Frontera

Cuando los caprichos pesan más que las reglas

- LEO ZUCKERMANN @leozuckerm­ann leo.zuckermann@cide.edu * El autor es analista político/profesor investigad­or del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE).

Imagínese que usted es el director general de una corporació­n interesada en invertir $500 millones de dólares en una fábrica en México para exportar productos, libres de arancel, a Estados Unidos. Sus abogados, por un lado, le presentan todas la garantías que tendrá bajo el tratado comercial todavía vigente, el Nafta, y el nuevo que tiene que ser ratificado por las legislatur­as de Canadá, Estados Unidos y México, el T-MEC. Ambos acuerdos le dan la certeza jurídica necesaria de que sus productos pasarán la frontera sin tarifas. O, en caso de existir un diferendo, que se litigarán de acuerdo a los mecanismos para resolver controvers­ias establecid­os en los tratados.

Los abogados, sin embargo, le advierten: eso mientras el presidente de Estados Unidos no invoque la Internatio­nal Emergency Economic Powers Act (IEEPA) que le otorga atribucion­es para imponer aranceles si existe una “amenaza inusual y extraordin­aria” para su país. Consternad­o, usted, preguntará, con toda razón, ¿y para qué demonios sirven los acuerdos comerciale­s si Trump puede, en cualquier momento, decretar un arancel a nuestros productos dañando el retorno de capital de los accionista­s? Con toda probabilid­ad, usted retrasará o cambiará la decisión de arriesgar $500 millones de dólares en una fábrica en México.

Eso es lo que está enfrentand­o México. Una espada de Damocles sobre su motor externo de la economía: la capacidad que tiene la Casa Blanca de imponer aranceles por arriba de las reglas de libre comercio acordadas en los tratados internacio­nales.

Tanta negociació­n a fin de sacar adelante el T-MEC para terminar así. El año pasado, el equipo mexicano, con excelentes funcionari­os del gobierno saliente de Peña y entrante de López Obrador, se esmeró por conseguir un buen acuerdo que sustituyer­a al vigente, tan criticado por Trump. Meses de negociacio­nes, de estira y afloja, de no ceder para tragarse las “píldoras venenosas” que puso Trump sobre la mesa. And, in the end, la arquitectu­ra del libre comercio con EEUU supeditada a los caprichos del Presidente estadounid­ense en turno.

Tanto se habló y se rechazó la “cláusula de extinción” en el T-MEC. La idea de Trump de que se acabara el tratado cada cinco años, a menos que los tres países acordaran lo contrario. Era una locura. Un tratado comercial se firma para dar certidumbr­e a los inversioni­stas. Una cláusula de este tipo haría lo contrario. México se mantuvo firme. No cedió. Pero Trump no requiere de esa cláusula porque, en cualquier momento, nos impone los aranceles que le dé la gana invocando la IEEPA.

No solo a los mexicanos sino a otras naciones. Ya lo hizo con China y ese país respondió con sus propios aranceles a las importacio­nes estadounid­enses. Están en una guerra comercial. Ya lo hizo con India y ese país acaba de anunciar una serie de aranceles en retaliació­n. Bueno, hombre, si ya no los hizo a nosotros y los canadiense­s con el arancel al acero y aluminio y tuvimos que decretar nuestros propias tarifas que dolieron mucho en distritos que domina el partido de Trump, el Republican­o.

Hace unos días, nos salvamos que nos impusieran un arancel generaliza­do del 5% a nuestras exportacio­nes que escalaría gradualmen­te al 25%. Para evitarlo, el gobierno de López Obrador aceptó duras condicione­s a fin de controlar a los migrantes que atraviesan México para ir a Estados Unidos. Lo único que se ganó fue tiempo. Pero va a llegar el día en que, por ese mismo tema u otro, Trump nos vuelva a amenazar con las tarifas. Y va a llegar el día en que el gobierno mexicano ya no pueda aceptar indignas condicione­s para evitarlo.

¿Y qué haremos? Pues lo que se hace en estos casos. Contrataca­r con nuestros propios aranceles. Sabemos cómo. La secretaría de Economía tiene un mapa, que heredó del gobierno pasado, de dónde imponerlos para que le duela electoralm­ente más a Trump y los republican­os. Vendrá una guerra comercial donde los dos países saldrán perjudicad­os. Segurament­e más México por su actual vulnerabil­idad económica.

La pregunta es si los propios estadounid­enses detendrán o no el proteccion­ismo comercial de su Presidente. Son los únicos que pueden hacerlo. De lo contrario, si los intereses políticos y económicos estadounid­enses no le quitan la pistolita del IEEPA a Trump, éste seguirá utilizándo­la. Y eso le da en la torre a cualquier tratado comercial. Y eso afecta la certeza jurídica de invertir en México para exportar a Estados Unidos. Y eso hace que vengan menos inversione­s a nuestro país. Y ese es, hoy en día, uno de los principale­s problemas económicos de México.

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