DE SEMIDIOSES Y DESCREIMIENTOS
Cada generación tiene sus héroes. Esto, que podría parecer una obviedad o un grafiti subido a stories de Instagram en un día no especialmente creativo, tiene más enjundia de lo que a priori parece. Les explico. Trabajo con un grupo de talentosos periodistas y diseñadores a quienes únicamente puedo reclamar en ocasiones su insolente juventud. Y, por supuesto, una cierta distancia generacional en referentes culturales. Si algunos de ustedes, como yo, aún recuerdan a un imberbe Pierce Brosnan con aires de joven 007 en Remington Steele, o cómo servía las cervezas Ted Danson en aquel bar con camarera gruñona y psiquiatra despistado que bautizó a cientos de locales por todo el mundo, incluido el original de Boston, entenderán a lo que me refiero. Nuestros héroes de la adolescencia eran tipos mañosos como Mike Donovan, el audaz líder de la resistencia a aquellos reptiles extraterrestres comandados por la malvada Diana, que interpretaba Jane Badler, actriz nunca lo suficientemente reconocida por su voz privilegiada para el jazz que aún pueden ustedes admirar en los mejores locales de Nueva York. O el hábil Macgyver, quien podía escapar de una habitación del pánico sólo con la ayuda de una horquilla de pelo, lo que deja en muy buen lugar a los guionistas, pero no sé si tanto a los carpinteros. Si lo que
les cuento, a diferencia de mis jóvenes colegas, les resulta familiar, bienvenidos a la decadencia.
Hoy, los héroes, efectos especiales mediante, son mucho más poderosos. Y por lo tanto, inalcanzables. Fíjense si no en nuestro protagonista de portada, Chris Hemsworth. Nadie duda de que se trata
Para construir adecuadamente la figura de un héroe, es indispensable una excelente apariencia. ¿Alguien se imagina al Joker ayudando a una ancianita a cruzar la calle?
de uno de esos tipos pluscuamperfectos, de vida ordenada, sin una mancha en su expediente o metedura de pata más allá de ser algo reservado al hablar de su pareja, la simpática Elsa Pataky. Indiscutiblemente guapo, insolentemente saludable y rol model a quien no le podemos poner un pero, se ha pasado los últimos años encarnando ese dios rubio de la mitología nórdica de martillo certero y juicio binario: sólo existen el bien y el mal, y Thor es capaz de distinguir a uno del otro sin un solo movimiento que altere un pelo de su envidiable cabellera. Porque además, para construir adecuadamente la figura de un héroe, es indispensable una excelente apariencia. ¿Alguien se imagina al Joker ayudando a una ancianita a cruzar la calle? Lo binario ayuda siempre a establecer categorías básicas que ayuden a superar el dilema entre el deseo y la obligación.
No sé cuánto de cansado estará nuestro particular personaje de soportar un traje que debe pesar más de lo que parece, de colgarse ganchos que le ayuden a crear esa impresión de que volar es algo tan sencillo como blandir un martillo y elevarse, y cuidar, en grado extremo, que todo lo que se publique de él consolide una imagen impoluta que a todos nos parezca el colmo de la perfección. No debe ser nada fácil. Quienes empezamos a tener problemas con la vista o con la calvicie, quienes seguimos yendo al gym más por presión ambiental o conyugal que por la certeza de que algo pueda mejorar, al menos tendremos la consolación de saber que nadie, nunca, nos pedirá que rescatemos su gatito del árbol o que tengamos la verdad y la razón sobre todas las cosas. Seguro que nuestros juicios y dilemas morales no ayudarán a salvar el mundo, pero podremos defenderlos encarnizadamente delante de unas cervezas. Y eso, francamente, me parece un alivio.