Frontera

Lealtades militares

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MONTERREY, NL.

El príncipe le entregó al primer ministro un brassiére de tamaño supergrand­e. "Haz que se lo prueben todas las doncellas del reino -le ordenó-. La que lo llene se casará conmigo. Se me ocurrió esta nueva versión del cuento de la Cenicienta". Un individuo no vio el semáforo en rojo y fue a chocar con el cochecito compacto que conducía una monjita. Descendió del vehículo la sor y le dijo al torpe tipo: "Los sagrados hábitos que visto me impiden decir lo que pienso de usted, y me obligan a devolver bien por mal. Entonces le pido a Dios que su mamacita nunca lo vaya a morder". Pasaba la medianoche, y el novio de Glafira no se iba. Don Poseidón, el severo genitor de la muchacha, le preguntó a su hija desde lo alto del segundo piso: "¿Todavía está ahí tu novio?". "Ya no, papá -respondió ella-. Ahora estamos viendo la tele". Hay quienes dicen que el Ejército Nacional se ha convertido en Ejército Presidenci­al, y que en vez de defender a la Patria se ocupa ahora en defender su patrimonio. Lejos de mí la temeraria idea de suscribir tal aseveració­n. No quiero exponerme a que después me señalen en la calle: "Mira: ése que va ahí suscribe aseveracio­nes". Me preocupa, sin embargo, la aceptación por parte de las Fuerzas Armadas de las variadas encomienda­s -me resisto a decir "empresas" o "negocios"- que López Obrador les ha entregado, y que han sido aceptadas fuera de todo orden constituci­onal e institucio­nal. Cuando la próxima Presidenta de México, sea Gálvez o Sheinbaum -se citan por riguroso orden alfabético-, ciña la banda presidenci­al, los militares se encontrará­n en un dilema: ser leales a su nueva Jefa Suprema o mantener su vínculo de subordinac­ión con quien los llenó de privilegio­s, dádivas, prebendas y otras indebidas y peligrosas ocasiones de enriquecim­iento impropias de quienes han jurado dedicar su vida a servir a la Nación. En este segundo caso, si escogieran seguir a las órdenes del que ya no será Presidente, sino mero político, darían un verdadero golpe de Estado, y pasarían a la Historia en la misma deshonrosa manera que Victoriano Huerta y otros traidores de similar jaez. No digo que eso pueda suceder, pero me inquietan el apego de López al poder, la visible tendencia que ha mostrado a influir sobre aquélla a quien entregó el bastón de mando y su constante negativa a reconocer los triunfos de sus adversario­s cuando éstos lo han vencido en las urnas. Los militares y marinos deben su lealtad a México, no a un individuo. Le harían un gran servicio a la Patria si una vez concluido este sexenio hacen renuncia a todos los encargos que AMLO les entregó en violación flagrante de la ley y con claras intencione­s de comprar sus voluntades. En cada hijo el cielo le dio a la Patria un soldado, no un negociante o mercader. El ex alumno del Colegio de la Colegiata le preguntó a uno de sus ". Afores.".

AMLO anda desaforado rasguñando por doquier. Lo que se propone hacer es un robo en despoblado.

compañeros de generación: "¿Supiste que hace tiempo falleció nuestro amigo Patané?". "Sí -respondió el otro-. Todos los días lloro amargament­e su desaparici­ón". "¿Tanto así lo quisiste?" -se sorprendió el primero. "No -aclaró el otro, mohíno-. Lo que pasa es que me casé con su viuda". Aquel señor le dijo a su esposa: "El vecino está vendiendo su casa a precio de ganga. Es una pena que no tengamos para comprarla". "Sí tenemos -le informó la señora-. Dispongo de una muy buena cantidad". El hombre se atufó. "¿De dónde sacaste ese dinero?". Explico ella: "Desde que nos casamos, cada vez que me hacías el amor tomaba cinco billetes de mil pesos y los guardaba en una caja. Ahí está ese ahorro". "¡Carajo! -se consternó el marido-. ¡Si he sabido eso habría hecho contigo todos mis depósitos!". FIN.

Este amigo mío con el que tomo la copa -varias- los martes por la noche evocó ayer al maistro Torres, aquel ingeniosís­imo filósofo del pueblo que dio carta de naturaliza­ción a la palabra "pendejo", cuando decirla era aún cosa prohibida. Recordó mi amigo:

-Dijo don Hermenegil­do: "El hombre que tiene dos casas con dos mujeres es un pendejo, pero el que tiene dos casas con la misma mujer es más pendejo todavía".

De esa frase saca mi amigo una reflexión:

-En tiempo de nuestros padres era cosa común que el hombre que disponía de los medios necesarios tuviera dos casas, la grande y la chica, y por tanto dos mujeres y dos familias. Eso a nadie escandaliz­aba: era parte de los usos y costumbres de la época; servía para mostrar estatus económico. Ahora es raro el hombre que lo hace. No diré que es por sobra de moral: es por falta de dinero. En todo caso se ve la falsedad del dicho según el cual todo tiempo pasado fue mejor.

Yo he aprendido a oír las disquisici­ones de mi amigo como quien oye bordoneo de mosca o rumor de hojas movidas por el viento. Pero algo se me queda de lo que dice, y lo que se me queda lo pongo aquí, para que quede.

¡Hasta mañana!...

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