LA RECONSTRUCCIÓN
Sin temor a exagerar, podemos afirmar que nunca en la historia de la especie humana se había producido una crisis con las características y el alcance de la actual pandemia del coronavirus SARS-Cov-2, causante de Covid-19.
Hace semanas, vivíamos en un mundo que transitaba hacia un “cambio de época”, a través del impulso a extraordinarios cambios sociales y tecnológicos, como argumenté en alguna columna publicada previamente en este medio. De pronto, ese mundo se ha transformado a velocidades increíbles. Primero, por una crisis sanitaria que rápidamente evolucionó hacia una pandemia, lo que llevó a los gobiernos de distintos países a decretar confinamientos sanitarios que tiene a más de 2,000 millones de personas en esa condición de aislamiento.
Se fueron cancelando actividades económicas y sociales de distinto tipo y, en consecuencia, se están creando niveles de desocupación laboral que podrían superar a los de la crisis de 1930. Aunado a lo anterior, se estima que podrían aumentar las condiciones de pobreza de amplios sectores de la población, que se enfrentarían a graves situaciones de hambruna en el futuro. Por último, pero no por eso menos importante, asistimos también al cierre de las instituciones educativas, dejando a centenares de millones de estudiantes sin clases y parados.
Ante esta cascada de crisis, en general, los gobiernos tardaron en reaccionar y, en muchos casos, lo hicieron de manera inadecuada o insuficiente, lo que agrega un componente de gobernanza social a la situación. Esto ha significado, en algunos países, que la tensión social generada por las condiciones extraordinarias se
tradujera en estallidos de violencia de diverso tipo y, como era de esperarse, que también se desataran conflictos de poder, tanto al interior de los países como a nivel internacional.
Las circunstancias de buena parte de la humanidad paralizada se hacen cada vez más insostenibles, lo que aumenta la presión para que los gobiernos autoricen el regreso a las actividades sociales y económicas, aunque ello implique la posibilidad de nuevos brotes de contagio.
En consecuencia, es de esperarse que, de una u otra manera, en el futuro próximo estaremos conociendo, en distintas partes del planeta, una fase de procesamiento de la crisis en la que se intentará un complejo proceso de reconstrucción del tejido social. Para esto, la humanidad cuenta con extraordinarias capacidades científicas, tecnológicas, económicas y culturales, aunque la perspectiva de la futura evolución es altamente incierta, por los propios problemas sanitarios y por la complejidad del conjunto de la situación.
Y el reordenamiento ocurrirá bajo dos premisas que necesitamos ayudar a procesar de modo colectivo. La primera es que esa reconstrucción no nos llevará de regreso a la “normalidad” del mundo anterior, sino a un futuro incierto que, inevitablemente, deberemos construir entre todos en un largo y complejo camino en el que será esencial preservar los mejores valores humanos de solidaridad, libertad y equidad. Y, la segunda premisa es que, según los especialistas, las restricciones actuales en los contactos humanos habrán de prolongarse por largo tiempo, lo que implicará cambios de gran significación en nuestros hábitos sociales.
En conjunto, esta perspectiva hace evidente la urgencia de desarrollar nuevas agendas y contratos para las relaciones entre los distintos actores sociales, con el fin de generar una gobernanza de esta transformación para crear las mejores condiciones posibles para las mayorías. Éste será, sin duda, el mayor desafío que enfrentarán las actuales generaciones de dirigentes en todos los países.
ESA RECONSTRUCCIÓN NO NOS LLEVARÁ DE REGRESO A LA ‘NORMALIDAD’ DEL MUNDO ANTERIOR, SINO A UN FUTURO INCIERTO ” PROFESOR DISTINGUIDO DE LA UAM Y EXPERTO EN EMPRESAS, FINANZAS E INNOVACIÓN