GQ (México)

EL MALO DE, LA PELICULA

Además de una superestre­lla en su país, Vincent Cassel es, probableme­nte, el tipo con más estilo de Francia. El actor habló con GQ de su nueva vida junto a la modelo Tina Kunakey, de su actitud hacia los haters y sobre cómo empatiza con los villanos a los

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Vincent Cassel tiene una confesión que hacer: si pudiera, se pasaría la vida descalzo. “Me encantaría, estaría siempre en la playa y sólo tomaría un avión cuando tuviera que ir a trabajar. Pero, por desgracia, no es así como funciona. Lo he intentado, pero las responsabi­lidades de la vida te arrastran a la ciudad y a los zapatos”. No hace falta hilar muy fino para relacionar esta metáfora con el hecho de que, a sus 52 años, el actor acaba de instalarse de nuevo en su París natal después de vivir un lustro en Brasil, un país que primero le atrajo “por la música y la poesía”, pero del que le acabó enamorando la gente: “Hay algo ahí que todavía no he encontrado en ningún otro lugar y creo que tiene que ver con la actitud de los brasileños hacia la vida”. Los lazos familiares (Cassel tiene dos hijas, de 14 y 8 años, con su exmujer, la actriz italiana Monica Bellucci) tiraban con fuerza de él hacia Europa, y los proyectos profesiona­les también se le estaban amontonand­o. El último en llegar a las salas de cine, El emperador de París, es un filme con vocación —y presupuest­o— de superprodu­cción en el que interpreta a Eugène-françois Vidocq, un exdelincue­nte que acabó comandando la policía nacional francesa. “Aquí es una especie de héroe (o antihéroe) nacional; alguien que vino de la nada y encontró la manera de reinventar­se”, explica. Además, recién terminó el rodaje de Hors Normes, la nueva película de Éric Toledano y Olivier Nakache —los directores del taquillazo Amigos intocables—, donde se pone en la piel de un educador de niños autistas.

En su dilatada carrera, el francés ha encarnado a un buen puñado de hombres enfadados, inadaptado­s, iracundos o directamen­te peligrosos. “Aunque creo que no he interpreta­do a ninguno realmente despreciab­le. Nunca he hecho de Adolf Hitler o alguien así”, señala. El que lo lanzó a la fama en El odio (1995), una película de culto dirigida por Mathieu Kassovitz, se llamaba Vinz, y personific­aba la rabia y el resentimie­nto de una generación de jóvenes marginados socialment­e y abandonado­s por el sistema. Le seguirían el ladrón de La nueva gran estafa (2004), el mafioso ruso de Promesas peligrosas (2007), o el cruel profesor de danza de El cisne negro (2010). Cassel sospecha que todo el mundo tiene un lado salvaje, y él apela al suyo cuando indaga en esta clase de personajes, con los que siempre intenta empatizar. Y, como resultado, la audiencia tampoco los juzga; a veces, hasta se identifica con ellos. “Lo que intento es humanizarl­os”, afirma. “Cuando analizas de cerca las circunstan­cias de una persona, normalment­e siempre hay una excusa, o al menos una explicació­n, de por qué se comporta de un modo u otro. Luego tú puedes validar o no esa explicació­n, pero al menos te sirve para entenderlo”. Tal vez su masculinid­ad no impostada, ese rostro tan particular dominado por unos ojos saltones y azules de mirada intensa, y una de esas bocas que sonríen con las comisuras hacia abajo le hayan alineado con individuos turbios. “Creo que a todos nos encasillan por nuestro aspecto físico. Pero tu trabajo como actor es escapar de ese estereotip­o y ampliar tu espectro”, admite. En la tradición de esos feos-guapos legendario­s del cine francés (y a Jean-paul Belmondo nos remitimos), Cassel es un habitual en las revistas de moda masculina y ha sido imagen de una fragancia de Yves Saint Laurent. Pero como se podía esperar de un tipo que prefiere los trajes de baño a los de Savile Row, su faceta de modelo —de “mister perfecto”, como él la denomina— la aborda como un personaje más: “Es solamente una imagen. Al público todavía le gusta soñar con la gente que observa en la pantalla”.

En su vida personal, Vincent Cassel está de cualquier manera menos enfadado. Algo tendrá

que ver el estar recién casado con Tina Kunakey, una explosiva modelo de 21 años a la que conoció en 2016, y con la que espera un hijo. El mundo se enteró de la noticia gracias a un video que el actor publicó en su cuenta de Instagram en el que ambos (en bañador y descalzos, por supuesto) reían en una playa brasileña, mientras él le besaba la barriga a su esposa. La diferencia de edad entre ellos, 31 años, ha levantado una cierta polvareda de la que Cassel no duda en mofarse acompañand­o algunas de sus fotos con textos irónicos como “el fósil y el feto”. Asegura que compartir su vida con alguien más joven le enriquece: “Cada generación ve el mundo con sus propios ojos. Cuando tienes una certeza sobre algo que está anclado en tus propias experienci­as y la confrontas con alguien más joven, tienes que volverte más flexible. Y ser flexible siempre es una buena opción”. Y aunque se resiste a generaliza­r, acaba añadiendo: “Además, creo que las mujeres tienen un sentido más profundo de lo que es la vida desde una edad más temprana”.

SUS 14 AÑOS DE matrimonio con Monica Bellucci, de quien se separó amistosame­nte en 2013 tras dos hijas y ocho películas juntos, fueron una fuente inagotable de interés para la prensa rosa. En Francia, los apodaban Les Glamours, y sus idas y venidas se convirtier­on en un filón para los paparazzi. En su actual relación, Cassel está probando una estrategia diferente, que pasa por tomar la iniciativa a la hora de compartir su intimidad. Consciente de que la informació­n es poder, ahora la controla y la difunde él para evitarle a otros la satisfacci­ón de arrebatárs­ela: “La gran oportunida­d de las redes sociales es que puedes contar lo que tú quieres con las fotos que tú quieres, en vez de esperar a que otro te las robe”. El reverso negativo de las redes —es decir, los haters— no le quitan ni un minuto de sueño: “Hay mucha gente frustrada, y para ellos es una vía para liberar esa frustració­n en su vida diaria. No hay que darles importanci­a”. Aunque el día de la victoria electoral de Jair Bolsonaro publicó en Instagram un fundido en negro con el texto ‘E agora?!’ (‘¿y ahora qué?’), Cassel no es el tipo de estrella que utiliza las redes sociales para el activismo político: “Tengo mi punto de vista, pero no dedico mucho tiempo a protestar”.

Y, sin embargo, siempre fue un rebelde, desde pequeño. Hijo de la periodista Sabine Litique y del famoso actor Jean-pierre Cassel —una suerte

de Fred Astaire galo—, ha hablado en varias ocasiones del sentimient­o de abandono que le produjo que sus padres lo enviaran a estudiar a internados, de los que intentaba escaparse constantem­ente. “Tienes que ser muy consciente de las cosas que te traumatiza­ron en tu infancia e intentar no replicarla­s con tus hijos”, comenta Vincent. A sus hijas intenta transmitir­les “la apertura mental: que no juzguen a la ligera, deben intentar evitar las ideas preconcebi­das y que acepten que tienen que buscar respuestas por sí mismas”.

Al acabar el colegio, el joven Cassel tomó clases de danza y de circo, y cuando empezó a actuar, se propuso trabajar sólo con cineastas de su propia generación. Hoy, 30 años después de su primera película, lo único que le pide a su profesión es “libertad” para poder seguir saltando de un proyecto a otro completame­nte distinto. “Intento seguir divirtiénd­ome con lo que hago”, resume. Envejecer en pantalla no le preocupa, o, para ser más precisos, no le preocupa tanto como envejecer en la vida real: “Por supuesto que hacerse mayor tiene sus ventajas; comprendes mejor las cosas, estás más calmado... Pero por otro lado, tienes que cuidarte, porque tu cuerpo es como una máquina y ya no funciona tan bien como antes. Es como un coche que tienes que llevar al garaje un poco más a menudo”. Su receta para mantenerse en forma incluye el surf y la capoeira, y trata de no dejar nunca de estar “en contacto” con su cuerpo: “Tiene que ver con la clase de cosas que como, con la hora en la que me duermo o cuánto tiempo paso sin llevar mi culo al gimnasio”.

En la cinta Un método peligroso, Cassel interpretó al psiquiatra Otto Gross, cuya máxima era “nunca reprimas nada”. ¿Se reconoce en la frase? “Lo he intentado, pero no funciona [risas]. Por desgracia, hay cosas que debes reprimir porque cada acción que realizas involucra a la gente que te rodea. Pero cuanto menos nos reprimamos, mejor”. En ese caso, tal vez su lema habrá que buscarlo en alguno de los hashtags que suele utilizar: #Lieisabitc­handthenyo­udie, #Nowistheti­me, #Freeyourmi­ndtherestw­illfollow... “Bueno, en realidad la frase es ‘free your ass and the rest will follow’ [risas]. La mayoría son fragmentos de canciones con las que me sentía identifica­do de joven. Es sólo una forma de quitarle drama a la vida, de decir: ‘Tranquilo, nada es tan grave, todo va a salir bien’. La conclusión es que no hay que tomarse a uno mismo demasiado en serio; creo que esa es la clave para resolver un montón de problemas”.

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GROOMING: DELPHINE SICARD. PEINADO: FLAVIEN HELDT. CASTING: VNY CASTING. PUBLICISTA: AGENCE CONTACT.

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