RAFAEL LICÉAGA Pues que no era el partido, que era el poder
“La razón y el valor siempre se impondrán a la traición y a la ingratitud”.
Platón Todos hemos visto cómo los últimos años, más los últimos meses, y mucho más las últimas semanas, ha estado renunciando mucha gente a sus partidos políticos. Unos, los sobrios, lo hacen en privado; y otros, los charlatanes, lo hacen con trompetas y avisos a los medios de comunicación. Desafortunadamente, en su mayoría, estas renuncias se dan cuando andan mal sus partidos; pero, sobre todo, cuando comienza a ganar elecciones otro partido político, al que casualmente, están llegando.
La pertenencia a un grupo entraña lealtad, respeto y acatamiento de una serie de normas de pensamiento y comportamiento, muy probablemente conflictivas con otras creencias. La lealtad es un sentido de afecto y unión, algo que crea una alianza de confianza entre personas. Es un lazo que une a los hombres. Pero la lealtad extrema o hipócrita, como precisamente ocurría en el PRI o PAN o PRD, creó personas serviles. Y bueno, ahora con las renuncias, vemos que no era la ideología del partido a lo que se le debía lealtad, sino al poder. Y esas personas serviles tendrán que ser educadas dentro de la cuarta transformación, porque como son, no sirven.
En Tecate, me platicó una señora que dejó de ir a la iglesia porque encontró a un sacerdote y a la mujer que le ayudaba con el quehacer, en francas relaciones sexuales y amorosas. Cuando les reclamó, el padre fue sarcástico y grosero y en ningún momento se disculpó. Este caso no lo discuto porque eran dos adultos ejerciendo sus derechos, pero me pregunto ¿cuántos asuntos que involucran niños existen en nuestra ciudad? Porque negar la existencia de estos delitos en Tecate es como aceptar las aseveraciones del director de Policía y su Alcaldesa, que dicen que en nuestro Municipio los delitos han disminuido. Sin embargo, el problema no es exclusivo de la Iglesia Católica, ha surgido información noticiosa que expone los abusos sexuales de la denominación religiosa de los Testigos de Jehová, que tiene una estructura interna denominada Consejo de Ancianos, o algo parecido, que se encarga de desincentivar a quienes han denunciado estos abusos.
La discusión sobre la existencia de un cielo o un infierno resulta trivial ante el paradigma de seguir creyendo en las bondades y el amor hacia la gente, de las religiones y sus instituciones. De la misma manera, podemos contar infinidad de historias donde la actitud de los sacerdotes hacia la comunidad se manifiesta diversificada, según la clase social a la cual se pertenezca. Las religiones se han formado al lado de gobiernos represores y han pronunciado sermones que hablan contra lo ricos, especialmente en fechas importantes, con quienes, después, comparten el pan y la sal. Si son tan humanos como para delinquir, también deberían de ser sujetos de todos los compromisos que tenemos los ciudadanos, como respetar las leyes y pagar impuestos. Vale. * El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.
¿Cómo confiar en alguien desleal? Un ministro de un rey, en la antigüedad, fue mandado ejecutar por su monarca porque había cambiado de religión. Al preguntarle al rey por qué hacia eso, respondió que, si alguien es capaz de traicionar a su Dios, cuanto más lo hará con su monarca. Por eso, es peligroso aceptar militantes del enemigo.
Un escritor decía que “Hablar de lealtad en política para muchos puede significar un contrasentido, quizá algunos han pensado que son palabras antónimas; sin embargo, la honestidad es la única cualidad que establece lazos sólidos que brindan garantía de sostenibilidad a cualquier proyecto político, económico o social a corto, mediano y largo plazo”.
Ejemplos de deslealtades en política hay muchos: Personas que cambian de agrupación política por intereses personales; funcionarios que abandonan los puestos políticos para los cuales fueron electos para conseguir un nuevo puesto, despreciando la responsabilidad adquirida; políticos que buscan protección con el fuero legislativo, para evadir responsabilidades criminales. Y más. Lo importante es el poder, el resto es simulación. Infortunadamente.
¿Cómo confiar en las instituciones que vendrán, que podrán estar en manos de hombres y mujeres con historial de que cambian de parecer de acuerdo con su conveniencia? Es verdad que todos podemos cambiar de opinión y sin duda de manera de pensar, pero los compromisos adquiridos deberían de ser ley. Aquellos que simulan ser leales abundan cuando todo va bien, pero como observamos hoy, escatiman cuando existen problemas. Y lo estamos viendo con las renuncias.
La simulación, la traición, la deslealtad destruyen. Los buenos, que trabajen bien; pero hay otros que van a tener que hacer un esfuerzo especial para que se confíe en ellos.
* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y coordinador de Tijuana en Movimiento.