GRATIFICACIÓN INSTANTÁNEA
A muchos nos enamora sentir que estamos haciendo algo por nuestro planeta; sentir que, si usamos la bicicleta en lugar del coche o si compramos agua en botella de vidrio en lugar de plástico, somos mejores personas. Comúnmente somos críticos de quien no practica estas costumbres. Para mí, esta pandemia evidenció dos de los peores enemigos de la sustentabilidad: la accesibilidad a los alimentos y la búsqueda de la gratificación instantánea. Es una obviedad decir que, la mayoría de las veces, la manera en que nos alimentamos no es sustentable: la cantidad de opciones que tenemos para elegir es casi obscena. Con teléfono en mano, puedo pedir un rollo tipo maki y en menos de una hora me lo comeré. Si revisamos el origen de los ingredientes, así como su huella de carbono, encontraremos que la hoja de alga viene de China; el salmón, de Chile; el queso crema, de Wisconsin; el arroz, de California; la salsa de soya, de Japón; y el limón de la salsa ponzu, de Colima. Probablemente no haya antojo más contaminante que un rollo de salmón. Esta gratificación instantánea, que provoca en parte la accesibilidad y globalización de los ingredientes, es perjudicial para el ambiente y propicia, según los expertos, un incremento en el calentamiento global.
Era casi inimaginable pensar que, después de dos años de grandes retos, cuando las cosas parecían volver a la normalidad, nos enfrentaríamos a una nueva situación grave que atentaría contra el bienestar de la población. Me refiero a la severa sequía que afecta el noreste del país y que estamos viviendo en Monterrey, con cortes de agua nunca antes vistos. Hay diferentes opiniones sobre la razón de tan severa escasez, aunque la mayoría de los expertos coincide en que el factor principal es el cambio climático, así como el crecimiento de la ciudad, el desperdicio rampante y la orografía de la zona que impide que gran cantidad de nubes puedan descargar agua sobre las montañas y presas. También se le atribuye a la falta de previsión e inversión para modernizar la red hidráulica, en parte propiciada por la corrupción de gobiernos anteriores, y al alto consumo de agua de las miles de industrias que residen en Monterrey. En contraste, Monterrey tiene el mayor consumo per cápita de refresco y cerveza en el país y la ciudad es sede de las embotelladoras más grandes y rentables de Latinoamérica. Es común ver en los supermercados y tiendas de conveniencia refrigeradores llenos de cerveza, refrescos y jugos y, al mismo tiempo, batallar para comprar agua “sin sabor”.
Pero, como en cada crisis, siempre surgen cambios positivos: este quiebre nos ha obligado a entender que los recursos naturales son finitos y nuestra relación con el planeta debe basarse en respeto, orden y equilibrio. Por consecuencia, en Grupo Pangea hemos realizado cambios sustanciales, y modificado prácticas y costumbres en nuestra operación, lo que nos ha permitido reducir nuestro consumo de agua cerca de 20%. Sin embargo, creo que nuestra mayor aportación ante esta crisis es replantearnos la forma en la que cocinamos, de una manera aún más local y, a la vez, demostrarle a nuestro cliente que tener menús más acotados pero sustentables es preferible a tener acceso a todo, todo el tiempo.