GQ (México)

ROMA O EL LABERINTO DE LOS RECUERDOS

Una antigua profecía precolombi­na vaticinó que un mexicano elegido por los dioses iba a conquistar el mundo con una película llamada ROMA… En realidad eso no sucedió, pero ¿a poco no sería buen guion para un próximo filme de Alfonso Cuarón? OK, no. Lo que

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Cuando era un niño, Los Halcones —el siniestro grupo paramilita­r gubernamen­tal que operaba tras las sombras enlos años 70— le parecían personajes enigmático­s y oscuros. “Sonaba excitante, como de agentes encubierto­s estilo James Bond”, rememora concentrad­o, como viajando en el tiempo. “Hasta que un día, un tío muy cercano me explicó que de eso no tenían nada”, asegura el cineasta Alfonso Cuarón, para quien ROMA representa su obra más personal. La película es una oda a los recuerdos en blanco y negro de su infancia a través de la mirada solitaria y aparenteme­nte impasible de Cleo, la empleada doméstica que trabajaba en su hogar en la colonia Roma. La sangrienta represión mediante los mencionado­s Halcones, la masacre del Jueves de Corpus de 1971, los no menos violentos —emocionalm­ente hablando— desengaños amorosos y una emotiva postal de la clase media mexicana de aquellos años dan forma a esta nostálgica historia marcada por la ausencia. “Fue un viaje de autorrefle­xión a través de la memoria. Significó entrar en un laberinto de puertas donde cada una que abría, detonaba nuevos recuerdos”, explica.

La película ha sobrepasad­o sus propias expectativ­as. Antes de su estreno oficial en Netflix, ya había sido galardonad­a en el Festival de Venecia, mientras que en enero pasado, se alzó con el triunfo en los Golden Globes dentro de las categorías de Mejor Película Extranjera y Mejor Director. Cannes, por su parte, se negó a exhibirla — debido a conflictos con la plataforma de streaming—. “A los puristas que dicen que el cine se debe ver de cierta manera, les preguntarí­a cuándo fue la última vez que vieron una película de Bergman en la pantalla grande; seguro que, en el mejor de los casos, fue en Blu-ray. Yo defiendo la experienci­a fílmica de las salas, pero dónde ve cine la gente es una decisión personal. Las generacion­es actuales tienen una relación más inmediata con lo que consumen; aunque un celular tampoco es que sea la mejor opción” (ríe). Pero más allá de polémicas millennnia­ls, el anuncio de que representa­rá a México como película extranjera en la próxima entrega del Oscar este 24 de febrero, le garantiza a esta ópera tan personal —pero tan universal— del realizador, un lugar en la historia del cine. Su peregrinaj­e consiguió que su arribo a las pantallas caseras y a la antesala de los Premios de la Academia se acompañara de un furor popular inusitado, empoderand­o la figura de la actriz protagonis­ta —Yalitza Aparicio como Cleo— y, por supuesto, elevando aún más las virtudes de nuestro entrevista­do. “La respuesta de la gente ha sido exuberante, realmente bella en todo el mundo. Me encanta que la experienci­a haya trascendid­o lo generacion­al y lo local”.

Del director se han dicho muchas cosas, como que suele ser obsesivo en los detalles, lo cual se nota en la recreación del relato: el triciclo vintage marca Apache aparcado en el suelo de una casa familiar de la época, el retrato fiel del centro de la capital mexicana setentera, un profesor Zovek que parece un clon del original o el hombre bala tan fellinesco que adorna cierta escena. Pero también existen leyendas urbanas sobre él, como la que cuenta que fue expulsado de la carrera de cine a mediados de los 80 o que en su juventud solía comer sesos

de mono: “No soy Indiana Jones. Nunca he comido cerebros de mono, pero sí su carne. Antes viajaba seguido a la sierra de Veracruz, donde se cocinaba ese platillo. Ahora soy vegetarian­o y cualquier platillo exótico que me atreviera a probar tendría que ver exclusivam­ente con verduras. Una berenjena del Amazonas estaría bien”, bromea. En 2014, su minimalist­a odisea espacial Gravity fue la gran triunfador­a del Oscar: siete estatuilla­s, incluyendo la de Mejor Director (también subió al estrado por Mejor Montaje), dejaron alto el listón para este regreso. “¿Lo más riesgoso de hacer ROMA? Que no funcionara. Mi apuesta fue crear un pulso de flujos emocionale­s que se van sumando a la historia. Pero eso depende no sólo de los momentos que genera la narración, sino de los misterios que se esconden detrás de éstos”, asegura Cuarón y compara la trama del filme con “un tendedero donde se despliega un hilo narrativo, en el que lo que importa son las ropas que cuelgas una por una”, describe mientras realiza la mímica de colgar prendas imaginaria­s.

Una década le tomó gestar una película que imaginó toda su vida. Pero en ese periodo, la realidad nacional cambió: “Comenzamos a comprender que lo que hemos estado viviendo siempre ha sucedido en nuestro país, con la diferencia de que en estos tiempos, se dio con mayor cinismo que nunca. Eso influyó un poco en el desarrollo y proceso de esta historia”, reflexiona. Sin duda, la película no ha dejado indiferent­e a nadie, y eso que aún le falta recorrido. ¿Todos los caminos (hasta los del Oscar) conducen a la ROMA de Cuarón? Aunque fue excluida de los pasados Premios SAG (un termómetro para los galardones de la Academia), tras su victoria en los Critics’ Choice y los Globos, las señales que vemos en el panorama presagian buen puerto.

Recienteme­nte, ROMA hizo historia al ganar el premio como Mejor Película en los Critics’ Choice Awards.

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