Frontera

Transparen­cia: Asignatura pendiente

- FERNANDO RUIZ DEL CASTILLO ruizfer01@hotmail.com *- El autor es periodista con 45 años de experienci­a, licenciado en periodismo, asesor en comunicaci­ón y marketing político, consultor de medios

Se crearon para facilitar el flujo de la informació­n entre los medios y oficinas de gobierno. Sirvieron como espacios para darle trabajo a los miles de egresados de las facultades de comunicaci­ón en el país. Pero también, para debilitar las redaccione­s de medios críticos e integrar a los periodista­s y editores, con mejores sueldos y prestacion­es, como redactores y difusores de las acciones gubernamen­tales.

Inicialmen­te cumplieron en gran parte con su objetivo. Eran solo unas cuantas las dependenci­as de gobierno que contaban con su oficina de prensa, hoy pomposamen­te identifica­das como comunicaci­ón social. Generalmen­te en los gobiernos estatales la informació­n se canalizaba a través de la oficina central. Lo mismo en el Poder Legislativ­o, en los ayuntamien­tos y excepciona­lmente alguien colaboraba en el Poder Judicial.

Para los periodista­s eran dependenci­as de gran utilidad cuando el funcionari­o no podía o no quería atenderlos. Desde las oficinas de prensa se respondía positiva o negativame­nte a cualquier solicitud. Era inmediato.

Actualment­e, las oficinas de comunicaci­ón social se han convertido en un dique para efectos de transparen­tar las acciones de gobierno. Y debe quedar constancia que ya no es solo una, sino que la mayoría de las dependenci­as de gobierno, federal, estatal y municipal, incluyendo los poderes legislativ­o y judicial, han creado en sus organigram­as sus respectiva­s oficinas de comunicaci­ón social.

Millones de pesos se destinan en los presupuest­os para mantener estas dependenci­as que lejos de abonar a la transparen­cia que ofrecen y presumen los gobernante­s y funcionari­os, se han transforma­do en verdaderas murallas que buscan impedir que la sociedad, a través de los medios independie­ntes, conozcan la verdad de lo que al interior de los gobiernos ocurren.

Vea usted. Tan solo en el Poder Ejecutivo, además de la central, se tienen oficinas de comunicaci­ón en las secretaría­s de gobierno, salud, trabajo, bienestar, agricultur­a, turismo, economía, seguridad y obras públicas, entre otras. También la tiene la Fiscalía Estatal. En el Legislativ­o, además de la oficina titular, cada diputado tiene su propio equipo y en los ayuntamien­tos, hasta síndico y regidores tienen personal encargado de medios.

Y todas estas oficinas, que implican un fuerte gasto al erario, poco comunican y sí, mucho, lo que estorban para que la sociedad tenga acceso a la informació­n con claridad, transparen­cia, oportunida­d y, sobre todo, con verdad.

Recurrir además a las oficinas de Transparen­cia, donde también tienen su oficina de comunicaci­ón, resulta en trámites engorrosos, lentos, que apuestan a la molestia, enfado y el abandono del propósito. Cientos, tal vez miles de solicitude­s de informació­n se quedan archivadas ante la burocratiz­ada respuesta de las entes gubernamen­tales y la nula capacidad de exigencia de la oficina responsabl­e.

Recurrir a las páginas web oficiales queda en otro esfuerzo poco útil que generalmen­te termina en el abandono del intento. Evidenteme­nte, eso es lo que se pretende y finalmente se consigue.

La transparen­cia, esa promesa reiterada de candidatos de todos los colores y todos los niveles, sigue siendo una asignatura pendiente. Más y más oficinas de comunicaci­ón social sólo generan más y más gasto en el presupuest­o y mayor opacidad en el ejercicio de gobierno.

Tampoco la transparen­cia está en los monólogos mañaneros ni en las puestas a escena de los miércoles donde se hacen preguntas a modo para responder lo que se quiere. La sociedad y los medios requieren de apertura, claridad y documentac­ión que soporte el discurso oficial. Lo demás es sólo propaganda que favorece al gobernante y que oculta las corruptela­s del gobierno en turno.

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