Ocho soldados
Con una decisión equivocada, sin un plan, al parecer, que justificara la aventura fatal que emprenderían, y sin ningún recurso alternativo que les diera la oportunidad de poder salvar sus vidas, un grupo de soldados fueron enviados al mar embravecido, a tratar de salir airosos de una prueba de supervivencia. Del total enviados al peligro por un superior que se quedó en tierra firme, mirando desde lejos cómo los jovencitos cumplían con una orden ridícula y riesgosa, ocho desafortunados no lograron salir y perdieron la vida. En un hecho similar en el verano de 1996, un grupo de soldados pertenecientes al 18avo Batallón de Infantería, traídos desde Nogales, Sonora – zona montañosa y fría- fue obligado a participar en una prueba similar, pero en el desierto. La motivación era que estaban realizando entrenamientos para detectar a grupos armados del medio oriente, que utilizaban el desierto para internarse en los Estados Unidos. Al final la cifra negra fue de 14 soldados muertos.
La información con la que contamos los bajacalifornianos y el resto del país es escasa. No se sabe, por ejemplo, si había una estrategia con un plan determinado, si el objetivo buscado estaba basado en un beneficio de corto, mediano o largo plazos que beneficiaría a la población, o si, en cambio, es parte de las rutinas que los soldados deben cumplir para poder obtener el grado. Los ciudadanos suponemos que no fue ésta, la decisión de una persona ni, como se afirma en las redes, era producto de una novatada. Por consiguiente, es un imperativo el iniciar una investigación formal, que identifique responsables y determine las consecuencias de este lamentable hecho.
Los jóvenes que murieron cumplieron con valentía la orden recibida de su superior jerárquico, quién debió haber actuado con responsabilidad. Estuvo obligado a evaluar las condiciones meteorológicas y el estado del mar, antes de enviarlos a la muerte segura. En este caso como en el del desierto de Mexicali, es notoria la falta de criterio y la subjetividad con la cual, sin tener la certeza de los enormes riesgos que correrían los soldados, se les obliga a cumplir con una orden absurda.
Hay un espacio en la estructura del ejército que permite que se presenten hechos anormales con consecuencias fatales. No está en discusión la necesidad de que los jóvenes que optan por la carrera militar reciban entrenamientos de altísimo riesgo, pero aún en esas circunstancias, debe existir un margen de seguridad lógico, que le permita evitar fatalidades. Los mexicanos que se integran a las fuerzas armadas son valientes, arriesgados y con alto sentido de la disciplina y del deber. Saben que siempre estarán sometidos a situaciones de alto riesgo y de que, en casos de desastres naturales, ellos irán al frente y al rescate de las víctimas.
No tengo idea de cuál fue el resultado de la investigación judicial de los 14 soldados que fallecieron en el desierto, el Gobierno de la República estaba obligado a esclarecerlo, y a fincar responsabilidades. En el suceso de los ocho soldados que murieron en el mar, urge que se deslinden responsabilidades y se inicie un proceso de investigación judicial penal en el área militar. No es justo que se deje al olvido, como muchas veces sucede. Las familias de estos bravos soldados merecen una respuesta a sus demandas, y no se les debe negar. La sociedad mexicana en general, estamos esperando respuestas. Nos indigna la manera tan subjetiva como se toman decisiones que conducen a fatalidades, máxime cuando los responsables deben seguir procedimientos establecidos en reglamentos y leyes generales en nuestro país. En ese mismo sentido, deben establecerse procedimientos específicos para que no suceda, en el futuro, otra tragedia de éstas dimensiones. Debemos terminar definitivamente, con las decisiones que conduzcan a hechos tan lamentables como la muerte de jóvenes que estaban dispuestos a dar su vida por nuestra patria. Vale.