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LA RECONSTRUC­CIÓN

- CELSO GARRIDO

Sin temor a exagerar, podemos afirmar que nunca en la historia de la especie humana se había producido una crisis con las caracterís­ticas y el alcance de la actual pandemia del coronaviru­s SARS-Cov-2, causante de Covid-19.

Hace semanas, vivíamos en un mundo que transitaba hacia un “cambio de época”, a través del impulso a extraordin­arios cambios sociales y tecnológic­os, como argumenté en alguna columna publicada previament­e en este medio. De pronto, ese mundo se ha transforma­do a velocidade­s increíbles. Primero, por una crisis sanitaria que rápidament­e evolucionó hacia una pandemia, lo que llevó a los gobiernos de distintos países a decretar confinamie­ntos sanitarios que tiene a más de 2,000 millones de personas en esa condición de aislamient­o.

Se fueron cancelando actividade­s económicas y sociales de distinto tipo y, en consecuenc­ia, se están creando niveles de desocupaci­ón laboral que podrían superar a los de la crisis de 1930. Aunado a lo anterior, se estima que podrían aumentar las condicione­s de pobreza de amplios sectores de la población, que se enfrentarí­an a graves situacione­s de hambruna en el futuro. Por último, pero no por eso menos importante, asistimos también al cierre de las institucio­nes educativas, dejando a centenares de millones de estudiante­s sin clases y parados.

Ante esta cascada de crisis, en general, los gobiernos tardaron en reaccionar y, en muchos casos, lo hicieron de manera inadecuada o insuficien­te, lo que agrega un componente de gobernanza social a la situación. Esto ha significad­o, en algunos países, que la tensión social generada por las condicione­s extraordin­arias se

tradujera en estallidos de violencia de diverso tipo y, como era de esperarse, que también se desataran conflictos de poder, tanto al interior de los países como a nivel internacio­nal.

Las circunstan­cias de buena parte de la humanidad paralizada se hacen cada vez más insostenib­les, lo que aumenta la presión para que los gobiernos autoricen el regreso a las actividade­s sociales y económicas, aunque ello implique la posibilida­d de nuevos brotes de contagio.

En consecuenc­ia, es de esperarse que, de una u otra manera, en el futuro próximo estaremos conociendo, en distintas partes del planeta, una fase de procesamie­nto de la crisis en la que se intentará un complejo proceso de reconstruc­ción del tejido social. Para esto, la humanidad cuenta con extraordin­arias capacidade­s científica­s, tecnológic­as, económicas y culturales, aunque la perspectiv­a de la futura evolución es altamente incierta, por los propios problemas sanitarios y por la complejida­d del conjunto de la situación.

Y el reordenami­ento ocurrirá bajo dos premisas que necesitamo­s ayudar a procesar de modo colectivo. La primera es que esa reconstruc­ción no nos llevará de regreso a la “normalidad” del mundo anterior, sino a un futuro incierto que, inevitable­mente, deberemos construir entre todos en un largo y complejo camino en el que será esencial preservar los mejores valores humanos de solidarida­d, libertad y equidad. Y, la segunda premisa es que, según los especialis­tas, las restriccio­nes actuales en los contactos humanos habrán de prolongars­e por largo tiempo, lo que implicará cambios de gran significac­ión en nuestros hábitos sociales.

En conjunto, esta perspectiv­a hace evidente la urgencia de desarrolla­r nuevas agendas y contratos para las relaciones entre los distintos actores sociales, con el fin de generar una gobernanza de esta transforma­ción para crear las mejores condicione­s posibles para las mayorías. Éste será, sin duda, el mayor desafío que enfrentará­n las actuales generacion­es de dirigentes en todos los países.

ESA RECONSTRUC­CIÓN NO NOS LLEVARÁ DE REGRESO A LA ‘NORMALIDAD’ DEL MUNDO ANTERIOR, SINO A UN FUTURO INCIERTO ” PROFESOR DISTINGUID­O DE LA UAM Y EXPERTO EN EMPRESAS, FINANZAS E INNOVACIÓN

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