GQ (México)

EL HURACAN ALBORÁN

- FOTOS UXIO D’AVILA TEXTO DAVID LÓPEZ CANALES

Hace tres años, tuvo que frenar en seco. Colapsó, como confiesa, y necesitó desconecta­rse de todo para conectar consigo mismo. Ahora ha vuelto con un disco, Prometo, que lo trae de gira por México y Latinoamér­ica, canciones “más honestas” y una energía renovada. Charlamos con el artista español Pablo Alborán, Premio Vacheron Constantin a la Voz Única en los Premios GQ, sobre música, amor y de cómo en una nevera vacía puede hallarse una mejor vida.

De una nevera vacía, Pablo Alborán (Málaga, España, 1989) sacó una nueva vida. Mejor dicho, de una nevera casi vacía. Peor aún, de una nevera que tenía como únicos habitantes de su universo frío un pedazo de sandía y un pepino podridos. Era la nevera de su casa de Madrid. La que se encontró ahora ya hace casi tres años, cuando a punto de concluir la gira de su tercer álbum, Terral, una noche, después de un concierto, como la ranchera que cantaba Joaquín Sabina, se bajó del escenario, se abrazó a su manager, Esperanza, y le dijo: “No puedo más. Llévame a casa”. Aquellas palabras fueron el comienzo de un retiro de semanas en Málaga, con su familia, de desconexió­n, de cancelació­n de compromiso­s y de frenada de emergencia. Pablo tenía apenas 26 años y llevaba casi seis subido en la cresta de la ola de un tsunami desde que empezó a colgar en Youtube los videos que anunciaban su primer disco, desde que comenzó a sonar el single de aquel trabajo, Solamente tú, desde que se convirtió en un fenómeno arrollador, pero también implacable para él; desde que “colapsó”, como lo define. Aquel día, frente a aquella nevera que se disponía a llenar con los alimentos que acababa de comprar en el supermerca­do, con el teléfono apagado, sin obligacion­es ni giras, sin entrevista­s, sin nada que hacer, Pablo Alborán se encontró su nueva vida.

“Aún hoy lo recuerdo perfectame­nte... Aquel olor de la fruta podrida. Tener que limpiar todo y desinfecta­rlo…”, me cuenta, divertido, sentado sobre las piernas en un sofá en el estudio fotográfic­o de Madrid donde se realiza la sesión de fotos de este reportaje. Pablo ha llegado un par de horas antes, puntual y sonriente. Viste de negro, con pantalón de pinzas, polo y calzado deportivo. Luce aún el bronceado del final de un verano mediterrán­eo, y saluda y sonríe a todo el equipo. “Sobre todo, recuerdo la sensación de empezar de cero. Tras aquella parada, estuve casi dos años haciendo lo que quería. Antes reflexiona­ba mucho acerca de qué pensaría la gente si me viese tomando una copa o fumándome un cigarrillo. Pero llegó un punto en el que sólo quería hacer lo que me diera la gana”.

En las baldas de aquella nevera, Pablo Alborán empezó a descubrir otra vida lejos de los escenarios, de la industria y de los números. Sí, por supuesto, seguía siendo el artista con más de tres millones de seguidores en Instagram y el músico que acumulaba ya arriba de 300 millones de reproducci­ones en Youtube con el videoclip de Solamente tú. Pero volvía a ser, de alguna manera, el Pablo que había empezado a hacer canciones con sólo 12 años, el niño al que su madre llevaba en Málaga a que recibiera clases de piano mientras lo esperaba en el coche aparcada en doble fila y al que animaba a seguir su pasión por la música. Y así, poco a poco, de aquella nueva vida, de aquella vida recuperada, empezaron también, como si de un jardín sembrado con aquellas frutas de la nevera se tratara, a brotar nuevos temas.

Cuenta Pablo que sus canciones son para él, que no piensa en nadie más cuando las compone, que las hace “para desahogars­e”. Y que por eso éstas vienen también de él. “De lo que vivo, de lo que me sucede a mí y a los demás, de lo que leo en las noticias y en las redes. De sensacione­s que quizá no me han pasado, pero que quiero que me ocurran. Historias que imagino y que quiero que sucedan”, lo explica. Y cuenta también que es sentado frente a su piano donde mejor nacen, porque ese instrument­o, por el que se siente envuelto sólo tocando una tecla, le da “una melancolía, una nostalgia y una libertad” que aún no ha encontrado para componer con la guitarra.

El resultado de esa nueva vida se llama Prometo, las 16 canciones de su cuarto y más reciente disco, que lanzó en 2017 y que ahora presentará de gira en México y Latinoamér­ica, un continente donde, como nos confiesa que le platicaron sus amigos Alejandro Sanz y Miguel Bosé, cuando entras, ya no sales. “Ellos me decían y me lo han repetido siempre, y yo al principio no entendía que en países como México si gustas, ya no te sueltan. El público es fiel, fiel, fiel y muestra un cariño inmenso. Y, además, si te interesan esas naciones, y a mí me interesa todo, es alucinante porque te enamoras de cada ciudad a la que viajas”, asegura el malagueño.

Hace ocho años, cuando aquella aún pequeña bola de nieve de Alborán empezó a rodar montaña abajo, cuando pasó, en un año, de tocar en bares sólo acompañado por su guitarra, a hacerlo en estadios rodeado de una banda y con miles de fans enfrente, Pablo repetía con frecuencia que él era sólo un joven de apenas 20 años y que no era capaz de definir su música. Hoy, pasado ese tiempo, y a pesar de los kilómetros de vuelo que ya acumula, de los números uno encadenado­s y del éxito, de alguna manera, sigue siéndolo. No importa que en el camino haya descubiert­o, como confiesa, la cara más amarga de la industria, “la de la ambición, la de las personas que te usan sólo por su ego, la de los tiburones, que yo pensaba que no existían, pero sí lo hacen”. Sentado al sofá, el malagueño habla con una naturalida­d y sinceridad que se agradecen, y con un calor que, como su piano, envuelve.

Este Pablo sigue siendo aquel Pablo. Continúa sin saber definir su música. Sabe de dónde viene, de su “sur español”, del jazz, de la bossa nova y del flamenco. Aunque también exhibe hoy aires latinos, como el tema “La llave”, de Prometo. Sin embargo, confiesa que tampoco tiene idea de hacia dónde va. “Definir es parar el proceso creativo”, lo justifica. De ahí que todavía le moleste, aunque cada vez menos, que se le encasille como un cantante romántico. “Porque lo veo muy ñoño, muy cursi, y yo en realidad no soy así”.

Pero sí, Alborán, si en algo no ha cambiado, y esa nevera no lo enfrió, es que sigue cantándole al amor. “Ahora más honesto. Al amor de verdad”. Si en “Solamente tú” decía “regálame tu estrella, la que ilumina esta noche, llena de paz y de armonía, y te entregaré mi vida”, hoy, en “Curo tus labios”, se lamenta: “Ahora somos todo lo que odiamos. Te debo otra canción y algún te quiero. Te debo un viaje por el universo”.

¿Le cantabas antes a un amor idílico y ahora hay más ruptura, más amargura y más anhelo? Sí, porque ahora sé más. Aunque hay canciones, como “Prometo”, que algunos ven tristes, incluido mi hermano; pero para mí, es súper positiva. ¡Fíjate que dice: “hoy saldremos en las noticias de la tarde por haber sabido amarnos”!

¿Cuál es para ti el mejor verso de amor que se ha escrito?

Una canción de Mercedes Sousa que he escuchado recienteme­nte tiene un verso increíble que reza: “Te quiero y te quiero libre”. ¿Y la mejor canción?

¡Ufff! Hay millones, pero quizá

me quedaría con una del guitarrist­a Vicente Amigo que se llama “Bolero a Marcos” y que ni siquiera tiene letra.

Pablo Alborán es ese niño que frente al espejo parodiaba los pasos de baile de Michael Jackson. Y el que creció escuchando con su hermano en casa discos de flamenco y de flamenco jazz. En aquel pasado, como en los libros de Historia, está escrito el presente. De ahí que cuando se le pide que nos diga una referencia de artista y de carrera para él, salgan dos nombres. El primero, el del guitarrist­a Paco de Lucía, “porque era muy consecuent­e con todo lo que hizo y, aparte, fue un cachondo mental. Y porque valoraba mucho cualquier tipo de música y la sensibilid­ad de las cosas que se hacen”. El segundo, el de Bosé. “Lo quiero mucho, es como un padrino. Me gustan las ideas que tiene, cómo piensa, lo que defiende y cómo lo defiende”, le ensalza.

“Entre Pablo y yo hay muchas similitude­s. Primero porque nace apoyado por un público femenino y porque las canciones que canta tocan mucho el corazón de esas mujeres que, dicho sea de paso, son el público más fiel que existe”, nos platica Miguel Bosé sobre su hoy amigo Alborán. “Hay muchas coordenada­s para que él, y lo digo siempre, se consolide como uno de los músicos, autores y cantantes más grandes de la historia de la música. Tiene todas las papeletas, absolutame­nte todas, y esto que estamos viendo de él no es nada más que la puntita del iceberg, porque lo que Pablo va a ser capaz de dar ni él lo sabe”.

Continúa la sesión de fotos y Pablo Alborán posa divertido. Le gusta el estilismo que se ha escogido para la ocasión. Colabora ayudando al fotógrafo a colocar el fondo para una de las imágenes y pasea por el estudio charlando con las personas de su equipo que lo acompañan hoy o con los compañeros de la revista. Es el Pablo Alborán que valora, dice, la “honestidad y la sensibilid­ad sin pudor ni egos en los hombres”, y el que admira a las mujeres “que no tienen miedo a nada”. El mismo que confiesa que su mayor extravagan­cia es haberse comprado dos guitarras Martin y Gibson “carísimas”, pero que eran en realidad “un sueño”. El que también revela que le gustaría tener talento para jugar bien al futbol, que se lamenta por el insomnio que lo acompaña siempre y que reconoce, aunque sus fans seguro que no están de acuerdo, que antes había muchas cosas que le disgustaba­n de sí mismo —la nariz, los dientes…—, pero que ya se ha “acostumbra­do”. El Pablo al que si le pregunto en quién quisiera reencarnar, dice que en nadie porque prefiere pensar que eso no existe, “y así vivo mejor la vida que me ha tocado vivir”. La vida que cambió para siempre hace casi ya una década. Y la nueva vida que encontró en aquella nevera vacía, ese día que puso el freno al fenómeno Alborán para volver a ser Pablo y hoy convertirs­e de nuevo en ese alud, en ese huracán que se desató en 2010.

Antes de despedirno­s, le pregunto, como canta él en uno de los versos de su reciente álbum…

¿Qué bailas cuando bailas sin saber que alguien te mira?

¡Pues los pasitos de Michael Jackson que nadie me veía hacer de niño! ¿Todavía hoy?

Claro, siempre hay que seguir bailando.

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 ??  ?? Camiseta, Deus ex Machine
Camiseta, Deus ex Machine
 ??  ?? Chamarra, Antony Morato Pantalón, Levi’sCamiseta, Scalpers
Chamarra, Antony Morato Pantalón, Levi’sCamiseta, Scalpers
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Chamarra, Zara Camiseta, Dockers Reloj, Vacheron Constantin
 ??  ?? Cazadora, AdolfoDomí­nguez Camisa, ScalpersAS­ISTENTES DE FOTO: MIRIAM PÉREZ, MARCOSCUBA­S, BORJA ALBA. MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: PITI PASTOR (ANA PRADO)PARA MAC Y GHD. ESTILISMO: CARLA AGUILAR. ASISTENTE DE ESTILISMO: ALMUDENA CARNICERO.PRODUCCIÓN DE: NATALIA TORRES.
Cazadora, AdolfoDomí­nguez Camisa, ScalpersAS­ISTENTES DE FOTO: MIRIAM PÉREZ, MARCOSCUBA­S, BORJA ALBA. MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: PITI PASTOR (ANA PRADO)PARA MAC Y GHD. ESTILISMO: CARLA AGUILAR. ASISTENTE DE ESTILISMO: ALMUDENA CARNICERO.PRODUCCIÓN DE: NATALIA TORRES.

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