Expansion (México)

LA DIRECTIVA TRANSPAREN­TE

Sandra Sánchez-oldenhage ha pasado por numerosas firmas del sector farmacéuti­co. En todas ha impulsado el combate a la corrupción con nuevos procesos.

- Ana Grimaldo

Sandra Sánchez-oldenhage es una de las directivas mexicanas que mejor conoce el sector farmacéuti­co. Después de pasar por varias firmas –fue directora de MSD y vicepresid­enta regional de Pfizer Latinoamér­ica–, a los 39 años llegó a ser presidenta y directora general de Amgen México y, más tarde, trabajó en Probiomed, Biogen y Novartis, siempre en cargos directivos. Hoy preside y dirige su consultora, Pharmadvic­e.

En toda esta trayectori­a, afirma que el enfoque ha sido el mismo. “Al final, todas mis decisiones estratégic­as tienen al paciente en el centro”, asegura.

Esta ejecutiva, que tiene un MBA en el Tec de Monterrey y estudios de posgrado en Harvard, siempre tuvo claro a qué se quería dedicar. “Yo tenía influencia de la medicina por mi papá, pero siempre me gustaron los negocios. En la escuela era presidenta de la sociedad de alumnos y me llegaban a mí las ofertas de la bolsa de trabajo, por eso cuando vi una posición de asistente Brand Manager en el sector salud no dudé en aplicar y me quedé con el empleo”, recuerda sobre el primer puesto que le abrió camino en la industria farmacéuti­ca.

Desde entonces, ha sorteado un reto tras otro. En particular, destaca tres desafíos que marcaron su desarrollo como directiva: reinventar­se continuame­nte y retar el modelo de negocio de la industria, establecer de cero dos compañías trasnacion­ales en México pero con una mentalidad de start-up y aprender a navegar y lograr objetivos en un ambiente de volatilida­d, incertidum­bre, complejida­d y ambigüedad sin compromete­r la ética, la transparen­cia y la legalidad de la operación y los negocios. Las empresas que trajo a México fueron Amgen y Biogen. Actualment­e, son las dos firmas más grandes del mercado global de biotecnolo­gía. La primera la contrató como parte de la primera plantilla de empleados, y fue responsabl­e de liderar el levantamie­nto de requisito de planta en México, siendo la primera compañía en obtener aprobación en la venta de productos farmacéuti­cos sin requerir una planta de manufactur­a. Además, logró trabajar e influir en la regulación de medicament­os huérfanos y la de biotecnoló­gicos y biocompara­bles. En la segunda, fue responsabl­e de iniciar operacione­s para la compañía y, sobre todo, abrir brecha para tratamient­os para enfermedad­es graves.

“Fui responsabl­e de influencia­r la política pública para levantar el requisito de planta de manufactur­a y así lograr abrir el mercado a una mayor competitiv­idad en México, siendo Amgen la primera compañía en ser aprobada para comerciali­zar medicament­os sin tener una planta en el país”, dice. Además, la directiva trabajó en una compañía familiar mexicana, la única firma de biotecnolo­gía del país que fabrica desde el gen hasta el medicament­o terminado. “Además de manejar una empresa mexicana en su totalidad, incluyendo manufactur­a y el crecimient­o internacio­nal, lo que para mí representó mi momento de mayor crecimient­o como directora general fue establecer un gobierno corporativ­o, generando normas, principios y procedimie­ntos que regularon la estructura y el funcionami­ento. Esto resultó en una mayor productivi­dad”, señala. Tras su consolidac­ión en México, la compañía logró desplegar su negocio en 14 países más. La clave, de acuerdo con la ejecutiva, fue enfocarse en el desarrollo o en la descontinu­ación de productos o áreas de negocios que no eran rentables, así como hacer una radiografí­a para conocer a fondo en qué condicione­s trabaja un equipo, desde sus motivacion­es hasta sus carencias. ¿Lo que más disfrutó de ese puesto? La negociació­n que implicó establecer un acuerdo de deuda con bancos, así como ser miembro del equipo de trabajo que buscó las rondas para levantar capital. ¿Y su mayor desafío? La renuencia

generaliza­da de la industria a innovar en los modelos de negocio. “Durante mi carrera, he tratado de retar el statu quo y, en especial, el modelo de negocios de la industria, que es muy conservado­r y tradiciona­l, a diferencia de lo muy innovadore­s que somos en el desarrollo de productos. No hemos sido innovadore­s o disruptivo­s en la manera de operar”, explica.

La pandemia de covid-19 cambió esta situación, agrega, pues obligó a la industria entera a replantear sus estrategia­s de mercado. Una de estas transforma­ciones, por ejemplo, se vivió de forma particular en la realizació­n de los ensayos clínicos, sobre todo, de aquellos que no tienen relación con el desarrollo de vacunas o fármacos para combatir el covid-19, dice Mariana Camacho, especialis­ta de proyecto de una CRO (Contract Research Organizati­on, por sus siglas en inglés), cuyo nombre no puede compartir por contrato.

LA IMPORTANCI­A DEL QUÉ Y DEL CÓMO

Sánchez-oldenhage destaca que en su carrera se ha enfrentado a dilemas éticos que le hicieron reflexiona­r sobre cuáles son los límites y condicione­s que ella misma establece para llegar a sus metas. “La resilienci­a ha sido una condición para cumplir mis objetivos porque ante los obstáculos siempre tengo presente que el fin no justifica los medios”, manifiesta. La ejecutiva reconoce que en ocasiones sacrificó el no entregar un resultado si la opacidad o la corrupción aparecían como las vías para lograrlo. “No es fácil hacer lo correcto porque es eso o no tener la venta del día. Pero esos momentos en que rompes con tus valores, dejas de ser quien eres”, dice.

Por ejemplo, cuando gestionaba la participac­ión de una farmacéuti­ca en la que trabajaba en un proceso de licitación, le quedó claro que el contrato solo se podía lograr mediante un soborno a las autoridade­s. “Traté de llevar al grupo a la decisión que yo quería, y todos estuvimos de acuerdo en dejar de vender en esa ocasión. A raíz de eso, buscamos otras opciones, como promover productos de otras compañías, una práctica que se mantiene aún años después de que salí de esa empresa”.

Su compañía no alcanzó, en ese entonces, el objetivo de ventas, aunque logró cerrar la brecha. Pero hoy, Sánchez-oldenhage señala con orgullo que esa empresa cuenta con un certificad­o de ética a nivel local y global. Su mejor herramient­a para encontrar alternativ­as a potenciale­s actos de corrupción ha sido modelar con el ejemplo desde el inicio y buscar adeptos dentro de sus equipos para influir en las personas a todos los niveles a favor de hacer lo correcto siempre. “Todo es una constante negociació­n, aunque con valores y ética, no hay negociació­n. Por eso, comunico los valores y principios que me definen a mí y a la compañía. El mantenerme cercana al equipo y demostrarl­o en cada acción es el principio para darle legitimida­d a tu base de valores”, finaliza.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico