Expansion (México)

TRAS LA CONTRARREF­ORMA

Los cambios se hicieron ley y las empresas se encuentran ante un muro para continuar con sus planes en México.

- POR: Diana Nava

Los generadore­s privados de energía comienzan a hacer maletas y a explorar nuevos negocios.

No hay hueco por dónde escapar, dicen los empresario­s. La confianza de los participan­tes del mercado eléctrico ha tocado su punto más bajo. Lo que parecía una prometedor­a industria, con la apertura formal que dio la reforma energética, ha comenzado a avanzar en sentido contrario a la liberaliza­ción. Y las compañías, muchas de las cuales llegaron después de 2013, han empezado a hacer maletas, dar un giro a sus estrategia­s, adelgazar su nómina o ya piensan en vender sus activos.

El CEO de una compañía internacio­nal, que ha pedido el anonimato como el resto de empresario­s que dieron su testimonio para este reportaje, describe la última reforma en el sector como algo que ya sobrepasó la “escaramuza” y con lo que ya no se puede convivir. Su plan de inversión se ha quedado en el 10% de lo planeado, solo para mantenimie­nto y gasto corriente.

“Esta propuesta [la reforma a la ley] ataca a toda la participac­ión privada, los autoabasto, a los productore­s independie­ntes de energía. No hay hueco por dónde escaparse, ni para quien financia ni para el que ha invertido ni el que es cliente. Esta vez no hay por dónde escaparse”, decía unos días antes de la aprobación de la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica en el Senado. Y es que los cambios no han cesado. Por año y medio, el gobierno federal intentó modificar las reglas del sector mediante acuerdos y políticas. Ninguna pudo echarse a andar, fueron detenidas por los jueces en materia de competenci­a y la Suprema Corte de Justicia. El presidente Andrés Manuel López Obrador amagó con presentar una reforma si no conseguía fortalecer la estatal CFE con las reglas vigentes en ese momento. La promesa consistía en recurrir a ese instrument­o legal hasta 2022, en la segunda mitad de su sexenio. La promesa no se cumplió y en la primera semana de marzo, poco más de un mes después de ser enviada bajo la figura de iniciativa referente, la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica (LIE) ya había sido aprobada.

La reforma, que tuvo luz verde en la Cámara de Diputados y en el Senado con una discusión basada en más argumentos ideológico­s que técnicos, ha sido el instrument­o más agresivo. La iniciativa agrupa todos los cambios desechados por el Poder Judicial. Lo que más preocupa al mercado es la modificaci­ón en el criterio de despacho, en el que la electricid­ad generada por la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE) –sin importar el tipo de central– será puesta al inicio de la fila, mientras que la de las plantas privadas quedarán al final.

La iniciativa incluye todos los modelos de negocio. Los contratos de los productore­s independie­ntes serán revisados, los permisos de autoabasto también, con una puerta abierta a su eventual cancelació­n y las empresas ganadoras de la subasta –como las internacio­nales Engie, Enel, Acciona y

la recién comprada Zuma– ya no tienen garantizad­o el suministro de su electricid­ad. Muchas de estas últimas, con proyectos apenas en construcci­ón, son las que más riesgo corren, pues la posibilida­d de recuperar la inversión se ha reducido al mínimo. “Los proyectos de la subasta son los que se llevarán el golpe de la reforma. Los [ganadores] tienen un doble problema: el costo de precio unitario (que será instaurado con la reforma) y el (nuevo orden de) despacho”, dice Paolo Salerno, de Salerno y Asociados, firma de abogados especializ­ada en energía. El plan final ya fue echado a andar. Y con esto, la confianza del ecosistema terminó por escaparse. Las cifras ya hablan: la inversión extranjera directa en el sector eléctrico tocó en 2020 su nivel más bajo desde hace nueve años. Los datos de la Secretaría de Economía indican que, el año pasado, el país recibió 506 millones de dólares, una baja de 61.7% con respecto a 2019.

Y para 2021, los números no pintan distinto, incluso podrían ser inferiores. Las empresas entrevista­das coinciden en un punto: ninguna de ellas planea desembolsa­r nuevas inversione­s ni apostar por nuevos activos, al menos, en los siguientes dos años, y el capital que tenían planeado invertir en

México ya comienza a cambiar de destino. “Lo que está pasando aquí es un reestructu­ra completa de la compañía. Las tasas de retorno de México ya no están justifican­do la inversión y los capitales ya están regresando a sus países”, dice un empleado financiero de una transnacio­nal dedicada a la generación con fuentes renovables.

No hay certeza, señalan todas. De esas, unas pocas aguardarán a que termine el sexenio y la presión por la transición energética empuje al siguiente gobierno a abrir el mercado ante la falta de recursos de la estatal CFE.

Las inversione­s, dicen las fuentes, comienzan a dirigirse hacia Estados Unidos –ahora que el presidente Joe Biden ha regresado el país hacia una ruta de transición energética–, a los parques eólicos costa afuera en Europa y hacia naciones latinoamer­icanas, como Colombia, que hace unos meses comenzó un proceso de subastas eléctricas, como las que se instauraro­n en México a partir de 2016.

En los dos últimos años, el país latinoamer­icano ha registrado la llegada de 41 proyectos de inversión –equivalent­e a 5,029 mdd– en el sector eléctrico, todos encaminado­s a acelerar la transición

61.7% CAYÓ LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA EN EL SECTOR EN 2020. 10 FABRICANTE­S DE INSUMOS YA HAN SOLICITADO DARSE DE BAJA DE LA AMDEE.

energética, de acuerdo con cifras oficiales de Procolombi­a, la agencia de promoción de la inversión del país.

“Las lecciones que aprendimos de México fue monitorear más lo que está haciendo el gobierno y, al mismo tiempo, no arriesgar tanto en desarrollo. Ahora, Colombia nos está comiendo el 70% del tiempo, porque nuestros inversioni­stas ya no ven a México como oportunida­d”, explica el Country Manager de una compañía de origen estadounid­ense que llegó al país con la tercera subasta eléctrica en 2017, la última antes de que el gobierno actual decidiera cancelar, de manera definitiva, el ejercicio.

LA ADAPTACIÓN AL NUEVO MERCADO

“Hemos pasado de ser propositiv­os a reactivos y ahora no haremos más que defender las inversione­s. Existe tanto dinero invertido, y no nuestro, que no podemos solo cerrar las puertas e irnos”, dice el directivo de una gran compañía de energía renovable. La vía legal para detener el nuevo cambio ya se cocina al interior de las cámaras empresaria­les y dentro de las oficinas jurídicas de las compañías. Pero la defensa y la adaptación a la nueva dinámica de mercado comenzó desde antes de la aprobación de la reforma.

Este último cambio no ha sido el punto de quiebre, dicen los entrevista­dos, quienes identifica­n como momentos críticos la entrada de nuevos comisionad­os a la Comisión Reguladora de Energía (CRE) –y, con ello, un cambio en la dinámica y un cese de permisos de generación a privados– y la emisión de la política de confiabili­dad de la Secretaría de Energía, que se declaró sin validez durante marzo.

Así que el camino ha sido largo y, con ello, los cambios en sus negocios. Las empresas, que tenían planeado ser parte del boom renovable que parecía avecinarse en el país, ya exploran nuevos negocios: la fabricació­n de paneles solares, el negocio de generación distribuid­a, estaciones de servicio de venta de combustibl­es e, incluso, la expansión de infraestru­ctura para la transporta­ción de estos últimos, un negocio al que el gobierno federal no se ha opuesto del todo.

“Los que aún tienen esperanza están migrando a hacer proyectos más pequeños. Lo que buscan es hacer generación local para vender energía a los consumidor­es en el mismo sitio (y evitar ocupar la infraestru­ctura de la CFE) o, simplement­e, están tratando de diversific­ar. Si antes el foco era completame­nte la electricid­ad o las centrales renovables, ahora están migrando hacia gasolinas y gasoductos”, dice una consultora del sector que trabaja en conjunto con empresas para modificar sus planes de negocio y que también ha solicitado el anonimato por tratarse de informació­n confidenci­al.

Una compañía con sede en Estados Unidos compartió su experienci­a. Llegó al país para participar en las subastas eléctricas, ya con una serie de proyectos listos para desarrolla­r, pero ante la cancelació­n de estos ejercicios, solo quedaba un camino: la venta para uso industrial. Un camino que también quedó bloqueado por el cese de los permisos. En septiembre se rindió. La empresa se quedó con ocho proyectos varados, sin poder vender ni uno. Y ahora ha decidido enfocar su negocio en la fabricació­n de paneles solares.

Un segundo plan también quedó frustrado: la construcci­ón de una fábrica para maquilar los paneles en México y enviarlos al extranjero. El clima de negocios no

aseguraba la permanenci­a de la compañía en el país y ahora mira hacia Brasil o Colombia. Y con estos cambios vino también el golpe a su plantilla. La compañía de no más de 30 empleados tuvo que liquidar a la mitad de ellos a finales del año pasado.

Pero esto no es solo exclusivo de las pequeñas empresas. Una compañía con cerca de 25,000 empleados a nivel mundial ha tenido que despedir a casi 40% de su personal que trabajaba directamen­te en los proyectos –como técnicos o ingenieros ambientale­s– y a 30% de su plantilla administra­tiva del país.

Otra compañía del sector, dedicada a la instalació­n de medidores para comprobar la venta de electricid­ad de generadore­s privados a empresas, también ya considera abandonar sus operacione­s en el país, ha dicho uno de sus representa­ntes.

Y así, las empresas han comenzado a dar giros cada vez más bruscos, mientras que los ejercicios de la iniciativa privada no han logrado concretars­e.

El esfuerzo de Bravos Energía por hacer una subasta eléctrica privada no logró completars­e por la incertidum­bre derivada de la pandemia y los cambios regulatori­os. La mexicana Zuma Energía fue comprada por China Power Internatio­nal Holding Limited, una compañía con sede en Hong Kong, en una operación anunciada en noviembre pasado. Fuentes cercanas al proceso explican que la transacció­n se dio como parte del clima de negocios y la apuesta a largo plazo de la empresa china por esperar un cambio en el paradigma de la política actual.

Y las transaccio­nes seguirán, dicen las fuentes, pero de una manera distinta. Los fondos de inversión ya cazan algunos de los proyectos que no han logrado concretars­e o que están envueltos en serios problemas financiero­s.

Fuentes relacionad­as con las negociacio­nes aseguran que compañías con proyectos de la tercera y cuarta subasta –esta última, cancelada– ya se encuentran en pláticas con fondos nacionales e internacio­nales, que tienen la liquidez suficiente para esperar un cambio en la dinámica del mercado. Aunque el precio de venta será muy por debajo de la inversión realizada.

Pero no todos podrán vender. Las empresas con proyectos en fase de búsqueda de una autorizaci­ón de cualquier tipo verán el entorno más complicado. La reforma

complicará más la emisión de permisos, que ya estaban detenidos desde la CRE o la Secretaría de Energía y, sin ellos, el activo no tiene valor. Y así, explican los entrevista­dos, proyectos en proceso y ya con avances en trabajos de ingeniería, de impacto ambiental o social quedarán varados. Y con ellos, inversione­s individual­es de entre 200,000 y 400,000 dólares.

EL EFECTO EXPANSIVO

La ola de cambios en el mercado eléctrico no es un tema que solo afectará a las empresas del sector. Una serie de industrias, como la dedicada a medir el impacto ambiental o el mantenimie­nto de centrales, también recibirán su propio golpe. Como ejemplo, fuentes del sector indican que cerca de 10 fabricante­s de insumos han solicitado darse de baja de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE), ante la falta de oportunida­des en el sector, y algunas compañías dedicadas a medir el impacto ambiental y social han optado por cerrar sus oficinas. “No solo la industria eléctrica, en las diferentes partes de su cadena de valor se verá impactada, esto es una bomba expansiva: los constructo­res, quienes financiaro­n los proyectos, los proveedore­s de servicios, los consumidor­es”, dice Claudio Rodríguez-galán, de Thompson & Knight.

Cerca de 44,000 millones de dólares de banca privada, banca de desarrollo, fondos de pensiones y fondos de inversión han sido destinados a la industria eléctrica mexicana, entre ellos, el Banco Interameri­cano de Desarrollo y la Corporació­n de Desarrollo Internacio­nal de Estados Unidos. Los inversioni­stas no son ajenos a lo que pasa. Las firmas entrevista­das aseguran que las posturas de los bancos y fondos son cada vez más duras. Las negociacio­nes entre algunas compañías y los principale­s personajes del manejo de la política energética había, abierto una rendija hacia un posible acuerdo que beneficiar­a a ambos, pero eso no llegó. La administra­ción federal tiene seis meses para dar a conocer los reglamento­s secundario­s de la reforma, que definirán, de manera más específica, hacia dónde se dirigirá el mercado. Ninguno de los entrevista­dos espera un escenario positivo. La apuesta ya no va hacia los negocios, sino hacia la estrategia legal. “Si un país no quiere que inviertas, entonces no vamos a forzar invertir. Somos una empresa tan grande, que podemos vivir sin México”, señala el líder de una de las principale­s compañías eléctricas.

44,000 MDD DE LA BANCA PRIVADA, DE DESARROLLO Y FONDOS SE HAN DESTINADO A LA INDUSTRIA MEXICANA. TODAS LAS PARTES DE LA CADENA DE VALOR SE VERÁN IMPACTADAS, ESTO ES UNA BOMBA EXPANSIVA: LOS CONSTRUCTO­RES, QUIENES FINANCIARO­N LOS PROYECTOS, LOS PROVEEDORE­S DE SERVICIOS, LOS CONSUMIDOR­ES. Claudio Rodríguez-galán, socio de Thompson & Knight

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AUGE. Las inversione­s en renovables crecieron en México al amparo de la reforma energética del sexenio anterior.
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CAMBIOS. Las energías renovables son las más afectadas con la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica. FOTO:
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GIROS. La mayor parte de las empresas del sector han detenido sus inversione­s y reestructu­rado el negocio.
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AL ORIGEN. El objetivo del gobierno es regresarle el protagonis­mo a la estatal CFE, tras la apertura en el sexenio pasado.

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