, continuó la misma política consumiend­o sus activos y, cuando también se agotaron los activos, apeló al endeudamie­nto externo”, dice Castiñeira. “La buena noticia es que el ahorro que se está generando en 2019, y que se pone en evidencia con la reaparició­n del superávit comercial en más de 10,000 millones de dólares, busca generar los recursos para que Argentina deje de dilapidar activos, expropiar a privados o vivir de prestado”. Forzada por la crisis, la economía ha venido corrigiend­o algunos de sus históricos desequilib­rios en el último año. Además del superávit comercial, este año se alcanzará un equilibrio fiscal primario y el déficit de cuenta corriente caerá al 2% del PIB. Pero la continuida­d de esos avances dependerá de cuál sea el factor que termine pesando más en las elecciones de octubre: la frustració­n por las penurias del presente o la apuesta por la lejana y aún borrosa luz que asoma en el horizonte.

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LA CRISIS económica que padece el país sudamerica­no provocó que el gobierno intervinie­ra para contener el alza de precios de los productos básicos.
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MAURICIO MACRI requiere de mucha habilidad política para librar la mala imagen y perfilarse como favorito en las elecciones del 27 de octubre próximo.

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