Food & Wine en Espanol

VINO DE DOS NACIONES

- Por MARIANA CASTILLO

CON UN PIE EN MÉXICO Y OTRO EN AUSTRALIA,

JUGUETTE ES UN EJEMPLO DE LOS PROYECTOS

BINACIONAL­ES QUE ROMPEN ESQUEMAS PARA

TRAER AL MERCADO NACIONAL VINOS

DE CALIDAD.

EL ENÓLOGO MAURICIO RUIZ Cantú es originario de Monterrey, pero Adelaida, en Australia, se volvió su hogar. Su espíritu curioso es el responsabl­e de no quedarse quieto en un solo sitio, ya que tiene un pie en México y otro en aquella latitud de Oceanía. Este constante vaivén se lo debe a Juguette, el proyecto de vino binacional que tiene en conjunto con su socio y colega Benjamin Caldwell, así como con su hermano

Manuel, director comercial de la empresa.

Su premisa es ofrecer vinos hechos en Australia con vides de viñedos viejos —alrededor de 25 años de 15 diferentes dueños y de cuatro regiones distintas–:

Barossa Valley, MCLAREN Vale (donde está la bodega),

Adelaide Hills y Langhorne Creek. Mauricio dice que buscan que cada botella sea extraordin­aria a precios competitiv­os, así que trabajan con gente que sabe lo que hace, con generacion­es de experienci­a detrás.

Aunque su primera cosecha fue en 2013, la marca no estaba para nada planeada. Después de trabajar en este mundo en Parras, Coahuila, Mauricio partió en 2009 a aquel país a estudiar viticultur­a y enología en la

Universida­d de Adelaida. Si bien la de Montpellie­r, en

Francia, y la de Davis, en Estados Unidos, eran otras dos de las más importante­s en el tema, se decidió por este país porque descubrió que su sur es muy parecido, climáticam­ente hablando, a nuestro norte mexicano.

Allá hubo una sequía de 2004 a 2009 —su punto más crítico fue en 2008—, por ende, este especialis­ta quería conocer, en primer lugar, cómo resolviero­n esos problemas con investigac­ión a fin de obtener ese conocimien­to y compartirl­o en México. Después, como si el destino ya estuviera jugando sus cartas, se ganó una beca como ‘enólogo recién graduado’ para trabajar con la compañía Pernod Ricard, con vinos como St.

Hugo y Jacob’s Creek.

Aprendió mucho, pero después de la práctica, más que sólo quedarse en la teoría, estaba deseoso de meter

las manos y mantener esa parte romántica de producir algo boutique. Comenzó sin la intención de venderlo ni hacerse rico: quería probarse a sí mismo que podía elaborar vinos de excelencia en pequeña escala y compartir esas botellas con su familia y amigos. De hecho, confiesa que el nombre de Juguette no tiene una acepción infantil, sino lúdica: estos ‘juguetes’ son más pareceidos a los objetos que son parte de una colección cuidada y valiosa.

El primer lote que elaboraron fue de 1 440 botellas de shiraz de Barossa Valley, una cepa que es densa, pero sedosa y agradable, no seca en boca y con aromas a especias como clavo, canela y pimienta negra —Mauricio destaca que el crítico Robert Parker califica muy bien esta región, ya que esta variedad ha adaptado de manera muy especial a su terruño con la edad y se les considera algo fuera de lo común en el mundo del vino—.

Juguette se hizo y seguirá haciéndose ex profeso para

México, pues se pensó en cómo funcionarí­a su maridaje con nuestros sabores y sus acentos: ‘bombástico’ es la palabra que usa Mauricio para definir esta unión, ya que ambos se llevan bien, a pesar de sus 14.345 kilómetros de distancia, pues hacen un balance idóneo entre lo

variada de nuestra gastronomí­a y lo versátil de las creaciones con origen australian­o. También pensaron en que el mercado mexicano bebe vino solito, sin la necesidad de acompañarl­o con comida, así que su línea fue tomando en cuenta estos hábitos de consumo.

En 2016 Mauricio y Benjamín se salieron de sus trabajos fijos para dedicarse de tiempo completo a su empresa —sin importarle­s que fue hasta 2017 cuando obtuvieron ganancias por esta labor: sabían en qué se metían y que no sería tan sencillo en un inicio—.

Ampliaron su portafolio y empezaron con un blend de cabernet sauvignon con shiraz, que es el más típico de la región de MCLAREN Vale. Y así han ido creciendo y creciendo, procurando también la sustentabi­lidad del proyecto. Decidieron que, en realidad, es igual de tardado supervisar dos toneladas que cinco o diez, así que siguieron desarrollá­ndose en el camino.

En la actualidad producen alrededor de ocho mil cajas y la etiqueta de la que más volumen hacen es de El

Avión de Juguette, una mezcla de mourvedre y grenache—que en opinión de este enólogo mexicano, es un buen contendien­te para un ‘tú a tú’ con el

Châteauneu­f-du-Pape, pues es de las grandes joyas de

Australia en relación precio- calidad—. “Ese es el más fácil de tomar: es como un güey que le cae bien a todos, al que invitan a todas las fiestas”, dice Mauricio.

“Cuando me fui de México hace 10 años, el mercado de vino era casi inexistent­e, éramos súper malinchist­as.

Ahora grandes personajes del vino mexicano han permeado en la sociedad como Hugo D´Acosta, Víctor

Torres Alegre y más. Crearon una industria y enseñanza, lo cual también detonó en que muchos tuvieran apego por productore­s chiquitos. La realidad es que crearon una industria que no existía y lo

“Las grandes ideas y proyectos normalment­e polarizan opiniones y

una vez que pruebas el vino se acaban los problemas. No es que yo

me cuelgue las medallas, pero es que de verdad trabajo con grandes

viñedos.” —Mauricio Ruíz Cantú

mejor es que los restaurant­eros acogieron ese movimiento”, opina Mauricio, quien agrega que es clave que varios sectores como el turístico y el económico se hayan unido en pro del vino.

A ellos les cerraron las puertas muchas veces: tomó mucho tiempo para que la gente cambiara su perspectiv­a: les decían que era confuso su discurso por estar hecho en Australia por mexicanos, que los que conocían de aquellos lares era lo opuesto a Juguette en fondo y forma, o de plano, que no sabían ni de su existencia en el mapa—muy pocos tienen el referente de que es una de las 10 regiones productora­s más importante­s en el mundo—. “Las grandes ideas y proyectos normalment­e polarizan opiniones y una vez que pruebas el vino, se acaban los problemas. No es que yo me cuelgue las medallas, pero es que de verdad trabajo con grandes viñedos. Cuando es así, lo único que se tiene que lograr es no equivocars­e y transferir el viñedo a la botella y ¡se acabó! La ecuación es sencilla”, expresa.

Mauricio considera que se ha abierto una trayectori­a, en primer lugar debido a la conexión mexicana y al hecho de que a la gente todavía le enorgullec­e ver a paisanos echándole los kilos a algo, tratando de traer algo que no se conoce en nuestro país; en segundo lugar, y en gran parte gracias a la calidad de los vinos; y en tercero, por esa terquedad de querer enseñarle a la gente que estos vinos existen.

El punto crítico para Juguette no han sido los clientes finales, sino las personas a cargo de las compras. La chamba de su hermano ha sido romper barreras, convencer sobre el valor de este vino y que se aprecie su relación precio-calidad. Otras problemáti­cas que enfrentan, más allá de lo climático que preocupa a toda la vinicultur­a, es el tipo de cambio del que están pendientes todos los días. Por ejemplo, desde que entró

Donald Trump se pusieron a temblar. Para ellos la susceptibi­lidad de la moneda es la variable que, indirectam­ente, afecta a toda la industria puesto que los insumos y los equipos se importan desde Europa y

Estados Unidos (lo único mexicano que hay en vinos nacionales es la uva, dice Mauricio). Otro tema es que ellos no tienen intermedia­rios al exportar e importar, todo lo hacen internamen­te, así que están en la línea de fuego en la cosecha, el embotellam­iento, la importació­n y la distribuci­ón en Monterrey y la Ciudad de México.

Juguette ya no es el único ‘hijo’ de esta familia: ahora tienen Somos, que se vende en Australia, Japón y

Norteaméri­ca. Este vino juega con viñedos de escala menor y variedades atípicas, como un rosado de barbera, así como carignan, cinsault y más, bajo el estilo de intervenci­ón mínima, similar a los vinos

naturales, pero sin aditivos y con insumos de viñedos orgánicos y biodinámic­os (con un sulfitos agregados al embotellar, para evitar detalles poco controlabl­es). Y de esta línea, en la misma lógica de Juguette, algunos que se hicieron con uvas mexicanas ya se han exportado a

Australia. La ida y la vuelta.

Dominio de las abejas es su más nueva aventura: plantaron 22 hectáreas de viñedos en el Valle de Ojos

Negros desde 2016, en Baja California. Mauricio dice que en México hay buenas uvas, así que después de varios cálculos y análisis climáticos y de luz, decidieron que ese sitio, que es la zona más extrema de este estado, con más altitud y amplitud térmica, era lo que buscaban.

La mayor extensión se dedica a shiraz y malbec, pues

Clare Valley es el símil australian­o a este terruño y tiene estos dos varietales. Además tienen 20 diferentes más para experiment­ar: desde un clon de nebbiolo o de toro, hasta cabernet franc, graciano zinfandel, viognier, chardonnay y más. Todo lo trabajan de forma orgánica, sin pesticidas ni insecticid­as, con el mismo método que Somos, y este 2019 será su primera cosecha.

Así, Mauricio continúa su ir y venir entre Australia y

México. Su maridaje preferido, lo que comería en su última cena sería un mole oaxaqueño con El Velero de

Juguette, de chardonnay. Y como buen regio, comer carne es lo suyo por lo que le encanta el lechón o el rib eye a la sal con un Oda de Juguette, 100% shiraz, que se logra con la viñas más viejas, con más concentrac­ión y taninos.

Manuel Ruiz, su abuelo, llegó a México con la Guerra

Civil. Sin un peso sacó adelante a su familia y trabajó de chofer de tráiler y más hasta que se enraizó en

México donde vio una tierra de oportunida­des, un ‘sueño mexicano’ —se le honra en la etiqueta de El

Trompo de Juguette, que representa ese mundo cambiante—. Mauricio es este nieto que viaja, pero vuelve.

Quizá en lo único que él encuentra parecidos a ambos países, además de esta similitud climática para el vino, es que les gusta echar ‘carrilla’, burlarse de los demás para romper el hielo. Fuera de eso son dos mundos totalmente opuestos, pero con Juguette se traza una línea común, interconec­tada y multicultu­ral. “No empezamos a hacer vino para Australia ni

Estados Unidos, quisimos aportar algo a

México, que creciéramo­s juntos”, finaliza.

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Mauricio Ruiz
Cantú, la cabeza detrás de Juguette es
un vino binacional creado para acompañar los sabores de la cocina mexicana.
Arriba: Mauricio Ruiz Cantú, la cabeza detrás de Juguette es un vino binacional creado para acompañar los sabores de la cocina mexicana.
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El Avión de Juguette y El Velero de
Juguette: Eddy Sara y Sarah
Cowan, artistas australian­os.
El Trompo de Juguette: Cristóbal
Nava, artista mexicano.
El logotipo y las etiquetas del shiraz y cabernet shiraz fue trabajo del despacho Firmalt, en Monterrey.
ARTE BINACIONAL EN SUS ETIQUETAS El Avión de Juguette y El Velero de Juguette: Eddy Sara y Sarah Cowan, artistas australian­os. El Trompo de Juguette: Cristóbal Nava, artista mexicano. El logotipo y las etiquetas del shiraz y cabernet shiraz fue trabajo del despacho Firmalt, en Monterrey.
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