GQ (México)

Tan emblemátic­o como la Torre Eiffel

Fue el primer hotel del mundo con teléfono, electricid­ad y una bañera en cada habitación; dentro de sus muros, diseñó Coco Chanel sus creaciones, Lady Di tomó su última cena y Marcel Proust murió con una cerveza. ¿Hay en París algún lugar más literario qu

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Más allá de los tradiciona­les lugares turísticos de París, se levanta un lugar histórico lleno de leyendas: el Hotel Ritz.

La metrópoli del amor, la meca de la comida gourmet, uno de los lugares que marca la tendencia en la moda. Grandes escritores y poetas han caminado por sus calles buscando inspiració­n, pues como dijo en alguna ocasión el mismísimo Hemingway, “París, es una fiesta” y lo sigue siendo, ya que sus caminos están llenos de historia, canciones, de vistas y jardines interminab­les que se convertirá­n en esos recuerdos que atesoras para toda la vida.

Las avenidas de la capital francesa rebosan de cultura, arte, belleza e historia. Ya sea que busques los Lirios de agua de Monet en el Museo de la Orangerie, subas los escalones de Sacré-coeur, te quedes parado ante la Torre Eiffel con asombro o preguntes por las mejores crepas a lo largo del Sena, París es una urbe que captura el corazón de millones de visitantes cada año. Con un total de 1,803 monumentos, 173 museos, 450 parques y jardines, esta es la ciudad donde perderse es válido, pues nunca sabes con qué aventuras puedes toparte mientras la recorres.

Existen muchos lugares para conocer que resultan un emblema de la metrópoli cosmopolit­a; sin embargo, tratar de señalarlos a todos sería cuento de nunca acabar. Pero dentro de los sitios que enriquecen la historia de la gran ciudad, se levanta sobre muchos el Hotel Ritz París.

Desde su nacimiento, el 1 de junio de 1898, el Ritz ha sido un símbolo de elegancia y entendimie­nto del lujoso arte de “vivir en francés”. La privacidad y glamour de su ambiente único inmediatam­ente lo hizo un punto de reunión para las grandes mentes y personalid­ades, la realeza, artistas y escritores, entre ellos Marcel Proust y el mismo Ernest Hemingway. De igual modo, siempre fieles al Ritz, Coco Chanel, Audrey Hepburn y Maria Callas contribuye­ron a la mística de la Plaza Vendôme.

Hemingway escribió “que cuando soñaba en la vida después de la muerte en el cielo”, la acción siempre tomaba lugar en el Ritz de París. “Es una buena noche de verano”. Sophia Loren lo declaró el “resort más romántico del mundo”, y es que a qué se va a París si no es a enamorarse. El Ritz deja de ser sólo un hotel cuando sabes la basta historia que resguardan los muros o las personalid­ades que recorriero­n sus pasillos, convirtién­dose de esta manera en la experienci­a más lujosa y elegante de la Ciudad Luz.

Es un ambiente lleno de arte, diseño y lujos que te permitirá ver la vida de otra forma. Y la experienci­a culinaria no se queda atrás, porque Les Jardins de L’espadon es el restaurant­e con una estrella Michelin ubicado debajo de un toldo de vidrio que sirve como un “laboratori­o gourmet”, la experienci­a foodie de Nicolas Sale a la hora del almuerzo con un menú que cambia semanalmen­te, según las estaciones y la inspiració­n del chef. Como un ejercicio de sencillez y perfección, estos platos perfilan las creaciones del autor.

Con la llegada de la primavera, el Bar en el Gran Jardín es un espacio que se debe visitar, pues permite a los huéspedes permanecer en él desde el mediodía, hasta el anochecer para un almuerzo idílico con ensaladas frescas, ceviches y platos soleados. Si lo que buscas es un café o un té helado, está la felicidad fugaz de Pastry Chef François Perret. Este spot también es perfecto para tomar un aperitivo elegante en la terraza o una cena ligera en un íntimo rincón del jardín mientras se pone el sol, o, bien, para un increíble desayuno el fin de semana. En definitiva, el Ritz es el lugar al que debes llamar hogar cuando visites la capital francesa, pues como dice su eslogan, “tu habitación está lista”.

Desde su nacimiento, el 1 de junio de 1898, el Ritz ha sido un símbolo de elegancia y entendimie­nto del lujoso arte de “vivir en francés”. Proust, Hemingway, Audrey Hepburn y Maria Callas contribuye­ron a su mística.

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antes, ya había escuchado un insulto similar por parte de la misma persona.

Hasta ese entonces, Bolsonaro se había apoyado en los medios convencion­ales, pero ahora su campaña tenía los medios para evitar esas estructura­s. A partir de este punto de 2014, su campaña, aún en estado embrionari­o, comenzó a hacer uso, con mucha habilidad, de plataforma­s como Facebook, Twitter y Whatsapp para que no fuera necesario recurrir a los medios tradiciona­les. Activistas con preferenci­a por las plataforma­s digitales, como Charlo Ferreson, que vivía en un mundo cibernétic­o, constituye­ron su fuente primaria de seguidores. “Nosotros buscábamos a un candidato que se preocupara por nuestros problemas”, me dijo, explicándo­me cómo ella y otros activistas se habían puesto a evaluar a políticos que desplegaba­n una mentalidad afín, y así fue que acabaron por escoger a Bolsonaro.

Otra de las fuentes de apoyo a Bolsonaro, en los inicios de su campaña, fue el cerrado círculo de la gente más adinerada de Brasil, quienes en su mayoría sienten aversión por el PT. “La élite económica tiene valores culturales con un fuerte arraigo en el pasado esclavista”, me confió Guilherme Boulos, candidato de extrema izquierda que contendió por la presidenci­a. “Sencillame­nte, no pueden aceptar que haya gente pobre en los aeropuerto­s, negros que asistan a la universida­d, personal de limpieza que gane un salario decente”.

A juzgar por los índices de criminalid­ad de esa época (el número de asesinatos en 2017 alcanzó los 63,800, casi un 90% mayor que en Reino Unido), se estaba generando la impresión de que Brasil era incapaz de cumplir con las funciones básicas de un Estado.

El porcentaje de aprobación de Bolsonaro empezó a crecer cada vez más. Prometió otorgarle a la policía —que actualment­e mata alrededor de 5,000 personas cada año— mayor libertad para abatir a tiros a los criminales, relajar las leyes de restricció­n de armas de fuego y reducir la edad de responsabi­lidad penal a 16 años. Cualquiera que se interpusie­ra en su camino —llámense activistas de derechos humanos, ambientali­stas o periodista­s— era su enemigo. La selva del Amazonas sería explotada sin que importaran las consecuenc­ias ambientale­s. Para cuando yo lo entrevisté, cuatro meses antes de las elecciones, era claro que contaba con numerosos seguidores.

Para entender mejor este fenómeno, busqué la ayuda de Rosana Pinheiro-machado, una académica que lleva dos años investigan­do a los fanáticos bolsonaris­tas. “Lo adoran, lloran por él, van a recibirlo a los aeropuerto­s —me explicó—. Y provienen de todas las clases sociales. Se trata de un fenómeno electoral. Ellos rechazan el sistema político: para ellos, ha perdido credibilid­ad. Para ellos, él es un salvador, alguien ajeno al sistema político que tanto desprecian”. Entre los votantes de menos recursos económicos prevalece, además, un gran miedo a ser víctimas del crimen. “La gente tiene temor de salir del trabajo por la noche, caminar hasta la parada del autobús y que llegue un ladrón a despojarlo­s de lo poco que tienen”, me comentó Pinheiro-machado.

“Les ganamos a todos”, me dijo, recordando sus recorridos de campaña con Flávio Bolsonaro, el hijo mayor de Jair (a quien el padre llama “Cero Uno”), por un barrio peligroso en la periferia de Río. Pronto, en cualquier esquina había jóvenes que apoyaban a Bolsonaro, henchidos de esperanza y de orgullo.

Y entonces, llegó un día aparenteme­nte típico, en septiembre del año 2018, en la localidad universita­ria de Juiz de Fora, al norte de Río de Janeiro. Bolsonaro se vio rodeado de sus seguidores, quienes le demostraro­n su adoración cargándolo en hombros. Sonriente, Jair agitaba la mano para saludar… y de pronto, hizo un gesto de dolor y se dobló hacia adelante, apretándos­e el vientre con ambas manos. Alguien lo había atacado con un arma punzocorta­nte.

Bolsonaro fue ingresado de inmediato a la unidad de cuidados intensivos de un hospital, con heridas que podrían haber sido fatales. Los médicos lograron contener la hemorragia, aunque no antes de que perdiera 40% de sangre.

La Dra. Eunice Dantas salió a dar el parte médico ante la prensa. Comentó que el candidato había sobrevivid­o, pero por poco. Si hubiera perdido más sangre o si el cuchillo hubiera entrado con un ángulo ligerament­e distinto, estaría muerto. No había necesidad de mayor debate ni de preguntas. Su punto acerca de la violencia en Brasil acababa de ser demostrado. Bolsonaro podía relajarse en su cama de hospital y ver cómo su índice de preferenci­a se elevaba todavía más.

Lentamente, grandes sectores del establishm­ent empezaron a ajustarse a la nueva realidad. Empujados por intereses financiero­s, muchos pensaron que Bolsonaro era una mejor opción que el PT.

Los medios comenzaron a tratarlo como si fuera, de hecho, el próximo presidente. Las iglesias evangélica­s de Brasil —que se caracteriz­an por su vasta maquinaria piramidal, apoyada por música de góspel interpreta­da con gaitas— empezaron a mover su inmensa influencia para lograr un apoyo abierto y masivo al candidato de extrema derecha. El escenario estaba listo, pero aún así desde la izquierda, nadie creía que Jair Bolsonaro fuera a ganar.

El día de las elecciones, incluso antes de que se hicieran públicos los resultados de la encuesta de salida a nivel nacional, iniciaron los fuegos artificial­es y los gritos de celebració­n. Los rumores apuntaban a que Bolsonaro había ganado fácilmente en la primera ronda, que a decir verdad, había arrasado. No había sido así, pero para efectos prácticos, era lo mismo. Al final, Bolsonaro alcanzó el 46% del voto válido. Su pequeño Partido Social Liberal ahora sería el segundo más grande en el Congreso. La cuarta democracia más grande del mundo acababa de generar un shock más fuerte que Donald Trump y Brexit combinados.•••

¿QUÉ FUE LO QUE PASÓ?

En la izquierda están seguros de saber la respuesta: Whatsapp.

“La difusión de odio a través de las redes sociales fue un fenómeno que nos sorprendió por completo —reflexiona Carvalho—. Nosotros fuimos a la guerra con armas tradiciona­les, y ellos llegaron con una estrategia inmensamen­te superior en términos tecnológic­os, y nos atacaron con una eficiencia impresiona­nte”.

Las fake news han encontrado en Brasil un próspero caldo de cultivo; en muchos casos, se les da mayor difusión que a las noticias reales. Y los efectos que tiene su distribuci­ón vía Whatsapp, donde los mensajes están encriptado­s, provoca desconcier­to entre oponentes y no conocedore­s. Y no sólo se trata de las mentiras obvias (como el video que circuló en Facebook que aseguraba que Haddad buscaría implementa­r biberones en forma de pene en las guarderías públicas, y que obtuvo 4.9 millones de vistas), ya que ésas, en todo caso, no necesariam­ente se limitan a sólo uno de los bandos. Lo que realmente lo deja a uno helado es la apabullant­e capacidad para elegir segmentos específico­s de la población y dirigirles mensajes hechos a la medida.

“Esta fue la primera elección por Whatsapp”, me dijo Boulos.

Poco después de la primera ronda, el periódico Folha de S.paulo publicó un artículo que denunciaba que algunas compañías brasileñas habían hecho pagos ilegales a agencias como Quickmobil­e para que enviaran cientos de millones de mensajes de Whatsapp denigrando al PT. Se dice que los paquetes tenían un costo de alrededor de 3 millones de dólares.

Los seguidores de Bolsonaro dicen que, claro, los perdedores en cualquier elección naturalmen­te darán excusas.

Con una ventaja insuperabl­e y ya muy cerca de la segunda ronda electoral, Bolsonaro se dirigió a los asistentes a un mítin en São Paulo a través de un video vía Facebook, y emitió una escalofria­nte amenaza para sus oponentes de izquierda: “O se van al extranjero o se van a la cárcel —dijo—. Estos rojos forajidos serán desterrado­s de nuestra patria. Será una limpieza como nunca antes se ha visto en la historia de Brasil”.

En la segunda vuelta, Bolsonaro derrotó fácilmente al candidato Haddad. En los días subsiguien­tes, Bolsonaro nombró a Sérgio Moro como su Ministro de Justicia, siete meses después de que el juez encarcelar­a a su principal opositor.

El PT alzó la voz para denunciar juego sucio. Lula cayó en una depresión. Temía que Bolsonaro lo usara como chivo expiatorio, que lo humillara para seguir arrojándol­es carne fresca a sus seguidores. “Él no ve que haya futuro —me dijo Carvalho—. Es una persona muy sociable, así que condenarlo a la soledad es algo muy cruel”.

Bolsonaro no comparte esas preocupaci­ones. Por primera vez, no le faltan amigos. A diferencia de los aspirantes a reaccionar­ios del Reino Unido, no cabe duda de que él es un personaje genuino. Y de todos los candidatos de extrema derecha impulsados por Bannon alrededor del mundo, él es uno de los más exitosos.

Hoy, la democracia brasileña enfrenta el mayor reto de su vida, especialme­nte porque deberá irse ajustando a la nueva realidad. Después de las elecciones, hubo una explosión de violencia contra activistas y minorías. “Si hace 10 años me hubieras dicho que esta iba a ser la situación, no te hubiera creído —me dijo el experto en ciencias políticas Jairo Nicolau—. Es como si el chico que en la escuela no tiene ni un amigo, de pronto, se convierte en un líder político supercaris­mático”.

Dicho lo anterior, Nicolau cree que es poco probable que vaya a tener lugar un rompimient­o definitivo de las normas democrátic­as. Si la operación Lava Jato llega a demostrar algo, segurament­e será que Brasil tiene institucio­nes fuertes y resiliente­s. De hecho, el nuevo gobierno de Bolsonaro pronto deberá enfrentar algunas realidades políticas y económicas muy duras y tendrá que implementa­r reformas económicas que serán impopulare­s porque afectarán los sistemas tributario­s y de pensiones, así como extensas privatizac­iones.

Resulta obvio que el malestar social no tiene aún una fecha de caducidad. Finalmente, el pueblo estaba harto de la corrupción, de la violencia y las difíciles condicione­s de vida, y por lo que votó fue por ponerle fin a todo eso. “Nada indica que eso efectivame­nte vaya a suceder”, opina Boulos. Charlo Ferreson cree lo contrario, como muchos seguidores de Bolsonaro. “Quienes no ganaron no escucharon al pueblo —me dijo—. ¿Cuántos políticos de toda la vida no fueron electos? Pues ese es el resultado de nuestro trabajo”.

Ese es un mensaje que el propio Bolsonaro haría bien en no olvidar.

“Mis oponentes, o se van al extranjero o se van a la cárcel. Estos rojos forajidos serán desterrado­s de nuestra patria. Será una limpieza como nunca antes se ha visto en la historia de Brasil”.

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Arriba: En cada uno de los rincones del Ritz se puede encontrar la sofisticac­ión y el glamour parisino.
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Un grupo de estudiante­s protesta en Saõ Paulocontr­a el actual presidente de Brasil.
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