MANGANITAS
“. Un torero llegó a su casa lleno de golpes y magulladuras.”.
Su esposa le preguntó al verlo con tal desdoro:
“¿Acaso te cogió el toro?”.
“¡Nomás eso le faltó!”.
sus dictados. En cuestión de decisiones oficiales no vamos de mal en peor: estamos yendo ya de peor a pésimo. El plomero terminó de hacer su trabajo. La señora de la casa, mujer guapa que vestía sólo un negligé traslúcido, le pagó y le dijo luego, vacilante: “Hay algo más que quiero pedirle, pero no me atrevo”. “Usted dirá, señora” -respondió el plomero, interesado. Con mucha pena la mujer habló: “Mi marido es un hombre bueno, ¿sabe?, pero es señor de edad, y hay cosas que ya no puede hacer. Tiene ciertas limitaciones físicas, usted me entenderá”. “La entiendo, señora” -respondió el plomero, excitado. Prosiguió ella: “Usted es joven, y se ve tan fuerte. Creo que podría hacer algo por mí, siquiera por una sola vez, que mi marido ya no está en posibilidad de hacerme”. Exclamó, ansioso, el plomero: “¡Haré lo que sea, señora! ¡Lo que sea!”. “Muy bien -dijo entonces la mujer-. Mueva el piano y póngalo en este otro lado de la sala”. FIN. Jean Cusset, ateo con excepción de cuando escucha el segundo movimiento de la sonata Waldstein, de Beethoven, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siemprey continuó:
-Yo pienso que el infierno existe. Es un lugar terrible, de sombras y desolación, en el que Dios no está. Su ausencia es el tormento mayor para los condenados.
Dio un nuevo sorbo a su martini y continuó:
-Creo, sin embargo, que el infierno está vacío. No hay nadie en él. La misericordia de Dios es infinita, mayor aun que su justicia. Se compadece entonces hasta del peor hombre del mundo y le da una nueva oportunidad para que abandone el mal y busque el bien. Jesús, Dios hecho hombre, murió por los hombres en la cruz. La muerte del Dios-Hombre nos redime a todos. Todos alguna vez nos encontraremos con Él. En eso reside nuestra esperanza. En eso se finca nuestra fe. En eso está su amor.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!... * El autor es licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura Españolas, y cronista de Saltillo.