¿Cuál es el límite?
Por el derecho a la libertad de expresión.
Aunque ya nos estamos acostumbrando, la Iglesia Católica nos sorprende con más frecuencia, del clima enrarecido que se vive en su interior. Ahora es el asesinato de un acólito cometido, al parecer, por el sacerdote al que ayudaba en las misas. Las investigaciones que se llevaron a cabo en la Ciudad de México demuestran, tras el seguimiento puntual del automóvil de la víctima por medio de las cámaras de vigilancia, que después de asesinarlo lo abandonaron. Las mismas pesquisas hablan de que el asesino hizo una llamada a alguien para que fuera a recogerlo al lugar del crimen. También se supo que su victimario ofició la misa de cuerpo presente, de manera devota y como un santo despidiendo a un discípulo.
Aunque hay personas que se resisten a aceptarlo, las ancestrales relaciones de poder que definieron a la Iglesia Católica en su interacción con la comunidad, les dio un lugar relevante del cual supieron aprovecharse. No es solamente el hecho de que han abusado de las limosnas, de los servicios domiciliarios (bautizos, comuniones, casamientos, etcétera) por los cuales cobran y bien, sino que, además, han abusado sexual, sentimental y físicamente de los feligreses. Las denuncias en México son extensas y siguen apareciendo; los juicios e investigaciones en los Estados Unidos y el mundo entero han dejado ganancias extraordinarias a los demandantes ya sus abogados, pero esto no ha detenido los abusos.