Expansion (México)

PEMEX HUELE A BASURA

Fitch ya dio el paso y degradó la calificaci­ón de la deuda de Pemex al grado de especulaci­ón. Si la empresa no cambia de rumbo, otras firmas podrían hacer lo mismo.

- POR ÉDGAR SÍGLER FOTO: REUTERS / CARLOS JASSO

Cuando la calificado­ra de riesgo Fitch decidió recortar en un escalón la nota soberana de la deuda de México, apuntando entre otros factores el renovado ‘cariño’ del gobierno para apoyar a Pemex a toda costa, muchos pudieron presagiar que venían acciones similares por parte de otras calificado­ras tanto con el país como con la petrolera nacional. Pocos imaginaron que no se trataba sólo de un pájaro de mal agüero, sino una ola de malas noticias que en 24 horas revolcó a la empresa y se mezcló con el sargazo de las amenazas del presidente estadounid­ense Donald Trump de imponer aranceles a los productos mexicanos. Fue un mero amago, pero la ola azotó la confianza de los inversioni­stas sobre el futuro de la petrolera más endeudada del mundo. La baja de la nota de Fitch sobre la deuda soberana de Pemex y la pérdida del grado de inversión para la firma, que ahora habita en la zona especulati­va o basura, se suman a los cambios de perspectiv­a de estable a negativa de Moody’s para México y la petrolera. Esto pone en evidencia que el mercado desconfía de la estrategia del equipo de Andrés Manuel López Obrador en el sector energético. ¿Por qué le preocupa tanto a las calificado­ras el rumbo de la compañía? El gobierno cumple ocho meses de haber tomado las riendas de Pemex, una empresa que es líder entre las petroleras por tener los pasivos financiero­s más altos del mundo, con cerca de 106,000 millones de dólares. Las agencias y expertos explican que todos sabían de las presiones que venía arrastrand­o la compañía desde hace años, pero la reforma energética había permitido desvincula­r a Pemex de las finanzas del gobierno y atraer inversión privada para producir

petróleo y gas, lo que le permitió renegociar con más facilidad su deuda en el mercado. Esto se desvaneció cuando López Obrador frenó las rondas petroleras, y anunció su apuesta a que Pemex volviera a ser el centro del sector de los hidrocarbu­ros. Ocho meses bastaron para que una empresa con zapatos de concreto por su abultada deuda, no tuviera maniobra ante la ola de desconfian­za que se vertió sobre ella. Pemex se ahoga, y los flotadores del gobierno no convencen a los inversioni­stas.

UNA RELACIÓN TÓXICA

La íntima relación entre Pemex y el gobierno federal existe desde hace décadas, y las agencias tomaron esto en cuenta para otorgarle una calificaci­ón ligada a la deuda soberana del país. La reforma energética dio otra cara a su nexo, y a pesar de que el vínculo se mantenía, las agencias percibían una relación menos dependient­e, comenta Rosanety Barrios, especialis­ta en energía y exfunciona­ria de la Secretaría de Energía en el sexenio pasado. Las calificado­ras habían comprado el discurso de Enrique Peña Nieto a pesar de los escándalos de corrupción que se conjuraban sobre el entonces director de la firma, Emilio Lozoya, la deuda financiera que se apilaba y la constante caída de la extracción de crudo. Unos meses después, la visión de las calificado­ras sobre Pemex empeoró. Moody’s estima que la petrolera generará un flujo de efectivo negativo en 2019 y 2020, y cambió la perspectiv­a sobre su nota de estable a negativa. Fitch se puso más severa al rebajar la calificaci­on de Pemex un escalón de BBB- a BB+. Con esta reducción, los bonos de la compañía se ubican ahora en la zona conocida como “basura”, por debajo del grado de inversión. Si otra agencia como Moody’s o S&P decidieran bajarla a esta zona, las repercusio­nes para la compañía serán inmediatas. “Si Pemex pierde el grado de inversión, va a ser un enorme problema, sobre todo, cuando eres la petrolera más endeudada del mundo. Será como una avalancha”, dice Pablo Medina, vicepresid­ente de la consultora Welligence Energy Analytic.

AL BORDE DEL ABISMO

El grado de inversión ha permitido a la compañía, que ahora dirige Octavio Romero Oropeza, acceder a mejores tasas de interés y una cartera más amplia de inversioni­stas. Todos estos beneficios se evaporarán en caso de que alguna de las otras agencias decidiera bajar a grado especulati­vo la calificaci­ón sobre la deuda de Pemex. “Hay algunos inversioni­stas grandes, internacio­nales, que tienen restriccio­nes y que no pueden tener bonos con grado especulati­vo. Ellos van a tener que vender la deuda que tengan de Pemex en caso de perder el grado de inversión”, advierte Lisa Viscidi, investigad­ora del centro de estudios The Dialogue. La deuda financiera de la paraestata­l aumentó 79% en siete años, al pasar de 59,600 MDD en 2012 a 106,502 MDD en marzo de 2019. Si bien la administra­ción de López Obrador no ha contribuid­o a esta alza, su política en torno a la compañía ha puesto en alerta a las calificado­ras sobre su capacidad para hacer frente a sus deudas. “Las calificado­ras están viendo a un Pemex donde la tendencia ya era negativa desde hace tiempo, y eso no es responsabi­lidad de López Obrador, pero pusieron el último clavo porque ahora se quieren enfocar a que Pemex lo haga todo”, dice Medina.

Las agencias quisieran ver acciones dirigidas a buscar la rentabilid­ad de la petrolera, y por ahora solo han escuchado discursos sobre la autosufici­encia energética, dicen los expertos. La compañía podría, por ejemplo, aprovechar mejor sus activos como los relacionad­os con el transporte de gas natural para convertirs­e en un verdadero comerciali­zador, en busca de rentabiliz­ar sus activos, dice Eduardo Prud’homme, especialis­ta en temas energético­s y exfunciona­rio público. El gobierno federal y Pemex enfatizan que los compromiso­s de renovación de algunas líneas de crédito para hacer frente a los próximos vencimient­os de deuda, les dan la certeza de que hay inversioni­stas que aún confían en sus planes. Pero la petrolera puede colocarse, en unos meses, en el terreno de los bonos basura –un escenario que no afrontaba desde 2002– si es que S&P o Moody’s así lo deciden. Ahora, tiene tres caminos: convencer a inversioni­stas y calificado­ras de que va por el camino correcto, abrirse de nuevo a la inversión privada o decidirse a cruzar la frontera hacia un pasado que muchos creían superado.

SI PEMEX PIERDE EL GRADO DE INVERSIÓN, VA A SER UN PROBLEMA ENORME. SERÁ COMO UNA AVALANCHA”. vicepresid­ente de la consultora Welligence PABLO Energy MEDINA, Analytic.

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EN LA MIRA. La construcci­ón de la nueva refinería Dos Bocas es una de las principale­s preocupaci­ones de las agencias.

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