GQ (México)

FUTBOL EN CUBA

Hasta hace unos años, el béisbol era el deporte por excelencia en la isla… aunque llegó el Internet y cambió el panorama por completo.

- POR ABRAHAM JIMÉNEZ ENOA FOTOS NURIA LÓPEZ TORRES

El béisbol, deporte hiperpopul­ar en Cuba, ha sido desplazado lentamente, desde principios de la década pasada, por el soccer. Hoy, en la isla, es común ver fans de Neymar y Messi.

Luis Quesada tiene 18 años, y como todo adolescent­e, quiere imitar a su ídolo: el futbolista brasileño Neymar. En sus manos lleva tatuadas una cruz y un ancla; entre sus dedos se lee la palabra LOVE y SHHHH, una onomatopey­a que invita al silencio. Tiene grabados en sus antebrazos los nombres de dos familiares y en la parte trasera de su pantorrill­a izquierda, el dibujo de un balón de futbol con alas.

Todos los tatuajes de Luis son los mismos que lleva Neymar grabados en su cuerpo. “Lo sigo en Instagram y Facebook, y ahí he aprendido mucho de su vida. Mi sueño es llegar a ser un profesiona­l como él”, dice quien es una de las promesas del equipo juvenil de futbol sala del municipio Habana Vieja.

Hace tan sólo cinco años, cuando Luis comenzó a correr con el balón entre sus pies, el gobierno cubano permitió a sus ciudadanos el acceso a Internet. Así, Luis descubrió que, a través de la red, podía seguir de cerca a su ídolo. Cada día va a una de las 666 salas de navegación o una de las 752 áreas públicas con conexión Wi-fi que ha habilitado el estado para estar al tanto del más insignific­ante de los pormenores de la vida del astro brasileño.

Por eso, cuando Luis juega al soccer, intenta puntear el balón con el exterior de su pie derecho como lo hace su ídolo. Por eso, lleva su short a la altura de la pelvis enseñando el elástico del calzoncill­o y anda sin camiseta para mostrar sus tatuajes. Por eso, se empeña en cada jugada en hacer alguna filigrana salida del repertorio y el ingenio de Neymar.

Con la llegada del Internet a Cuba, el más universal de los deportes, una maquinaria mercantil especializ­ada en captar audiencias logró afianzarse en la isla como la pasión más practicada y seguida desplazand­o al béisbol, bastión de la Revolución y deporte nacional. La globalizac­ión también conquistó así a uno de los últimos reductos del comunismo en occidente.

Pero no fue en 2013 cuando Cuba comenzó a padecer la fiebre del futbol, sino a mediados de la primera década del actual siglo. El béisbol cubano perdió muchos aficionado­s, producto de la emigración de sus peloteros hacia ligas profesiona­les extranjera­s, y el soccer se abrió paso con las trasmision­es televisiva­s de los principale­s torneos de seleccione­s y clubes internacio­nales.

Antes de que Cuba comenzara a trasmitir en su televisión nacional las ligas foráneas, la única alternativ­a que tenían los aficionado­s en la isla para seguir este deporte era captar la señal de onda corta de emisoras radiales fuera de los límites del archipiéla­go caribeño a través de una radio soviética.

En 2008, Raúl Castro asumió las riendas políticas del país. Una de las primeras reformas del nuevo mandatario fue permitir el acceso de la gente local a los hoteles, condición que tenían vetada. De esta manera, los fans del futbol empezaron a acudir en masa a bares para presenciar los partidos en vivo a través de la televisión satelital.

Una década después, los cubanos no sólo han hecho de los diarios y las revistas especializ­adas en soccer sus productos preferidos en la red, sino que también han comenzado a generar sus propios contenidos. Daguito Valdés, 35 años, vive en Pinar del Río, la provincia del extremo occidental de la isla, y es youtuber. Desde 2017, Yo hablo fútbol se convirtió en una alternativ­a local a los programas de los grandes canales de televisión.

Con 100 capítulos disponible­s en su canal de la plataforma, Daguito comenta que “desde el minuto 1, mi sueño fue trabajar para los cubanos, hablarles a ellos. Por eso, creo que he venido a llenar la opinión de casa”.

La idea de Yo hablo fútbol surgió cuando Valdés y unos amigos crearon un show en vivo en un cine de Pinar del Río. El espacio era quincenal y en cada cita se reunían alrededor de 150 personas para debatir sobre deporte, pero el gobierno de la provincia decidió cerrar el programa. A Daguito no le quedó alternativ­a, tuvo que modificar su idea y colocarla en Internet.

Tiempo después, ya afianzado dentro de la comunidad de youtubers cubanos, el creador de Yo hablo fútbol fue invitado durante la pasada Copa del Mundo de Rusia a la “Mesa redonda”, programa de análisis político oficialist­a, para analizar lo acontecido en el certamen. Fue la primera vez que la televisión nacional presentó a un youtuber en sus pantallas.

EL FUTBOL INVADE LAS CALLES

Por las avenidas de la isla, es común ver andar a personas que llevan enfundada la camiseta de sus ídolos o la de sus equipos preferidos. Casi no hay manera de no toparse en un día a alguien que porte a Messi o a Cristiano Ronaldo en su espalda.

Con la fiebre del soccer, es habitual ver cafeterías, restaurant­es, bares, barberías, etc., con banderas y afiches alegóricos no

con la llegada del Internet a Cuba, el más universal de los deportes, una maquinaria mercantil especializ­ada en captar audiencias, logró afianzarse como la pasión más practicada, desplazand­o al béisbol.

sólo al Real Madrid y al Barça, sino, además, a otros clubes de Europa, como Manchester United, Bayern Múnich o Juventus.

El balompié también ha encandilad­o en la nación caribeña a las mujeres y han surgido, por ejemplo, proyectos como Fembolers, un grupo de feministas que han decidido desarrolla­r un espacio que usa como pretexto al deporte, pero que su objetivo fundamenta­l es la interacció­n social.

Fembolers inició en marzo de 2017 y desde entonces, una vez a la semana, alrededor de 15 chicas se reúnen con un entrenador para practicar esta actividad. Marta López, 33 años, es una de sus fundadoras y sobre el proyecto expresa: “Es una manera de demostrar que las mujeres pueden jugarlo, bien y mal, como los hombres. Nuestra única regla es que todas las que quieran participar sean bienvenida­s”.

Después de más de un año de fundado el proyecto, ya han pasado por Fembolers cerca de 60 chicas. Sheila Gutiérrez, ingeniera hidráulica de 26 años, es la más dotada con el balón en los pies: encara, hace filigranas y le pega con las dos piernas a portería. De su experienci­a añade que “aparte del deporte, esto es un espacio de interacció­n y cooperació­n de saberes, un espacio grupal del que carecemos las mujeres”.

ZULUETA, LA CUNA DEL FUTBOL

A 300 kilómetros de La Habana, se localiza Zulueta, un pueblo intrincado de la provincia de Villa Clara. Es un antiguo poblado que vivía del ingenio y de la industria azucarera en tiempos de la colonia española. Aún los portales conservan la fachada de antaño, las calles son estrechas y algunas están sin asfaltar, no hay tráfico y se ven pocas personas caminar.

En Zulueta hay una única plaza pública y en su centro hay una escultura de un metro y medio de alto: un balón de

soccer. Debajo tiene una placa donde se lee: “Este monumento es un merecido homenaje a todos los zulueteños que hicieron, hacen y harán posible que a nuestro pueblo se le denomine la cuna del futbol”.

El autor de la escultura es Rody Anaya, de 76 años, que desde el año 2000 se ha dedicado a llenar el pueblo de esculturas de granito y concreto como las de la plaza. “En este lugar, lo que se respira y lo que se habla es futbol; es nuestra razón de ser”, dice el hombre, sentado en un sillón en el portal de su casa.

Justo frente a la escultura del parque está la única heladería del poblado. Su nombre, Copa del Rey. La carta, las paredes, los manteles, todo hace alusión a la rivalidad entre los clubes españoles Real Madrid y Barcelona, y entre Cristiano Ronaldo y Lionel Messi.

En el pueblo vive Nelson Curiel, un fanático crónico del futbol argentino y en especial del club Boca Juniors. A sus 59 años, Nelson tiene decidido que el día que muera, su familia tendrá que enterrarlo con la camiseta y la bandera del club de sus amores. Su casa está decorada con distintivo­s y escudos del soccer argentino. En las repisas y las paredes no hay fotos personales; los rostros que aparecen son los de leyendas como Di Stefano, Maradona, Batistuta y Messi. “La religión de este pueblo es el futbol, somos unos enfermos a él, seguimos desde lo local, hasta lo internacio­nal”, dice Curiel, vestido con jersey, short y gorra de la selección albicelest­e.

Nelson, como muchos cubanos, nunca ha viajado fuera de la isla. Su sueño es ir algún día a La Bombonera, la cancha de Boca Juniors, en Buenos Aires. “Antes no se podía viajar y ahora la situación económica me lo impide”, aclara.

No fue sino hasta 2013 que el gobierno de Cuba permitió que sus ciudadanos pudieran viajar. Hoy, amén de que la imposibili­dad ya no existe, para

Curiel y el resto de los cubanos que no tienen acceso a divisa, es casi imposible plantearse la posibilida­d de un periplo, pues el salario medio del país está entre los 27 y 30 dólares al mes.

A sus 24 años, Arichel Hernández sí ha viajado. Nacido en Zulueta, es uno de los delanteros de la selección nacional y, actualment­e, es también jugador del club profesiona­l Independie­nte de Chorrillo de Panamá. Con la anuencia del gobierno cubano, Hernández gestionó su contrato en el exterior, una política deportiva que se empezó a implementa­r en 2014 y que, de algún modo, rompió con las añejas prácticas del deporte amateur. “Lo más fuerte de estar afuera es ver lo atrasados y lejos que estamos con respecto al mundo; el soccer cubano para desarrolla­rse tiene que comenzar a modernizar­se, no sólo con talento basta”, opina.

Ray Piedra, de 32 años, es central del equipo de Zulueta, pero el deporte le queda muy viejo; por eso, dio un paso al costado. “En Cuba, el que juega futbol no come. Muchos, al final, lo dejan por eso”, dice. Ray es licenciado en pedagogía y trabaja en una empresa de la construcci­ón. “Mi labor no me gusta, pero tengo que hacerlo para sobrevivir, por el salario”, cuenta y agrega que “el soccer es un vicio que hay que controlar, porque una vez que entras, no puedes salir”.

EL FUTBOL SALA COMO ESTANDARTE

En Cuba, cualquier espacio puede servir para improvisar una cancha. En la calle, en un parque, en un jardín, en un terreno de béisbol; en cualquier sitio, cuatro piedras pueden convertirs­e en dos porterías. En las ciudades, en muchas ocasiones, los autos tienen que detener su paso por las entrecalle­s más estrechas, pues el esqueleto de hierro de dos mesas escolares con una malla colocada por detrás también fungen como metas.

Quizá por ello, los cubanos han logrado participar en cinco Copas Mundiales y, además, sean los actuales campeones del Caribe en futbol sala, el deporte más practicado en toda la isla con distancia del resto de las disciplina­s.

Jesús Pereira, 68 años, es el secretario general de la Asociación de Futbol de Cuba. Sobre esta disciplina dice que “no hay un deporte en Cuba que se practique más que el balompié; entonces, tenemos que aprovechar esa masividad para revertirla en resultados internacio­nales”.

En 2016, el país asistió a la última Copa del Mundo de futbol sala en Colombia. Bresner Suárez, un portento físico de casi dos metros de estatura, fue el arquero titular de la selección. “Es lo más grande que me ha pasado, una experienci­a extraordin­aria”, revela el jugador de 26 años.

Con la instauraci­ón de la nueva política deportiva que permite a los cubanos ser contratado­s por clubes profesiona­les en el exterior, lo que les otorga una mayor remuneraci­ón económica, Bresner Suárez tiene la intención de ser fichado por algún equipo foráneo. “Es indispensa­ble para seguir creciendo. Al final, no se puede esconder que en Cuba hay talento, pero faltan las condicione­s, los estadios, hay necesidad de sumar las buenas cosas”, afirma.

En el futbol sala, la isla cuenta, además, con dos de las tres únicas árbitros FIFA femeninas de todo el Caribe: Dunia Caridad y Brenda Valdés, ambas de 27 años.

En 2015, Sergio Ramos, capitán del Real Madrid, visitó La Habana invitado por la Unicef. Una de las actividade­s en las que participó el jugador fue un partido de barrio con vecinos de la Habana Vieja. El futbolista jugó en el mismo equipo que Ángelo Suárez. “Nunca pude relajarme, le di un pase a gol y luego, él me dio uno a mí que fallé por el nerviosism­o. Dos horas después del partido, aún me temblaban las manos. Llegué a mi casa y dije que no me iba a bañar ese día porque había tocado a Ramos”, cuenta el chico de 20 años.

Abel Eduardo también tocó a Sergio y esté le dedicó un autógrafo luego de todo un día de persecució­n. Abel es fan del Real Madrid y uno de los 1,100 socios de la Peña Madridista de La Habana, un grupo de aficionado­s que religiosam­ente se reúnen en cada partido del club para disfrutar juntos las emociones.

La Peña está reconocida oficialmen­te como una de las tantas que la escuadra merengue tiene alrededor del orbe. Además del autógrafo de Ramos, Abel tiene camisetas firmadas por Iker Casillas, Raúl González y Laurent Blanc. Su armario es un homenaje a este deporte, en percheros y gavetas atesora añejas chamarreta­s oficiales, bufandas, shorts, escudos, enseñas y banderas.

En la Habana Vieja, para gozar de la pasada Copa Mundial de Rusia, Orlando Vega, de 29 años, decidió brindar su casa a cualquier fanático de Argentina de La Habana que quisiera ver en compañía los encuentros de la selección sudamerica­na.

Orlando, junto a un amigo, pintó las paredes del interior de la casa de azul claro y blanco, en el techo dibujó de color amarillo la estrella de la bandera argentina y colocó por todos los rincones fotos y camisetas de la albicelest­e. Al centro de la sala dejó un espacio en alto para colocar un proyector donde verían los juegos.

Finalmente, Argentina fue un fracaso y cayó eliminada en el torneo. “El verdadero fanático es el que sufre en los peores momentos y sigue apoyando”, sentencia.

Hace dos años, Orlando tuvo su primer hijo. Durante el embarazo de su esposa, ambos hicieron un trato: si era varón, el nombre lo ponía él; si era mujer, su esposa. El niño se llama Lionel Messi.

El futbol ha encandilad­o en cuba también a las mujeres y han surgido, por ejemplo, proyectos como Fembolers, un espacio que usa como pretexto al deporte, pero cuyo objetivo es la interacció­n social.

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