Frontera

Mexicali: entre la libertad y la censura

- *- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

En noviembre de 1968, Rafael Padilla, un joven catedrátic­o de la preparator­ia del CETYS-Mexicali, se vio envuelto en un escándalo mayúsculo, causadopor haber puesto a sus alumnos a leer obras“obscenas” como El llano enllamas,deJuanRulf­o;Gazapo,deGustavoS­ainz.Anteesteac­todeenseña­nza,CristóbalG­arcilazo,unveterano­periodista,yelDr.MiguelSera­fín Sodi, un panista connotado, arremetier­on contra Rafael Padilla, llamándolo un corruptor de menores que obligaba a los jóvenes a leer semejantes obras pornográfi­cas. Ala literatura aludida la considerar­on tratados de bella querías ya sus autores, específica­mente aGustav oS ainz ,“un redomado lépero de la hez metropolit­ana”. La polémica por tal denuncia inundó, literalmen­te, los periódicos mexicalens­es. En ella intervinie­ron, entre otros, A.S. de la Vega, Eduardo Garza Senande, E. Galván Ochoa, Jaime Pardo Verduzco,MarioFlore­s,RafaelMart­ínezReyes,H.HernándezT­irado,Roque Sandoval, así como el propio Rafael Padilla, sus alumnos y el entonces director de la preparator­ia del CETYS, Iván Espinosa.

Para cualquier lector contemporá­neo de tal polémica, los bandos estaban nítida mente trazados: por un l ad o,Garci lazo, So di y unas fantasmale­s madres de familia que nunca dieron la cara, propugnaba­n porque en las clases de literatura no se maleducara a la juventud mexicalens­e con obras literarias que contenían un lenguaje “maloliente e impublicab­le” (sí, están hablando de la prosa de Rulfo). Por lo mismo, estos personajes se autonombra­ban defensores de la patria y la familia, una familia y una patria a la manera de Ramón López Velarde: impoluta y diamantina, casta y pura. Para defender las de cualquier contaminac­ión reaccionab­an, muy 1968, muy Díaz Ordaz, muy católicos tridentino­s, con el autoritari­smo y la represión. Así, el propio Castel azo, desde su pureza bien pensante y ofendida, amenaza diciendo:“Y francament­e, señor licencia do Padilla, si usted hubiese obligado a una de nuestras hijas a leer tales obscenidad­es ante sus compañeros y compañeras de clase, a estas horas estaría usted muerto. Ni más ni menos ”. Esto se publicaba el 7 de noviembre de 1968, apenas 35 días después de la matanza deTlatelol­co.

Por otro lado, la gran mayoría de los periodista­s y edito ria listas me xi cal e ns es defendiero­n la posición de Padilla. De la Vega habló de“lagazmoñe ría, la mojigaterí­a y la hipocresía” de los ofendidos. Galván Ochoa expresó que sólo podía haber “investigac­ión y difusión de la cultura con entera libertad y sin prejuicios ”. Par do Verdugo los llamó“filósofo s de convento ”, que cerraban la vista ante los nuevos valores de los jóvenes. Padilla mismo aclaró su posición ante el penoso escándalo al decir que sólo dialogando podían superar se la violencia y la ignorancia, que los juicios absolutos únicamente conducía n al sectarismo y al fanatismo, como era el caso de sus detractore­s.

Una lucha que, en 1968, año de rebeliones y movimiento­s juveniles y boom de la literatura latinoamer­icana y activismo político y revelacion­es psicodélic­as y violencia colectiva y mass media y aldea global y etcétera, implicaba un significad­o mayor, más profundo e impactante; una lucha que, a pesar de su provincial­ismo, era un emblema de aquella época y de los conflictos que animaron la vida nacional sobre temas como democracia, libertad de expresión y represión de las manifestac­iones pacíficas por las fuerzas del orden. Los sueños de una generación que aún no se sabía famosa, que aún no se declaraba mito público.

Hoy podemos ver que la sociedad baja california na, que la sociedad me xi cal en se, es polvo de aquellos lo dos, hija de aquellas telarañas medievales, inquisitor­iales,y de las minoría s que creían en la libertad en todos los espacios sociales. Que aceptaban que la educación no era una prisión sino un acto de libertad para conocer lo que somos a través de la literatura. De ahí que podemos ver este caso de censura social por medio de un ataque masivo en la prensa de su tiempo como los antecedent­es del o que hoy ocurre en las redes sociales y sus linchamien­tos contra los que no piensan como uno. Lo cierto es que este episodio de 1968 nos re trata de cuerpo entero como una sociedad que se niega a ser moderna, a abrirse al mundo, como un Me xi c ali que aún añora la ley de Dios en su implacable castigo frente a ese otro Me xi c ali que ya nadie puede callar, detener, oprimir. Entre la libertad y la censura aún navegamos en este siglo X XI: como hijos de una literatura veraz, auténtica, llena de ar rojo. Como heredero s de Rafael Padilla, profesor de preparator­ia.

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