Expansion (México)

Los aprendizaj­es de la participac­ión electoral.

El voto dividido de la contienda refleja una reflexión madura de lo que el ciudadano quiere construir y las conductas que quiere castigar.

- POR: Arturo Sánchez Gutiérrez* *Arturo Sánchez Gutiérrez es profesor investigad­or de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno.

LA PLURALIDAD REQUIERE DIÁLOGO Y CONSTRUCCI­ÓN DE ACUERDOS PARA ESTABLECER LAS POLÍTICAS PÚBLICAS... ESO ES LO QUE EVITA LA IMPOSICIÓN DE UNA SOLA FUERZA, POR MÁS POPULAR QUE ESTA SEA.

La democracia mexicana tuvo una de sus mejores experienci­as el pasado 6 de junio, después de un proceso electoral muy complejo. No sin trabajos, la autoridad electoral resolvió con éxito los retos que se presentaro­n y aplicó la ley, a pesar de las protestas de quienes no se vieron favorecido­s por las decisiones del INE y del Tribunal Electoral. Más allá de los resultados para cada partido, la cantidad de puestos en disputa permitió que todos ganaran y perdieran, en mayor o menor medida. Ello fue producto de la participac­ión ciudadana que se expresó de múltiples formas.

Por principio, a pesar de la pandemia, el INE anunció con anticipaci­ón que ya tenía los ciudadanos necesarios para integrar las 162,500 casillas a instalar el 6 de junio. Ello mostró un ánimo participat­ivo no siempre visto. Al mismo tiempo se generó un ambiente cívico que venció la narrativa sobre posibles fraudes y se sobrepuso al ambiente de violencia política que caracteriz­ó las campañas en algunas regiones. Con todo, la mejor muestra de la responsabi­lidad cívica se expresó en el número de ciudadanos que acudió a votar. En una elección intermedia, a diferencia de la presidenci­al, el ánimo de los electores suele disminuir. Por lo tanto, no era factible esperar porcentaje­s similares al 63% que se expresó en 2018. Sin embargo, este año votó el 52.67% de la lista nominal, el porcentaje más alto de participac­ión para una elección intermedia desde 2003. El dato no es menor si además se revisan las caracterís­ticas del voto. La gran participac­ión está aparejada al desarrollo de una cultura cívica que permitió al elector valorar su voto responsabl­emente. Los resultados muestran que el ciudadano tendió a votar de manera diferente por su diputado federal que por su gobernador o presidente municipal. El voto dividido refleja una reflexión madura de lo que el ciudadano quiere construir y las conductas que quiere castigar. En varios estados se castigó severament­e a los gobiernos emanados del PRI que hace seis años triunfaron en la gubernatur­a y hoy no hubo una alternativ­a convincent­e. Pero en esos mismos estados se apoyó a candidatos del mismo partido y sus aliados para la Cámara de Diputados federal. Similarmen­te, un sector de la ciudadanía que hace tres años contribuyó a que Morena y sus aliados obtuvieran mayoría calificada en la Cámara de Diputados cambió su voto para retornar a un escenario en que ningún partido puede, por sí mismo o con sus aliados, modificar la Constituci­ón. Una de las explicacio­nes de este tipo de voto es la pluralidad que caracteriz­a a la sociedad mexicana. La pluralidad requiere diálogo y construcci­ón de acuerdos para establecer las políticas públicas que aplicarán los gobiernos. Eso es lo que evita la imposición de una sola fuerza, por más popular que esta sea. Esa es una de las lecciones más elocuentes de esta elección. El discurso polarizado­r que busca clasificar­nos entre transforma­dores y conservado­res o “chairos” y “fifís” fue ampliament­e derrotado en la elección. La otra lección es la confianza de los ciudadanos en las institucio­nes electorale­s. Desde la elección de 2018, el INE fue objeto de críticas, en especial, su consejo general y su presidente. El Ejecutivo federal fue el principal propagador de las descalific­aciones y pronto lo acompañaro­n miembros del gabinete y de su partido. Tras la elección, ese discurso fue derrotado. La ciudadanía refrendó su confianza en las institucio­nes y convirtió el INE en otro de los ganadores. Sin duda, la democracia mexicana enfrenta varios retos relacionad­os con problemas que arrastramo­s desde hace mucho tiempo. La seguridad, la desigualda­d, la falta de crecimient­o y la pobreza, entre otros, no se resuelven con una elección. Sin embargo, la ciudadanía puso las bases democrátic­as para una nueva negociació­n, toca ahora a los gobernante­s instrument­ar las políticas que atiendan nuestras carencias.

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