El primer debate de los aspirantes demócratas a la Presidencia de EU
El miércoles arrancó oficialmente la carrera por la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos al realizarse el primero de los debates entre los aspirantes a dicha candidatura.
Hasta el momento son 25 personas las que se han lanzado en busca de la candidatura, seis son mujeres y 19 son hombres.
Las edades de los aspirantes van de los 37 a los 76 años. Es decir que están representadas cuatro generaciones: la Generación Silenciosa que incluye a tres que nacieron entre 1920 y 1945; la de 10 baby boomers que nacieron entre 1946 y 1964; la Generación X que está compuesta por 10 nacidos entre 1965 y 1980; y la de dos millennials que nacieron entre 1981 y 1996.
El más viejo de los 25 es el desconocido exsenador por Alaska Mike Gravel, de 89 años. El más joven es el alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg, de 37.
Para poder participar en los debates que se realizaron el miércoles y jueves en Miami, el aspirante debía demostrar haber percibido donaciones de 65 000 personas o más en 20 estados o haber recibido el apoyo del 1% o más en tres encuestas que el Comité Nacional Democrático considera calificadas.
Debido a estas reglas cinco aspirantes quedaron fuera de ambos debates.
Así, en la noche del miércoles pasado, 10 de los 25 aspirantes debatieron durante dos horas en Miami.
Los participantes fueron: el senador por Nueva Jersey Cory Booker; el exalcalde de San Antonio, Texas, y exsecretario de Vivienda Julián Castro; el alcalde de Nueva York Bill de Blasio; el exrepresentante por Maryland John Delaney; la representante por Hawái Tulsi Gabbard; el gobernador de Washington Jay Inslee; la senadora por Minnesota Amy Klobuchar; el exrepresentante por Texas Beto O’Rourke; el representante por Ohio Tim Ryan y; la senadora por Massachusetts Elizabeth Warren.
De acuerdo con la encuesta de encuestas más reciente realizada por realclearpolitics.com, las preferencias de los electores para cada uno de los candidatos que participaron en el primer debate son: Warren 12.8%, O’Rourke 3.3%, Booker 2.3%, Klobuchar 0.9%, Castro 0.8%, Ryan 0.6%. Ninguno de los cuatro restantes obtiene más del 0.5% de las preferencias.
Hasta anoche no se había publicado una sola encuesta que señalara al ganador del debate; sin embargo, el sitio www.politico.com publicó el siguiente análisis:
La mejor frase agresiva: Amy Klobuchar, cuando le recordó al Inslee, que presumía de ser el mejor en la lucha por los derechos de la mujer, diciéndole: “Solo quiero decir que aquí hay tres mujeres que han peleado muy duramente por el derecho de las mujeres a decidir”.
El mejor eclipse: Elizabeth Warren, quien después de brillar en la primera hora del evento se apagó durante la segunda.
El más ansioso: Bill de Blasio, que interrumpió cinco veces a sus rivales cuando no le tocaba hacerlo.
La mejor rivalidad: la de los texanos Castro y O’Rourke, cuando el primero regañó al segundo por desconocer una ley migratoria.
El más parlanchín: Cory Booker, que habló durante 11 minutos, más que ningún otro aspirante.
Los más googleados durante el debate: Booker, seguido por Tulsi Gabbard.
Para mí, los tres primeros lugares fueron para Warren, Castro y Booker. Ya las encuestas dirán quiénes fueron los vencedores. *El autor es periodista de radio y televisión. El respeto a los contratos es uno de los cimientos fundamentales del estado de derecho y de una economía de mercado. Un contrato es una promesa. Una persona, una empresa o un gobierno que rompen sus contratos tendrán muchas dificultades para lograr otros acuerdos o inversiones.
Por eso preocupa tanto la actitud de la Comisión Federal de Electricidad y del gobierno de México de desconocer los contratos firmados con empresas que han construido gasoductos en el país con la confianza de que en México se respetan los contratos. Independientemente de las pérdidas que dejarán los gasoductos, el país sufrirá un daño moral enorme por violar acuerdos suscritos de buena fe.
El embajador canadiense Pierre Alarie expresó su preocupación en su ya famoso tweet en el que señaló que, a pesar de las declaraciones del presidente López Obrador, la Comisión Federal de Electricidad “no desea respetar los contratos de gasoductos”. El Gasoducto Marino Sur de Texas-Tuxpan fue concluido el 11 de junio por Infraestructura Marina del Golfo, propiedad de IEnova (filial de la estadounidense Sempra) y de TC Energy (antes TransCanada); pero la CFE, en lugar de emitir una constancia de aceptación de la operación comercial, dio inicio a un arbitraje para pedir la nulidad de varias cláusulas del contrato. De la misma manera, el 26 de junio la CFE promovió también un arbitraje contra Grupo Carso pidiendo la nulidad de varias cláusulas del contrato para la construcción y operación del gasoducto Samalayuca-Sásabe. Grupo Carso, empero, no tiene un embajador que lo defienda.
El presidente López Obrador ha señalado en varias ocasiones que los contratos firmados por la CFE con estas y otras empresas son “leoninos”, pero las reglas las estableció la propia Comisión como requisito para la licitación. Las disposiciones, por otra parte, son bastante similares a las que se utilizan en otros lugares para este tipo de proyectos.
El problema del presidente es ideológico. Está convencido de que el gobierno debe hacerse cargo directamente de una amplia gama de actividades productivas. Por eso se niega a licitar nuevos contratos de petróleo o de electricidad y por eso entrega al Ejército la construcción del nuevo aeropuerto de Santa Lucía y a la Marina las labores para impedir que el sargazo llegue a las costas de Quintana Roo. Su visión es estatista. Le molesta que los nuevos gasoductos sean operados por empresas privadas.
Nadie cuestiona a un presidente con un claro mandato de las urnas el afán de imponer su visión estatista en las nuevas obras, pero es muy peligroso revocar contratos no solo firmados sino completados o a punto de concluirse. El Gasoducto Marino requirió una inversión de 2,500 millones de dólares. El presidente no puede decir hoy que quiere cambiar las reglas del juego una vez que se han terminado los trabajos.
López Obrador ha declarado que “Se va a buscar que mediante la conciliación que se resuelva el problema [sic]”. Buscar un arbitraje para anular el contrato, sin embargo, no es un acto de conciliación. Es verdad que, como afirmaba Maquiavelo, “A un príncipe nunca le faltan razones legítimas para violar una promesa”, solo que violar contratos o promesas tiene costos elevados. Significa que quienes quieran invertir en México no tendrán ya la confianza de que un contrato firmado por una empresa gubernamental será respetado. Y si no hay confianza no habrá inversión, ni el país podrá crecer para generar empleos y prosperidad.
MEXICANA GLOBAL
Algunos quieren la autosuficiencia y le temen a la globalización. Mayra González prefiere enfrentar los retos del mercado abierto. Llevaba tres años como la primera mujer en presidir Nissan Mexicana, ahora se va a Japón como directora de ventas de Nissan Motor Company a nivel mundial. * El autor es periodista y analista político/ comentarista de televisión.