COVID-19 ‘MATA’ NOM-051
La implementación de la actualización de la Norma 051 fue atípica por la pandemia y por un menor crecimiento económico que diluyó el impacto de los sellos en alimentos y bebidas preenvasados.
Las razones detrás del cambio en el consumo de alimentos procesados.
Pasar por los pasillos de un supermercado ahora es una experiencia distinta y no solo por la pandemia. Desde el 1º de octubre, cuando entró en vigor la Norma 051, conocida como de etiquetado frontal de alimentos y bebidas, la forma en la que vemos los productos ha cambiado. No solo se trata de los famosos sellos octogonales de advertencia para que los consumidores identifiquen los productos con un alto contenido calórico, de grasas, azúcares o sodio. A partir del 1º de abril también desaparecieron de los empaques los dibujos animados, deportistas o mascotas, así como elementos interactivos,
como juegos o descargas digitales en los alimentos preenvasados que contengan más de un sello de advertencia.
No solo cambió el exterior, empresas como Bimbo, Nestlé, Coca-cola, Pepsico, Kellogg’s o Lala han modificado las fórmulas de algunos de sus productos. México es el mayor consumidor de alimentos procesados de América Latina y el cuarto más grande del mundo, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las autoridades han batallado durante años con altas tasas de diabetes y obesidad, una crisis de salud que se ha visto agravada por el coronavirus, ya que estos padecimientos empeoran la enfermedad. De acuerdo con Nielsen, desde octubre, los fabricantes modificaron sus ingredientes para poder bajar el número de sellos, que entonces era de tres y ahora es de 2.2, en promedio, por producto. Además, añadieron a sus portafolios versiones con menos etiquetas. “Esta nueva ley también nos habla de un esfuerzo de los fabricantes de alimentos y bebidas de poder adaptar los ingredientes para ser beneficiados con menos sellos”, dice Yanira Reyes, líder de Analytics de Nielsen.
Por ejemplo, los principales productos de Grupo Bimbo, como panes de caja y bollería, no contienen sellos y también tiene versiones sin ellos en las categorías de panes tostados, productos para empanizar y tortillas de harina.
La Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) informó que la primera fase de etiquetado requirió una inversión de 15,000 millones de pesos cuando había previsto un costo de 6,000 mdp originalmente. Antes de la llegada de los sellos, los mexicanos ya se fijaban en lo saludable. Esto dio un impulso a los productos orgánicos y reducidos en sodio y azúcar, que presentaban crecimientos tras el covid-19, comenta Reyes. Y aquellos con tres o cuatro sellos muestran una caída desde enero de 2021, continúa la especialista. Esta tendencia se ve más en los niveles económicos alto y medio, y en los hogares con niños. Del total de los alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados, 70% exhibe un sello de advertencia.
EL IMPACTO DEL COVID-19
Los cambios en el consumo también han sido una respuesta al menor dinamismo económico que ha golpeado el poder adquisitivo de los mexicanos. Fabián Ghirardelly, Country Manager de la consultora Kantar México, explica que estos cambios incluyen desde los productos que se compran hasta los formatos, por lo que los patrones responden más a la emergencia sanitaria que al etiquetado. “La implementación de la norma se dio en un contexto atípico. Tal vez cuando se acabe el confinamiento, los patrones también sean diferentes”, dice. Desde septiembre, las cadenas de supermercados solicitaron a los fabricantes que los productos tuvieran los sellos para evitar sanciones, aunque, según la Secretaría de Economía, cerca de 50 empresas han presentado amparos, entre ellas, COCA-COLA-FEMSA, Hershey’s y Unilever, además de algunos representantes del sector, como el Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo (Conméxico), que considera a Alpura, Barcel y Grupo Bimbo, entre otras.
En las tiendas de barrio tampoco hay cambios drásticos, comenta Rolando Contreras, director del segmento de abarrotes de la firma ISCAM. Este canal atiende a la población de clase media o media baja, para quienes es más complejo comprar productos más saludables, ya que su precio es más alto.
Cuauhtémoc Rivera, presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec), coincide en que el impacto del etiquetado ha sido marginal. “Es temprano para hacer un balance, pero quien domina el impulso de la compra es la capacidad de pago, que lo que traes en la bolsa alcance para lo que quieres, por lo que el precio es el principal factor para decidir”.