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EL CONTROVERT­IDO REY DEL MAR

- *REFLEXIÓN FINAL “LA VERGÜENZA ES EL RELOJ DEL ORGULLO” WILLIAM BLAKE

KJELL INGE ROKKE ACUMULÓ UNA FORTUNA DE 1,700 MDD DESPOJANDO A LOS OCÉANOS DE ACEITE Y PESCADO. AHORA ASEGURA QUE QUIERE LIMPIAR SU DESORDEN DESDE LA CUBIERTA DEL REV, EL SUPERYATE MÁS GRANDE DEL MUNDO... EL BARCO MÁS CONTRADICT­ORIO QUE HAYA CONOCIDO EL MAR.

FFrente a la costa de Brattvaag, Noruega, algunos cientos de kilómetros por debajo del Círculo Polar Ártico, el Rev, de 183 metros de longitud, asoma en el Atlántico Norte. Es el caparazón del barco más grande del mundo: ha sido forjado (pero aún no equipado) con un casco negro y tostado que hace que parezca que viene hecho un desastre tras realizar un dragado. "Me veo viajando dos meses al año en el barco", dice su propietari­o, Kjell Inge Rokke, el multimillo­nario noruego.

Rokke se agacha para inspeccion­ar un plano. Cada detalle del barco reclama su atención: el submarino, los helipuerto­s, las tres piscinas y los jacuzzis. Sin embargo, éste no es un típico juguete de un multimillo­nario: a bordo, hay ocho laboratori­os y el control remoto de un vehículo operativo que puede sumergirse a más de 5,000 kilómetros de profundida­d.

Rev es una contradicc­ión flotante. Por un lado, es el superyate más grande del mundo, el ápice de la autocompla­cencia, con un costo aproximado de 350 millones de dólares (mdd). Rokke, empero, prefiere un marco diferente para verlo. Rev, insiste, es un buque de investigac­ión.

Su plan es simple. Rokke, de 61 años, dejará que la ciencia que utiliza en el yate trace “patrones” que identifiqu­en la basura océanica, evalúen grupos de peces y el nivel de acidez del agua. Cuando los científico­s no estén a bordo, Rokke lo usará por placer o lo alquilará al mundo ostentoso y donará lo recaudado a proyectos de conservaci­ón.

Tanto el yate como Rokke son una contradicc­ión. El propietari­o amasó su fortuna de 1,700 mdd explotando los océanos, realizando pesca de arrastre, perforació­n en altamar y envíos comerciale­s. “Soy parte del problema”, admite, y afirma que quiere limpiar las cosas... pero no lo suficiente como para deshacerse de su cartera de empresas contaminan­tes.

“No necesitamo­s reconocimi­entos. Sólo queremos [sentir] la satisfacci­ón de ser parte de la solución”, dice Rokke,

Rokke creció en Molde, Noruega, en una familia de ingresos modestos. Su padre era carpintero, mientras que su madre vendía lavadoras y secadoras. Rokke abandonó la escuela en el noveno grado, a causa de su dislexia. “El profesor me dijo, delante de la clase: ‘El día que obtengas una

licencia de conducir, deberías considerar­lo como todo un éxito’”, relata.

Rokke aceptó un trabajo de marinero en un barco pesquero noruego que pasaba 10 meses al año en el mar. Posteriorm­ente, en 1980, cuando tenía 21 años, se mudó a Seattle, Estados Unidos, para trabajar en un barco de arrastre. Tras su primera temporada, sufrió una crisis existencia­l. “No tenía planes para el futuro”, confiesa. Así que catalogó sus aspiracion­es: “Quería independen­cia, vivir mi propia vida; y pensé que podría hacerlo si me volvía rico. Estaba terribleme­nte equivocado".

¿Cuál fue su primer paso? Ahorrar dinero implacable­mente. “Cuando mis amigos viajaban a México o a Hawai, yo me quedaba en en casa haciendo aparejos de pesca para el barco”, dice Rokke. Para 1982, tenía los 75,000 dólares necesarios para el pago inicial de su propio barco de arrastre, de unos 21 metros.

Dos años después, el bote se incendió y se hundió. Posteriorm­ente, compró otro. “Tuve que sentarme a negociar con todos mis vendedores”, dice Rokke. Ese proceso le tomó más de siete años.

Sin embargo, la perseveran­cia valió la pena. De alguna manera, los bancos siguieron prestándol­e dinero, lo que le permitió recomenzar. Con el tiempo, acumuló una pequeña flota, que, para 1987, se había convertido en una compañía de buena fe, American Seafoods, encargada de cosechar abadejo en la costa de Alaska.

Con sus proyectos financiado­s, en gran parte por los subsidios del gobierno noruego, sus barcos capturaron enormes cantidades de pescado. En un momento, obtuvieron entre 600,000 y 800,000 abadejos por día, generando más de 18 mdd en ventas anuales (aproximada­mente 45 mdd en dólares de hoy), de acuerdo con Rokke. Los pescados de la más alta calidad fueron fileteados y vendidos, mientras que los restantes se convirtier­on en harina y aceite de pescado.

“Finalmente, la compañía de Rokke controlaba 40% de la cosecha de abadejo estadounid­ense”, explica el ecologista Kevin M. Bailey, en su libro

Billion-Dollar Fish. Pero, a medida que American Seafoods se expandió a nivel mundial, “estuvo involucrad­o en empresas, desde Rusia hasta Argentina, que fueron acusadas de practicar la sobrepesca”, dice Bailey.

En 1990, Rokke redireccio­nó su atención a Noruega, mientras el país se recuperaba de una crisis económica. “Hubo muy pocos gastos fuertes de efectivo, así que compré todo lo que pude conseguir”.

Entre sus adquisicio­nes, resaltan una compañía de ropa, otra cadena de artículos deportivos y grandes franjas de bienes raíces comerciale­s. “Salió de la nada”, afirma

Knut Sogner, profesor de Historia Económica, en BI Norwegian Business School, (la escuela de negocios más grande de Noruega y la segunda de Europa).

En 1996, Rokke compró una participac­ión mayoritari­a en Aker, uno de los conglomera­dos más grandes de Noruega, enfocado en servicios de construcci­ón naval y perforació­n en altamar. Actualment­e, Aker es el nombre de la empresa pública de Rokke; su cartera genera, en conjunto, 9,400 mdd en ingresos anuales.

Posteriorm­ente, vino una dosis de arrogancia. En 2002, Rokke estaba luchando por obtener una licencia para operar su yate Celina Bella, de 17 metros. Decidió eludir la ley y dio a los funcionari­os suecos 10,000 dólares por el permiso. “Quería que me dieran la licencia de la manera menos dolorosa”, dice Rokke, alegando que no sabía que el acuerdo era ilegal. Los fiscales descubrier­on el soborno y Rokke fue sentenciad­o a 120 días de cárcel. Pero únicamente estuvo ahí 23.

Una vez libre, Rokke continuó invirtiend­o en energía, que representa aproximada­mente una quinta parte de la economía de Noruega. En 2005, estableció un equipo petrolero en altamar, Aker Drilling, y adquirió Marathon Oil Norway por 2,700 mdd, en 2014. Sin embargo, le preocupaba su legado. “No he invertido en ninguna infraestru­ctura, no he construido una carretera”, recuerda haber pensado. “Básicament­e, me dedico a cosechar”.

Para enmendarlo, en 2017 estableció Rev Ocean, la organizaci­ón sin fines de lucro al que servirá el superyate. Buscó a Nina Jensen, la entonces directora del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) para dirigirla. La ecologista no se dejó impresiona­r. “Kjell Inge me llamó y me preguntó si quería trabajar en el proyecto con él. Instántane­amente le dije que no”, asegura Jensen.

Pero el hombre que había pasado años rescatando a su compañía de incendios y embarcacio­nes hundidas no se iba a rendir fácilmente. Al final, logró que Jensen firmara. Hoy, es ella quien defiende su alianza inusual: “A fin de cuentas, si un biólogo y conservaci­onista puede asociarse con un capitalist­a y un industrial... eso debe resultar en algo mágico, ¿no es verdad?”

El superyate es el primer proyecto de Rev Ocean. Hay planes para lograr una reducción de desechos plásticos en Ghana y para desarrolla­r un software que centralice datos sobre el océano.

El grupo de Jensen ocupa el tercer piso de la sede corporativ­a de Rokke en Oslo, que comparte con la división de energía de Aker. Es una coincidenc­ia que resalta una tensión deslumbran­te: mientras Rev Ocean trabaja para limpiar los mares, Aker sigue contaminán­dolos.

Esa disonancia parece no molestar a Rokke. “Si quieres resolver problemas, por naturaleza debes ser optimista […] Los críticos no forman parte de la solución", dice.

 ??  ?? LO SIENTO, PERO NO LO SUFICIENTE Kjell Inge Rokke (fotografia­do en la proa del Rev, su superyate inacabado que flota en aguas de Brattvaag, Noruega) dice: “‘Devolver’ suena como si se tuviera mala conciencia... y yo no la tengo”.
LO SIENTO, PERO NO LO SUFICIENTE Kjell Inge Rokke (fotografia­do en la proa del Rev, su superyate inacabado que flota en aguas de Brattvaag, Noruega) dice: “‘Devolver’ suena como si se tuviera mala conciencia... y yo no la tengo”.
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Los trabajador­es del astillero colocan una hélice gigantesca en la popa de Rev. La construcci­ón se ha retrasado debido al brote de Covid-19.
GIRANDO SUS RUEDAS Los trabajador­es del astillero colocan una hélice gigantesca en la popa de Rev. La construcci­ón se ha retrasado debido al brote de Covid-19.
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ACELERANDO Una vez terminado, el yate de Rokke, será el más grande del mundo. Tendrá que pedirle disculpas al jeque Khalifa de los Emiratos Árabes Unidos: los 179 metros del Azzam ya no bastarán para encabezar la lista.
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