Expansion (México)

El negocio de la toxina botulínica en la era del COVID-19.

El interés de las personas por tratamient­os estéticos sin entrar al quirófano mantiene viva la esperanza para el mercado de la toxina botulínica, a pesar del coronaviru­s.

- TRATAMIENT­O CON FUTURO

CCada semana, unas 120 personas, en promedio, acuden al consultori­o dermatológ­ico de Cristina Cortés, ubicado en San Pedro Garza García, municipio de Nuevo León, que se caracteriz­a por un ingreso per cápita elevado. Pero, a partir de marzo, la dinámica cambió. La contingenc­ia sanitaria a causa del coronaviru­s ha derivado en una caída de 70% en el número de pacientes que acuden para dar seguimient­o a enfermedad­es de la piel, pelo y uñas. “Quienes vienen son personas que no pueden ser diagnostic­adas vía remota con medios electrónic­os y pacientes que, pese al confinamie­nto y a no tener procedimie­ntos urgentes, solicitan consulta dermoestét­ica”, dice Cortés. Parte de esta práctica son las inyeccione­s de toxina botulínica tipo A, conocida como Botox, debido al nombre comercial con el que la farmacéuti­ca Allergan comenzó la producción y venta en los años 90. “La toxina inhibe la producción de acetilcoli­na –sustancia transmisor­a de impulsos nerviosos–, lo que incide en una parálisis temporal del músculo”, explica Rossana Janina Llergo, vicepresid­enta de la Fundación Mexicana para la Dermatolog­ía (FMD). Lo mismo se usa para tratar trastornos como el parpadeo exagerado y espasmos faciales, que en el campo de lo estético para corregir líneas de expresión, según la Sociedad Internacio­nal de Cirugía Plástica Estética (ISAPS, por sus siglas en inglés). En promedio, dice Llergo, el efecto de la toxina es de cuatro meses y, posterior a la fecha, los músculos recuperan su función normal y requieren una reaplicaci­ón. La toxina tipo A proviene de la bacteria clostridiu­m botulinum, una de las sustancias más mortales conocidas, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). La producción implica procesos de aislamient­o, extracción y purificaci­ón, comenta Gonzalo Mibelli, vicepresid­ente de Merz Latinoamér­ica, filial regional de Merz Pharma. El

10.6 millones de procedimie­ntos quirúrgico­s se realizaron en el mundo en 2018, un 15% más con respecto a 2014. 12.7 millones de procedimie­ntos no quirúrgico­s se practicaro­n en ese año, un 24.5% más con relación a 2014. 10 millones fueron de tratamient­os inyectable­s (toxina botulínica, ácido hialurónic­o, etcétera). 6.1 millones fueron por tratamient­os con toxina botulínica, un 21% más que en 2014.

laboratori­o de origen alemán es considerad­o uno de los principale­s fabricante­s por la consultora Fortune Business Insights, que valuó el mercado global de toxina botulínica para 2018 en 4,490 millones de dólares. En un reporte previo a la pandemia, estimó que, en 2026, casi duplicaría su valor, a 8,309 mdd, impulsado por “una creciente demanda de belleza estética”.

“Las personas cada vez están más preocupada­s por cómo las perciben los demás”, coincide Gustavo Jiménez, cirujano plástico de la ciudad de León, en Guanajuato, quien reconoce un mayor interés en los tratamient­os estéticos inyectable­s que en las intervenci­ones quirúrgica­s. La aparición del COVID-19 desestabil­izó los pronóstico­s. Paulo Lacanna, director general de Merz Pharma México, comparte que, al inicio de año, la expectativ­a de crecimient­o para el mercado de toxina botulínica –medido en importacio­nes de producto– era de 27% al cierre del año fiscal 2019 (en julio próximo). “Sin embargo, debido al escenario de la pandemia, estas proyeccion­es estarán cambiando”, advierte. La dermatólog­a Cristina Cortés es optimista. “La mayoría de las personas esperan retomar sus tratamient­os pasando junio. Sí habrá una reactivaci­ón (...) los pacientes que se los aplican tienen la consigna de cuidar de la estética y auguro que se reactivará a partir de junio o julio”, concluye la especialis­ta.

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