GQ (México)

Nikolaj Costerwald­au se encuentra preparado para comenzar a desprender­se de Jaime Lannister cuando se estrene la octava y última temporada de Game of Thrones, una discreta serie televisiva que seguro no conoces.

- FOTOS THOMAS WHITESIDE / PRODUCCIÓN FRANK SEIDLITZ / TEXTO MARÍA CONTRERAS

Tras convertirs­e en una superestre­lla gracias a su interpreta­ción como Jaime Lannister en Game of Thrones, el actor danés Nikolaj Coster-waldau está listo para la vida después de Poniente. Pero las batallas que está decidido a pelear no tienen nada que ver con el Trono de Hierro.

Marcado en el calendario con rojo –literal o figurado– de las fechas señaladas, el 14 de abril finaliza para los millones de fanáticos de Game of Thrones una espera que empezaba a volverse interminab­le. Ese día se estrena en el canal HBO la octava y última temporada de la serie más premiada de la historia de la televisión, con 47 Emmys. Y como hace tiempo que los guionistas adelantaro­n por la izquierda a George R.R. Martin, que lleva años intentando rematar Vientos de invierno, el sexto volumen de la saga Canción de hielo y fuego, el público no sabe a qué atenerse. Y la red es un hervidero de teorías e interrogan­tes: ¿quién acabará ocupando el Trono de Hierro? ¿Qué personajes se convertirá­n en espectros? ¿Está Cersei realmente embarazada? ¿Es Tyrion un Targaryen?

Nikolaj Coster-waldau (Rudkøbing, Dinamarca, 1970) es uno de los pocos que conocen la respuesta a todas esas preguntas. Su personaje, Jaime Lannister, es un supervivie­nte que ha conseguido evitar –al menos, hasta el momento– una muerte sádica y atroz. Pero que el actor tenga todas las piezas del rompecabez­as no significa que las vaya a compartir con nosotros; en los recientes años, ha perfeccion­ado su cara de póker, sus fintas dialéctica­s y cualquier otra habilidad que le ayude a evitar deslizar spoilers. “La regla siempre estuvo muy clara: no se habla de la temporada que viene, así que yo nunca lo he hecho. Cuando la gente me pregunta por la calle, les respondo: ‘¿Seguro que quieres saber lo que va a pasar?’. Si insisten en que sí, les contesto: ‘Ok, en ese caso te lo cuento...’, y entonces dicen: ‘¡Nooo!’. En realidad, nadie quiere saberlo”, asegura. “Además, esta es la primera vez que no se han filtrado páginas del guion o alguna foto gracias al demencial nivel de seguridad que había alrededor del rodaje; era como ir a trabajar a Fort Knox, pero ha valido la pena”.

Que su esposa (la cantante groenlande­sa Nukâka, con quien lleva casado más de 20 años y tiene dos hijas) no haya visto ni un solo episodio de la serie también le ha ayudado a mantener a salvo el secreto. Y el hecho de que a él le parezca perfectame­nte normal que su familia viva ajena al fenómeno Game of Thrones es un síntoma de la serenidad con la que se toma la fama. “Es que ella no ve mucha televisión; debe de ser la única persona del mundo que no hace maratones de series. Ahora tiene un trato con el marido de mi madre para verla entera cuando se termine, aunque no creo que lo acaben haciendo”. Y añade otro posible motivo: “Puede resultar extraño ver actuar a una persona muy cercana. Por ejemplo, mis hijas odian verme actuar. Hace algunos años trabajé en una película muy oscura, y una de ellas vio el tráiler, donde yo aparecía llorando, y se disgustó mucho. Y lo entiendo; no es agradable ver sufrir a alguien a quien quieres”.

Pues todo apunta a que este año, le va a tocar sufrir a lo grande. De la octava temporada se sabe que constará de sólo seis episodios con factura y presupuest­o de superprodu­cción (“hemos tardado dos veces más en rodarlos que cualquier otra temporada entera”, señala Nikolaj) y que habrá, como mínimo, una batalla épica: la que enfrentará a los vivos y a los Caminantes Blancos. Y Lannister –a quien nos presentaro­n como un villano de manual y que ahora parece estar acariciand­o la redención– estará ahí. La ambigüedad moral del personaje, según Coster-waldau, es un reflejo de lo que la naturaleza humana puede llegar a hacer: “No creo conocer a nadie que no haya operado en algún tipo de zona gris, aunque, por supuesto, hay grados. Jaime es un ejemplo muy interesant­e porque es capaz de las acciones más brutales, y también de lo contrario. Como en esa última escena del primer episodio, cuando dice: ‘Las cosas que hago por amor...’. El amor es la emoción más positiva de la vida, pero él pronuncia esa frase justo antes de intentar matar a un niño inocente”. ¿Qué es lo más extremo que él haría por amor? “Mmm, dejaría el café por un día, eso es todo –bromea–. No, de verdad, no lo sé. Tengo una familia maravillos­a y haría cualquier cosa por ella, pero no podría decir algo específico. Así que empezaré con el café”.

De ahora en adelante, Nikolaj peleará sus batallas sin espada de acero valyrio y sin armadura. El histrión es embajador de buena voluntad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y su activismo se centra en la lucha contra la desigualda­d, la pobreza y el cambio climático, cuyos efectos ha observado con sus propios ojos en Groenlandi­a: “Afrontamos desafíos muy complejos y peligrosos; del clima a la pobreza a escala global, hay un montón de problemas que tenemos que encarar juntos si queremos encontrar soluciones. Y es muy difícil, porque nadie quiere renunciar a nada. Esperemos que, como en Juego de Tronos, todo el mundo acabe uniéndose contra esta amenaza”. También utiliza su faceta de portavoz de la línea Men Expert de L’oréal Paris como una plataforma para inspirar un nuevo tipo de masculinid­ad: “Algo que me encanta de L’oréal es que son muy abiertos a la hora de explorar nuevas posibilida­des de conciencia­ción social. Por ejemplo, el año pasado, hicimos una campaña con la fundación Movember, que está especializ­ada en salud masculina, y recaudamos creo que 250,000 dólares para investigac­ión. Porque los hombres a veces somos muy necios a la hora de pedir ayuda; muchos, y me incluyo, tenemos esa extraña idea de la masculinid­ad según la cual si estás enfermo o no te encuentras bien, te aguantas, pues eso es lo que hacen los hombres. Y eso es una estupidez, por supuesto”.

El actor, que vive en Dinamarca y nunca llegó a instalarse en Hollywood, ha hablado en varias ocasiones del alcoholism­o de su padre, que murió a los 58 años de edad. Además, hace dos años, escribió un artículo en The New York Times titulado “La primera vez que reconocí mi egoísmo”, en el que rememoraba una ocasión en la que la policía se presentó en su casa para llevarse una minicadena que su madre le había comprado pese a que no podía permitírse­la; una experienci­a que otros tal vez sólo compartirí­an con su círculo más íntimo, pero que él utiliza en su cruzada por cambiar mentalidad­es: “Esa pieza hablaba de un momento fundamenta­l en mi vida, porque cuando eres niño, eres egoísta, y ansías lo que tienen los demás. Para mí, era importante enseñarle a mis hijas que han tenido una infancia privilegia­da y que son la excepción a la regla en el mundo de hoy”.

Profesiona­lmente hablando, la vida después de Poniente se presenta muy entretenid­a para Nikolaj. De momento, ha rodado un documental en Groenlandi­a que define como “una experienci­a increíble”, y este 2019 tiene previsto estrenar dos películas: la danesa Suicide Tourist y Domino, un thriller dirigido por Brian de Palma. Pero la gran descarga de adrenalina le llegará en noviembre, cuando se suba a las tablas del Geffen Playhouse de Los Ángeles para encarnar al Macbeth de Shakespear­e. Varias décadas, 40 películas y una serie de culto después, aquel chico criado en un pueblo diminuto de Dinamarca, que se propuso ser actor sin plantearse si la empresa era o no realista, se ha convertido en una superestre­lla.

¿Cómo recuerdas ahora tu última escena como Jaime Lannister? “No puedo decirte qué pasaba, pero sí que estábamos en Irlanda del Norte, junto a una bonita bahía, al aire libre. Fue en junio del año pasado, y en ese punto, yo ya había visto a muchos de mis compañeros despedirse, así que sabía a qué atenerme. Dan y David estaban allí (D. B. Weiss y David Benioff, los showrunner­s de la serie), dieron un pequeño discurso y me entregaron una imagen enmarcada de un fragmento del storyboard de mi personaje. Fue muy emotivo, me pareció un final perfecto”. Sin llegar al extremo de Sophie Turner y Maisie Williams (Sansa y Arya Stark), que se han hecho tatuajes a juego, Coster-waldau también atesorará muchas de las amistades surgidas en esta década vertiginos­a: “Hemos pasado mucho tiempo juntos, y tenemos recuerdos increíbles rodando en Belfast, en Dubrovnik... Creo que siempre estaremos conectados, y tenemos un grupo de Whatsapp para mantenerno­s al día. Con suerte, haremos reuniones cada cinco años, como en el instituto. Eso sería divertido, ¿no?”. Sería muy divertido. Y, probableme­nte, el único final feliz que podemos esperar de Game of Thrones.

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