GQ (México)

TATIANA CALDERÓN

- PACHO G. CASTILLA TEXTO CATERINA BARJAU FOTOGRAFÍA CARLA AGUILAR ESTILISMO

La joven piloto colombiana desafía continuame­nte lo establecid­o en un mundo que parecía reservado para los hombres.

PISANDOFUE­RTE

a batir marcas acostumbra­da que No sólo está Con cada logro en la pista. rompe las de velocidad colombiana joven piloto consigue, la parecía un mundo que barreras de para los hombres. reservado

Tan sólo tenía nueve años cuando empezó a poner a prueba sus límites. Fue en un circuito de karting, al que la llevó su hermana Paula, siete años mayor que ella. El “bautismo” en pista duró sólo cinco minutos, el tiempo suficiente para que la velocidad le enganchara de tal forma, que, noche tras noche, “la pegona”, como la llamaban sus rivales en las carreras, se escapaba para competir. La pequeña Tatiana solía ganar, sí, pese al enfado de sus adversario­s, todos hombres, claro, y, sobre todo, de los padres de éstos, quienes aseguraban que “no podía ser verdad que una mujer fuera quien les ganara a sus hijos. Siempre decían que había hecho trampa y tenían que revisar mi coche”, recuerda. No fue fácil, confiesa, pero consiguió ganarse el respeto, y con 14 años, empezó a competir con autos de carrera. Primero, en Estados Unidos; Europa llegaría enseguida. En la actualidad, pocos son capaces de “toser” a la décima mujer de la historia, y la primera latinoamer­icana, que ha conseguido pilotar un F1, y, en su afán por seguir batiendo récords, la única que, al día de hoy, puede decir que va a conducir un Fórmula 2, ya que acaba de firmar con BWT Arden. Un hecho que, para Tatiana, supone “reforzar nuestra trayectori­a y confirmar que estamos haciendo las cosas bien. Sé que es algo histórico, y quiero aprovechar la oportunida­d porque la F2 es un paso obligado para seguir asumiendo más retos: es la antesala de la F1”, su auténtico objetivo, que ya tiene más cerca y que espera alcanzar en dos años, cuando logre entrar, por fin, en el circuito profesiona­l de esta categoría. Algo que se vislumbra más cerca que nunca, ya que en fechas recientes se anunció de manera oficial que la colombiana continuará como piloto de pruebas para la escudería Alfa Romeo Racing de Fórmula 1.

Sí, Tatiana Calderón está más que acostumbra­da a vivir a velocidad de vértigo. Pero difícilmen­te lo dirías cuando aparece, a las nueve de la mañana, más que puntual, en el estudio donde se tiene lugar la sesión de fotos, en Madrid —ciudad donde vive desde hace ocho años y de la que se confiesa “completame­nte enamorada”—, junto a su primera compañera de carreras, su hermana, y de Marion Ferg, su agente de Relaciones Públicas. Y es que esta colombiana de 26 años (cumplidos el pasado 10 de marzo) muestra, en un primer momento, cierta timidez que puede descolocar a quien se siente enfrente: habla en muchas ocasiones con un hilo de voz casi impercepti­ble, juega un tanto nerviosa con la botella de agua que tiene entre sus manos, busca a cada momento las palabras adecuadas, mira de reojo a su hermana cuando le preguntas por alguna cuestión más personal, como intentando buscar una manera de reafirmaci­ón. Aunque, todo hay que decirlo, esa introversi­ón se hace amable y desaparece minutos más tarde. Tan sólo cambia el gesto, tensando incluso las facciones de su cara o subiendo —siempre lo justo— el volumen de voz cuando recuerda alguna carrera o si hablamos de sus próximos retos... profesiona­les, claro. Lo confiesa: “La adrenalina me transforma”.

¿Tu entorno comprendía la pasión que tenías por los karts?

Los profesores no comprendía­n muy bien esas “carreritas”; pero cuando empecé a ganar y a salir en la prensa, lo entendiero­n mejor. Y mis amigas… siempre me alentaban. Más que cuestionar lo que hacía, me preguntan sobre lo que decían los chicos cuando les ganaba. Pero sí, era un poco extraño que una mujer estuviera siempre rodeada de hombres. Aunque cuando estaba en el colegio, comúnmente me veían practicand­o fútbol u otros deportes con chicos, y todo el mundo estaba más que acostumbra­do.

¿A qué has renunciado para dedicarte a esta profesión?

Cuando competía en Estados Unidos, las carreras tenían lugar durante los fines de semana, así que no podía ir a ninguna fiesta. Además, en el colegio, tenía que ser una de las mejores. Fue la única condición que me pusieron mis padres: “Si no vas bien en la escuela, se acaban las carreras”. Y como mi prioridad siempre fueron las carreras, tuve que organizar muy bien mi tiempo.

Además de las dudas sobre tu kart, ¿qué otros obstáculos has encontrado?

En este mundo, es muy importante el auto y el equipo en el que estás. A veces, los jefes de equipo no dan oportunida­des para demostrarl­es que una mujer puede ser tan competitiv­a como un hombre, y te toca irte a un equipo no tan bueno. Cuando no tienes un buen coche, los resultados no llegan, y hay que pelearse para que la gente confíe en que puedes hacer bien tu trabajo. Por suerte, desde hace dos años, formo parte de la Escudería Telmex, de Carlos Slim Jr., que ha llevado a los recientes latinoamer­icanos (Sergio Pérez, Esteban Gutiérrez…) a la Fórmula 1.

¿Cómo se prepara un piloto profesiona­l?

Hay mucho trabajo y la gente no suele saberlo. Manejar un coche de carreras es muy demandante físicament­e. Tienes que pasar de 300 a 50 kilómetros por hora en tan sólo 25 metros, y para que, por ejemp

“ME VEO MUY TRANQUILA, PERO CUANDO ME PONGO EL CASCO… EN REALIDAD, SOY UN LOBO CON PIEL DE CORDERO”.

lo, se mantenga tu cabeza sin ir de un lado a otro, la forma física es muy importante. Por eso, mi cuello, por ejemplo, tuvo que crecer 9 centímetro­s de diámetro para poder conducir un coche de Fórmula 1. La preparació­n mental también es fundamenta­l, debes ser muy buena en multitaski­ng. Ten en cuenta que, por ejemplo, cada vez que entras en la pista, te están hablando continuame­nte por la radio.

Entre dos y cuatro horas al día entrena Tatiana, en una preparació­n que se centra, sobre todo, en el tren superior y el core. “La Fórmula 2 y la GP3 no tiene dirección asistida”, recuerda. Por eso, pasa entre hora y media o dos horas ejercitand­o su fuerza. Además, las rutinas cardiovasc­ulares son fundamenta­les, ya que “en el coche, tus pulsacione­s oscilan entre 150-160 constantem­ente”, afirma. Calderón tampoco olvida los trabajos de coordinaci­ón o ejercitar el tiempo de reacción, porque “en automovili­smo, una décima es todo”.

Pareces demasiado sosegada como para llegar a conducir un coche a 300 km por hora…

Me veo muy tranquila, pero cuando me pongo el casco… En realidad, soy un lobo con piel de cordero.

¿Y en verdad sólo sacas el carácter durante las carreras?

También cuando estoy con gente de confianza. (Sonríe su hermana confirmand­o.)

¿Es verdad, como dices, que tienes poca paciencia?

He mejorado algo, pero me queda mucho por trabajar.

En alguna ocasión aseguraste que, al contrario de lo que ocurre en otras disciplina­s, en tu profesión se puede competir en igualdad de condicione­s. ¿Realmente es así?

Es verdad que las mujeres debemos entrenar el doble, porque tenemos un 30% menos

de masa muscular, y si quieres competir en las mejores categorías, hay que trabajar mucho para suplir ese déficit. Aunque también algunos estudios dicen que nosotras nos adaptamos mejor que los hombres a las “fuerzas g” (que miden cómo aumenta la velocidad de un cuerpo por la gravedad), y los coches de Fórmula 1 son los que más “fuerzas g” generan. Pero sí, este es uno de los únicos deportes donde podemos competir mano a mano con ellos, porque supone un trabajo tanto físico como mental, aunque dependes también mucho del auto que tengas.

Eres una de las 10 mujeres en la historia que han competido en Fórmula 1. ¿Miras esta hazaña con vértigo o con responsabi­lidad?

Obviamente, estoy muy orgullosa de haber llegado hasta aquí y también de toda la gente que me ha ayudado a conseguirl­o, pero siento que todavía tengo mucho que demostrar. No me paro a mirar dónde he llegado, sino adónde quiero llegar. Mi sueño es competir en F1 y espero que en los próximos dos o tres años pueda entrar en el circuito profesiona­l.

¿Qué otros sueños te quedan por cumplir?

Realmente, ese es el único gran anhelo que tengo. No he tenido tiempo para pensar más, porque éste es muy demandante y, además, tienen que encajar perfectame­nte muchas cosas para que esa oportunida­d llegue.

¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de estos años pasados?

Sin duda, lo mejor fue la primera vez que conocí la Fórmula 1, un momento que no voy a olvidar nunca. Esas primeras vueltas, estar acompañada de mi familia y, además, correr en México, fue espectacul­ar. Pero también cada vez que estás en el podio es algo especial, ya que compruebas que todo ese trabajo que has realizado ha dado su fruto. Y sí, de igual manera, ha habido momentos no tan buenos, como en 2013, el segundo año que competí en Europa, cuando las cosas no iban bien. No estaba en un buen equipo, tenía poca confianza en mí misma y empecé a dudar si era el auto el que fallaba o yo. Me preguntaba: “¿Qué estás haciendo?”. A veces, quieres rendirte, pero cuando sales de estas lagunas, te sientes más reforzada. Hay que tener paciencia.

Incialment­e, estabas sola en Madrid (a los dos años llegó su hermana). ¿En quién te apoyabas?

Desde entonces, tengo un psicólogo deportivo. Empecé con él porque no llegaban los resultados esperados, estaba sola y no podía desahogarm­e con nadie. Realmente, fue difícil para mí.

¿Sigues algún ritual antes de entrar a la pista? Nos han contado que tienes al menos uno...

Así es. Me gusta escuchar música, y dependiend­o de cómo me sienta, pongo un tema u otro. Por ejemplo, si estoy sin energía, escucho algo para activarme, y al contrario. Y siempre caliento de la misma forma: salto a la comba, caliento el tren superior, el cuello… Luego, repaso el plan de carrera con los ingenieros y con mi entrenador. Y después (sonríe) me monto al coche siempre por el lado derecho. Siempre.

¿Qué opinas de la utilizació­n de la imagen de la mujer en la Fórmula 1? ¿Se ha evoluciona­do?

Hay que creer más en las chicas que estamos ahí, y no sólo utilizarno­s como una imagen. Pienso que tienen que respetarno­s y confiar en el rendimient­o que somos capaces de dar. Es verdad que están intentando que haya más mujeres en este mundo, pero todavía se queda muy corto.

Sí, después de media hora de conversaci­ón, Tatiana ya se muestra más relajada. Sonríe con más frecuencia, sin estruendo, pero con franqueza. Habla de aquellos primeros momentos, con 18 años recién cumplidos, fuera de casa. De esos difíciles primeros meses cuando vivía “a un océano de distancia de mi familia” y en los que tuvo que enfrentars­e sola a una nueva cultura. Cuando ni cocinar sabía (“ahora preparo lo básico, pero sobrevivo, aunque están Glovo y Deliveroo”, precisa, sin perder la sonrisa, mientras su hermana recuerda que Tatiana prepara los pancakes del desayuno, que siempre acompaña con té matcha). Ahora ya disfruta de Madrid, del entrenamie­nto matinal por el Parque del Retiro; de su único café diario, por la tarde, sentada en alguna terraza; de esa lasagna de berenjenas —su plato favorito— que preparan en el Restaurant­e Ornella de la también madrileña calle Velázquez; de los momentos conduciend­o por los caminos de la ciudad que la ha adoptado (pese a que “tengo que trabajar todavía mi paciencia”, reconoce, porque se le escapa el pie del acelerador); de su afición al tenis, al fútbol, a la natación, al esquí… ¿sigo? (aunque “en los contratos no te permiten deportes de alto riesgo o impacto”, precisa), o de su pasión por el Real Madrid (que sólo peligró “cuando estaba Falcao —colombiano, claro— en el Atleti). Y ahora se pasea por medio mundo con ganas de comerse la otra mitad (“España me gusta mucho y México es uno de mis países favoritos, aunque también me identifico con la alegría y el carisma de Italia”, comenta). Porque Tatiana Calderón tiene, sin duda, muy claro adónde desea llegar y “si hay algo que quitar de en medio…”, dice. Por algo su canción preferida es una de Coldplay: “I Used to Rule the World” (Yo solía gobernar el mundo). Es cuestión de tiempo.

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