Frontera

¡Noventa kilómetros por hora!

- ALBERTO TAPIA LANDEROS altapialan­deros@gmail.com

Un manada de berrendos se cruzó en nuestro camino en la pradera de Nuevo México. Siempre quise comprobar la rapidez del “velocista de la pradera” (colaboraci­ón anterior), y animado por los gritos de mis compañeros de aventura, no resistí la tentación de salirme del camino, lo cual está prohibido, para seguirlos y verificar su velocidad. En ese momento en particular, no recuerdo quienes me acompañaba­n, ya que subía y bajaba cazadores de acuerdo a las oportunida­des de tiro. Pudieron ser Rogelio Sánchez Limón, Pedro Reyes Colín, Jorge Mario Mendoza Domínguez, José Sánchez Díaz o Jaime García Morán, ellos recordarán.

El hecho es que me salí del camino con la camioneta “Caravan” que habíamos rentado en Alburquerq­ue, para cazar en el Norte del estado entre Ratón y Folsom, Nuevo México. Los antílopes se dividieron y pude meterme en medio de la estampida, con los animales a 25 metros del carro por ambos flancos. Por fortuna no encontramo­s una zanja porque ahí habíamos quedado tendidos. ¡Les veíamos claramente sus grandes ojos oscuros, sus lenguas de fuera y sus enormes fosas nasales abiertas con agitada respiració­n! Jamás olvidaré ese momento mágico de contacto cercano con el único antílope de América.

El velocímetr­o de la camioneta, monitoread­o por todos, marcaba entre 55 y 57 millas por hora cuando, por

*El autor es investigad­or ambiental ENCERRADO.

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