EL RETROVISOR JAVIER M. STAINES
Pequeños actos de redención
Hace 10 meses ya, murió el hijo de Nick Cave. Arthur, de 15 años, cayó de un risco en Brighton, Inglaterra, aparentemente bajo los efectos del LSD. El cantante australiano, voz y líder de The Bad Seeds, narra la tragedia, a pregunta expresa de alguno de los miles de lectores de su blog The Red Hand Files: ¿Cómo lidiar con una pérdida tan irreparable? En un ejercicio de evidente dolor, Cave responde. Narra el tránsito del duelo: la desesperanza agobiante, la amargura, el resentimiento, la soledad y el odio. Unas líneas después, presenta su antídoto: “Todos estos sentimientos pueden devastar las vidas de quienes nos rodean si no vivimos activamente nuestras vidas al servicio de los otros, si no buscamos por todas las vías reducir el sufrimiento del otro. Ésta es, en mi opinión, la clave de la vida y el remedio de nuestro propio sufrimiento”. Esto viene a cuento por la cadena de acontecimientos que desfilan en nuestros teléfonos, a toda hora, desde todos lados, asunto que parece nublarnos la esperanza en el mundo. Ante un escenario que presenta un rostro terriblemente dantesco, nos cuesta mucho poder observar las rendijas de luz. El agobio cotidiano nos consume en tales magnitudes que la única manera de hacer
mejores nuestras vidas es ejercer, en nuestro círculo más estrecho, lo que un genio como el señor Cave sugiere como antídoto: recurrir a nuestra propia capacidad de desarrollar y ejercer bondad y empatía. Dirán que el autor de estas líneas ha tenido un incomprensible ataque de ingenuidad y acaricia el llamado de abrazosno balazos al que convoca el sacristán a cargo del Ejecutivo. Que hacer la convocatoria al ejercicio de la bondad mientras nos golpeamos hasta con la cubeta en las redes sociales, aparecen estudiantes fallecidos, se envía a 6,000 miembros de la Guardia Nacional a cumplir las órdenes de Trump en la frontera sur, se le prestan los recintos de las más nobles artes a líderes pederastas de sectas religiosas, se queda en el campo de la retórica el castigo a los corruptos y se bajan las calificaciones crediticias a México, más lo que se acumule en el tiempo que esta revista se imprime (lo cual será mucho más de lo que cabe en esta página). La respuesta es: precisamente por todo eso. Es decir, vivimos con la sensación de pérdida constante: de duelo. Y no queda más que estar de acuerdo en que el mejor antídoto es despertar la dulce fiera de nuestra bondad, para crear pequeños círculos virtuosos a nuestro alrededor. El australiano cita un fragmento de un poema de Philip Larkin (‘The Mower’), que de verdad opera como acto de redención, del que una traducción libre es: “Debemos ser cuidadosos del otro; debemos ser amables mientras aún quede tiempo”. Yo recomiendo una sobredosis de madrigales de Monteverdi, vasitos de mezcal al gusto, los tacos de su preferencia, gente con la cual conversar y recordar las palabras sabias de Séneca: “La vida es demasiado breve y ansiosa para quienes olvidan el pasado, reniegan del presente y temen al futuro”. O, también y aún más importante, las de Simone de Beauvoir: el presente no es pasado potencial; es el momento de tomar decisiones y de actuar.
ANTE UN ESCENARIO DANTESCO, NOS CUESTA OBSERVAR LAS RENDIJAS DE LUZ.