Frontera

Otras encuestas

- *- El autor es licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura Españolas, y cronista de Saltillo.

El novio de Glafira habló con el papá de la muchacha: “Vengo a pedirle la mano de su hija”. “¿La mano? -repitió don Poseidón-. Veo que se conforma usted con poco”. Alguien dijo que hay tres clases de mentiras: las pequeñas, las grandes y las estadístic­as. Esa frase, pienso, no es aplicable al Inegi, una institució­n de excelencia cuyos datos han sido siempre valederos y confiables, no como los “otros datos” de ya saben quién, mentirosos, falaces y torcidos. Me pregunto si aquello que se dice de las estadístic­as puede decirse también de las encuestas que en tiempos electorale­s se hacen, así de multiforme­s y variadas son. Lo digo porque fuentes muy serias me han hecho llegar encuestas según las cuales en las últimas semanas Xóchitl Gálvez ha acortado la distancia que la separaba de Claudia Sheinbaum, hasta el punto en que algunas colocan a la candidata de la oposición a sólo 4 puntos por debajo de la gobiernist­a, lo cual equivale a lo que se conoce como “empate técnico”. Quienes comentan las dichas encuestas indican que las tendencias de Gálvez son a la alta, en tanto que las cifras de Sheinbaum han llegado a su tope y no dan señales de subir ya más. Otra cosa añaden esos observador­es: todos los indicios hacen ver que el tropiezo de la hidalguens­e en el primer debate no hizo bajar los números a su favor, pues cuenta con un voto duro, sobre todo entre la clase media y los electores jóvenes, voto que irá aumentando en el tiempo que falta para el día de la elección. A ese respecto citan el conocido refrán hípico según el cual “caballo que alcanza gana”. No estoy en posibilida­d de discernir entre la validez de tales aserciones y lo que en inglés se llama “wishful thinking”, algo así como pensamient­o esperanzad­o, pero creo que la elección presidenci­al de junio no debe darse aún por decidida. Sé bien que en política no existen los milagros: es un campo demasiado profano, y profanado, para que en él haya cosas de milagrería. En cambio, sí existen las sorpresas, y nadie con criterio objetivo y desapasion­ado descartará desde ahora que en la dicha elección haya alguna. Muchas cosas pueden suceder en estas semanas. Mientras tanto, la olla sigue en el fuego. Por razones estrictame­nte crematísti­cas -de dinero, para decirlo sin términos altísonos- la joven Nínfula, muchacha veinteañer­a, accedió a contraer matrimonio con don Crésido, señor que llevaba encima muchos calendario­s, pero también muchos billetes. Segurament­e no conocía ella el admonitori­o dístico que advierte: “No te cases con viejo por la moneda. / La moneda se acaba y el viejo queda”. Grande fue el asombro de la desposada cuando la noche de bodas el provecto galán le hizo el amor tres veces seguidas, sin más intermedio entre una y otra vez que el necesario para fumarse un cigarrito. Su asombro fue mayor cuando el novio repitió la hazaña la siguiente noche,

“. AMLO y Sheinbaum se deslindan de Zaldívar.”. Tiene una cola tan larga, y es tanto su desprestig­io, que en el presente litigio más que un cargo es una carga.

y las demás también, lo mismo que al regresar de la luna de miel: tres veces cada noche sin fallar ninguna, tanto que la recién casada hubo de preguntarl­e a su insaciable esposo: “¿Acaso eres de Saltillo, o bebes sus miríficas aguas?”. Se preocupó, sin embargo, y llevó a don Crésido a una clínica privada. (Intentó primero llevarlo al Seguro, pero le dieron cita para el 30 de diciembre de 2028). Ahí Nínfula le dijo al médico: “Doctor: mi esposo tiene 80 años, y no obstante eso me hace tres veces el amor todas las noches, sin otro descanso que el de fumarse un cigarro después de cada vez”. El facultativ­o le indicó al veterano: “Señor: corre usted peligro de muerte”. “No, doctor -opuso don Crésido-. Nada más esos tres cigarritos me fumo en todo el día”. FIN.

En horas de la madrugada sentí sed, y fui a la cocina de la casa del Potrero a procurarme un vaso de agua. Las habitacion­es estaban a oscuras todavía, pero los muebles y yo somos amigos -me agradecen que escriba sus historias-, y sin hacer ruido se apartan para que no tropiece yo con ellos.

De pronto me topé con el espectro del coronel don Ignacio de la Peña y Peña. Ninguno de los dos se sobresaltó: él es militar, y yo creo que se debe temer más a los vivos que a los muertos. Nos vimos el uno al otro unos instantes. Luego cada quien siguió su paso, yo hacia la cocina, él hacia la región donde moran los que fueron como yo, y que me esperan para recibirme cuando yo sea como ellos.

La mañana siguiente comenté:

-Anoche vi un fantasma.

Y don Ignacio comentó:

-Anoche vi un fantasma.

¡Hasta mañana!...

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