Día 1: EL VERDE DE RÍO DE JANEIRO
El primer punto que tengo a mi alcance es el Jardín Botánico de la ciudad. Pido un Uber (un medio de transporte bastante recomendable en cuanto a costo, seguridad y accesibilidad, ya que en muchas zonas de Río es posible conectarse a Wi-fi. También puedes comprar un chip local con Internet incluido) y en unos cuantos minutos, me encuentro en la entrada principal. Cruzo el umbral y frente a mí emerge un verdadero paraíso de flores y animales que se extiende por más de 80 hectáreas. Fundado el 13 de junio de 1808, actualmente este parque cuenta con poco más de 40 mil plantas y de seis mil especies diferentes. Me pierdo por uno de sus pasillos, me adentro y el tiempo se esfuma velozmente. Apresuro mi andar, admirando cada rincón y cada edificación.
Una vez afuera, decido continuar mi expedición con otro punto botánico de la “Ciudad Maravilla”: el Parque Lage, pero esta vez, cambio el Uber por un recorrido a pie rodeando la Laguna Rodrigo de Freitas (que curiosamente tiene forma de corazón). El sol golpea con todo su poder, pero eso no es impedimento para encontrar gente corriendo en la ribera del lago. La música —otra constante en Río— emana desde un local que tiene la ventana abierta. Tras varios minutos, llego a mi destino. Se trata de un jardín con más de 50 hectáreas de extensión, que alberga al Instituto de Bellas Artes y a la Escuela de Artes Visuales. De inmediato, me dirijo a uno de sus atractivos principales: el Patio del Palacio, un espacio con un estanque donde se dan cita varios cariocas y turistas para disfrutar de la comida local y unas postales únicas del imponente Cristo Redentor en las alturas.